Gasteiz - Inevitablemente, el pleno de política general celebrado ayer en el Parlamento Vasco tenía que estar mediatizado por las elecciones generales del 10 de noviembre y así fue. Y no tanto, en realidad, por las elecciones, como por la deriva en el Estado español que ha llevado a llamar a los ciudadanos cuatro veces en cuatro años a las urnas, una crisis política que parece ya estructural y ante la que el lehendakari Urkullu apostó por tratar de mantener la estabilidad de los últimos años, el “cortafuego” que ha permitido mantener el diálogo entre los partidos de Gobierno y también con la oposición.
Iñigo Urkullu se enfrenta a diversos obstáculos en su empeño, hasta el punto, afirmó, de que “el estado de alerta es máximo” en el Gobierno Vasco ante la incertidumbre provocada, “en ocasiones, por movimientos y formas de actuar en política que no tienen referencia en la tradición democrática”, y “acentuada por el desconocimiento de las consecuencias de una posible crisis económica”. Según dijo, en España los partidos abordan “con ligereza” el bloqueo, y por tanto “no se afrontan, desde unas bases mínimas consensuadas, los retos que mantienen atenazada la acción política e institucional”. “Me preocupa, y mucho, la situación política en el Estado; es descorazonador lo que está ocurriendo”, añadió Urkullu.
Le preocupa, entre otras cosas, porque la parálisis institucional tiene repercusiones en la agenda vasca, pues en esta situación, con un Gobierno central en funciones, no existe “el clima de confianza necesario y el trabajo” necesarios. “La agenda vasca comprende cuestiones relevantes para el día a día de Euskadi y nuestro futuro; son cuestiones que no pueden seguir aparcadas por la inestabilidad en el Estado, por el clima electoral permanente o la ausencia de una interlocución en el Gobierno español”, señaló el lehendakari.
Ante ese escenario, Urkullu apostó por, en lo económico, mantener la deuda en mínimos y el déficit cero, así como seguir reduciendo la tasa de paro, en estos momentos en el 9,6%, por debajo ya del 10% que se impuso el Ejecutivo como objetivo al principio de la legislatura.
Para lograr dicho objetivo necesita además estabilidad política, y por lo tanto unos Presupuestos para cuya aprobación ofreció su “mano tendida” a todos los grupos, ante quienes desgranó los principales ejes de dichas Cuentas, cuyo Anteproyecto está a escasas semanas de ser aprobado. El apoyo a las familias, a la innovación o las zonas geográficas más desfavorecidas, la lucha por la igualdad o la formación dual forman parte de ese decálogo que, de entrada, nadie rechazó. Tanto el PP, como EH Bildu como Elkarrekin Podemos recogieron el guante del lehendakari, pero en todo caso es ésta una fase aún muy incipiente del proceso presupuestario y hay otros factores que pueden dificultar que llegue a buen puerto. Entre otros, que entramos en el último curso de la legislatura y, al margen del aire de campaña de elecciones generales que flotaba ayer en el Parlamento, se vieron las primeras señales que avisaban de que en el horizonte hay otros comicios.
En ese sentido, las diferencias que en los últimos días se han manifestado entre PNV y PSE, los dos socios de Gobierno en Ajuria Enea, no hicieron sino acrecentarse. La secretaria general socialista, Idoia Mendia, puso el acento más en lo que le separa del PNV que en lo que le une a los nacionalistas. Y lo que separa, de manera casi irresoluble a una y otra familia política es el nuevo Estatuto que los jeltzales han pactado con EH Bildu, un tema sobre el que los dos socios habían pactado no confrontar.
El lehendakari, en la línea seguida hasta ahora, había abogado durante la mañana por ampliar el acuerdo alcanzado, pero manteniendo su esencia, el encaje constitucional mediante la traslación del Concierto Económico al ámbito político, en virtud de “un pacto de concertación nacional en Euskadi y un pacto de garantía bilateral con el Estado”.
El no de Mendia fue rotundo. Tras hacer una encendida defensa de la gestión de Pedro Sánchez y glosar los logros de las consejerías socialistas en Euskadi, afirmó que los socialistas “no vamos a subir a ningún tren que vaya a descarrilar y que se lleve por el barranco todo lo que hemos logrado”, en referencia al Estatuto de Gernika. Mendia pidió a Urkullu que abandone el modelo confederal y se sume la defensa de una reforma constitucional por la que aboga el PSOE para solucionar la crisis territorial.
El Autogobierno ha sido desde el primer día el punto débil del Ejecutivo de coalición y ayer, por primera vez, el PSE puso el foco sobre dicho asunto, aderezado con un recordatorio de Mendia al PNV, lanzado al hilo de la “pinza” que el Ejecutivo denuncia actualmente por parte EH Bildu, Elkarrekin Podemos y PP. “Si algo conozco bien, muy bien, porque lo padecí como consejera, es la oposición inmisericorde”, dijo la líder socialista.
Quedó deslavazado, por otro lado, el tema de la convivencia, que en los últimos días había visto elevada su temperatura por la respuesta de Arnaldo Otegi, coordinador general de EH Bildu, al llamamiento del lehendakari a llegar a “una reflexión crítica global sobre el pasado que, incluyendo explícitamente la violencia de ETA, sea compartida por las otras fuerzas políticas”. La portavoz de EH Bildu, Maddalen Iriarte, defendía una solución “integral” en materia de convivencia, un proceso “que no vaya en contra de nadie”, no con “un solo relato”, y que tenga además en cuenta la situación de los presos de ETA, “sin respuesta” por parte del Gobierno español tras un “tímido” plan de acercamientos. Sí que hubo un llamamiento directo, ya por la tarde, tanto por parte del lehendakari y de Mendia, a EH Bildu, para que se reconozca que “matar estuvo mal, y punto”.