- Justine Masika Bihamba lidera la red de asociaciones Synergie des femmes pour les victimes de violences sexuelles de Goma, capital de Kivu Norte, en República Democrática del Congo, que da asistencia a mujeres víctimas de violencia sexual a nivel médico, psicológico, judicial, y asesoramiento laboral con el fin de conseguir que las mujeres sean independientes económicamente.

¿Cuándo comenzó su trabajo con las mujeres víctimas de violencia sexual en su país?

-Desde 1980 estoy involucrada en el trabajo con las mujeres agricultoras, las mujeres que tienen un terreno y que cultivan, casi siempre, para subsistencia. En este contexto, muchas mujeres me decían que estaban siendo abusadas sexualmente cuando iban a los campos, a buscar agua. Después de escuchar a las mujeres, decidimos hacer un estudio para ver qué pasaba y nos dimos cuenta de que era una realidad. Nos unimos varias organizaciones para tener más fuerza a la hora de actuar y así se creó la red Synergie des femmes pour les victimes de violences sexuelles.

¿Qué atención dan a las mujeres desde la red?

-Lo primero que hacemos es darles una ayuda médica, porque muchas de ellas llegan destrozadas, y una ayuda psicosocial, porque muchas están traumatizadas. Para aquellas que han conocido quiénes han sido sus agresores, les damos asesoramiento jurídico, y una reinserción social desde el punto de vista de cómo empoderar a las mujeres para que sea autónomas y también ofrecemos mediación familiar. Porque cuando las mujeres son violadas, son rechazadas por sus comunidades. La mediación familiar es para que vuelvan a aceptarlas. Trabajamos sobre las cuatro causas que hemos identificado que dan lugar a estos problemas: la sobreexplotación de los recursos naturales, la impunidad generalizada de todas las autoridades, los cuerpos armados no formados -porque muchas veces vienen de grupos guerrilleros- y las costumbres y tradiciones, es decir, este sistema jurídico paralelo que considera a la mujer como un ser inferior. Estamos trabajando con los jóvenes, porque después de más de veinte años de guerra, los jóvenes están desubicados. Trabajamos la masculinidad positiva, el género y el liderazgo y la educación.

¿Qué avances han logrado en estos años de trabajo?

-Son pequeños, pero hemos logrado avances. Cuando empezamos a trabajar, la gente nos decía: aquí no hay un problema de violaciones, pero ahora la gente ha entendido que es un problema grave en la sociedad y estamos logrando la implicación de muchas personas. Con esta toma de conciencia, ahora hay tribunales especializados. Una de las cosas de las que me siento más orgullosa es que en el Gobierno congoleño hay una persona encargada de gestionar las violencias que sufren las mujeres y de los niños soldados.

¿A qué violencias se enfrentan hoy en día las mujeres en la República Democrática del Congo?

-En tiempos de paz, el trabajo principal es contra las costumbres y las tradiciones. En mi zona hay treinta grupos armados nacionales e internacionales y, en tiempos de guerra, el cuerpo de la mujer es como un campo de batalla. Siempre que hay dos o más grupos que están luchando, las mujeres son las que reciben la peor parte. Las violaciones no son para obtener un placer sexual, sino para destruir el tejido social que se forma a través de las mujeres como procreadoras. La mujer es destruida para que esa comunidad no pueda seguir procreándose, por eso muchas de las violaciones son con objetivos puntiagudos o armas, vidrios o palos que lo que persiguen es la dominación y la extinción de esa comunidad a través de las mujeres.

¿Cuál es el contexto actual en Kivu Norte?

-En Kivu Norte se sigue matando. Hay un grupo militar ugandés que nadie entiende por qué está ahí actuando. Con el nuevo presidente, Félix Tshisekedi, pensábamos que íbamos a tener un respiro y que íbamos a empezar a vivir en paz, pero un año después de las elecciones no hemos visto grandes cambios.

En diciembre, varias familias de niños fallecidos y gravemente heridos en las minas de cobalto denunciaron a Apple, Google, Microsoft y Tesla. ¿En qué condiciones trabajan estos menores?

-La ley de trazabilidad y el código minero congoleño no están siendo respetados. Lo que dicen esta ley es que ninguna empresa puede trabajar en minas donde haya soldados armados, ni niños ni mujeres embarazadas, pero en realidad, nadie respeta el código minero.

¿Cómo podemos presionar desde Europa como consumidores?

-El código minero es una ley que no tiene sanciones si lo incumples. Por eso, desde aquí se debería presionar para que estas leyes impliquen una sanción. También es necesario hablar de que el 80% de los elementos que contiene un teléfono provienen del Congo y estos minerales provienen de niños que han sido explotados y de mujeres jóvenes que son esclavas sexuales alrededor de las minas. Hay que hablar para que la gente conozca lo que está pasando de manera más continua. Y es muy importante conservar los teléfonos el máximo posible, no comprar uno cada año.

"En este conflicto, el cuerpo de la mujer es usado como si se tratara de un campo de batalla"

"Las violaciones son para destruir el tejido social que se forma a través de las mujeres como procreadoras"

"Es necesario hablar de que el 80% de los elementos que contiene un teléfono provienen del Congo"