a atención psicótica con que el mundo occidental se ocupa de la pandemia del coronavirus no ha logrado ocultar la preocupación que despiertan las maniobras militares rusas. La OTAN cree que Moscú ha aprovechado la crisis sanitaria para verificar hasta qué punto mantiene Occidente su capacidad defensiva.

En realidad, el mando militar ruso no ha hecho más que tensar la cuerda. Sus habituales maniobras de primavera (que movilizan cerca de 80.000 soldados) las ha realizado este año algo más extensas y ligeramente incorrectas hasta provocar las correspondientes reacciones de la Alianza.

Así, una flotilla de 7 navíos - 2 fragatas, 3 corbetas y 2 lanchas de desembarco -que se dirigía desde la base rusa de Múrmansk al Mediterráneo- no cruzó el Mar del Norte como de costumbre a toda máquina, sino que lo hizo lentamente hasta que se vio escoltada por 9 unidades de la Armada británica. En cuanto hicieron acto de presencia los buques británicos, la flotilla rusa recuperó su velocidad habitual de crucero.

Y en los espacios aéreos internacionales aparecieron bombarderos rusos de largo alcance que volaban sin emitir las señales obligatorias de identificación (trasponder). Tanto los que sobrevolaban el Báltico como los que lo hacían cerca de Alaska se retiraron en cuanto se vieron escoltados por cazas francoespañoles y estadounidenses, respectivamente. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, comentó que después de la pronta respuesta de la Alianza, las maniobras rusas han continuado, pero a un nivel mucho más reducido.

Lo relatado hasta aquí entra en lo que se podría llamar una habitual picaresca estratégica. En cambio resulta sorprendente la etiqueta que le puso Vladimir Putin a estas maniobras de sus Fuerzas Armadas : "Maniobras para apoyar los esfuerzos civiles en la lucha contra el coronavirus”.