Moscú - Los gobiernos de Rusia y Turquía intentan desde hace semanas de manera infructuosa buscar un consenso sobre cómo frenar la escalada en esa provincia del noreste de Siria. También han hablado dos veces en la última semana sus máximos mandatarios, Putin y Erdogan, enrocados ambos en sus posturas, y el matrimonio de conveniencia entre ellos en el país árabe se tambalea cada vez más.

Ayer viernes, tanto uno como otro reiteraron en una conversación telefónica la “necesidad de hacer todo lo posible para cumplir los acuerdos sobre la zona de desescalada” y de tomar “medidas adicionales para normalizar la situación” en Idlib, según el Kremlin.

También acordaron -al igual que ya hicieran hace una semana- “intensificar las consultas interinstitucionales relevantes y tomar una decisión sobre la posibilidad de celebrar una cumbre en el futuro cercano”, además de destacar “el carácter prioritario de la lucha contra los grupos terroristas internacionales”, según Moscú. La protección por parte turca de la filial de Al Qaeda en Siria es la principal acusación de Moscú a Turquía.

Lo que todos tienen claro en la capital rusa es que Putin no retirará su apoyo a Al Asad. Rusia continuará brindando apoyo militar al Ejército sirio, incluso si Turquía da luz verde a hostilidades a gran escala en la zona de desescalada de Idlib, sostuvo ayer el teniente general retirado Yevgeni Buzhinski. “Definitivamente, no nos iremos de Siria y no abandonaremos a Al Asad”, dijo a la agencia Interfax. -