a paz talibán-estadounidense firmada a finales de febrero está pendiente de un hilo… ¡por disputas entre los afganos! Los talibanes se niegan a negociar con el presidente afgano porque la delegación de este no representa, según ellos, a toda la sociedad. Y la oposición no reconoce siquiera al presidente Ashraf Ghani porque considera que el titular debería ser Abdalah Abdalah.

Todo esto es en realidad más de lo mismo. A lo largo de casi toda su historia, Afganistán (36.000.000 de habitantes) ha estado dividido en miles de banderías enfrentadas. Incluso las dos grandes invasiones extranjeras últimas (la de la URSS en 1979 y la de EEUU y sus aliados a raíz de los atentados contra las torres gemelas de Nueva York) se originaron por un golpe de Estado de los comunistas afganos contra el Gobierno de Kabul.

Lo que es nuevo en el Afganistán de hoy en día es el resurgir de los talibanes. Estos controlan actualmente más del 20% de todo el territorio nacional y le hacen frente con éxito a los cerca de 13.000 soldados estadounidenses que aún luchan en el país.

Los orígenes de los talibanes está en el tráfico de drogas de la mafia militar pakistaní que reclutaba y adiestraba en los años 60 patrullas afganas para proteger los camiones con que enviaba los opiáceos a Europa. No eran por aquel entonces más que una banda armada, pero para el panorama del país eran ya un factor a tener en cuenta. Y quien más lo tuvo en cuenta fue el mulá Mohamed Omar que en 1989 creó, con una cincuentena de seguidores, el movimiento talibán (palabra que significa alumnos, seguidores).

Era un movimiento islamista radical al que se apuntaron enseguida millares de guerrilleros -bien armados y entrenados por los EEUU- que se habían quedado sin oficio ni beneficio tras la retirada de las tropas soviéticas. Y también afluyeron masivamente a la llamada de Omar los afganos musulmanes criados en las madrasas (financiadas principalmente por Arabia Saudí) y que, consecuentemente, tenían un concepto muy primitivo e intolerante del islamismo.

Omar se hizo con el Gobierno (1996) e instauró un régimen de terror e intolerancia en el país que culminó con el enfrentamiento con los EEUU al dar albergue a Bin Laden.

Y si bien Omar perdió esta guerra, los EE UU tampoco la ganaron. El Pentágono no ha encontrado la manera de combatir a las guerrillas en las montañas y Washington no ha sabido dialogar con un mundo de moral, creencias y costumbres casi antagónicas a las norteamericanas.

En cambio, los talibanes han aprendido muchas cosas tanto política como militarmente. En la guerra de guerrillas conocen a la perfección la estrategia estadounidense ya que durante la invasión soviética los EEUU entrenaron a más de 100.000 afganos a luchar contra un ejército moderno.

Y en el terreno político, aprendieron de los fracasos del mulá Omar y en vez de seguir apelando al apoyo de la población con llamamientos a la máxima intransigencia religiosa, han copiado la formula con la que el Irán ha logrado que Hamas y Hizbolá dominen la resistencia palestina: poner su organización y recursos económicos a disposición de los ciudadanos más necesitados de los territorios que dominan.