pamplona - María Chivite Navascués (Cintruénigo, 1979) será desde hoy la presidenta del Gobierno de Navarra. En segunda votación y por mayoría simple, la candidata del PSN logrará una investidura que ha tardado más de dos meses en madurar, y que nace en la precariedad de un Gobierno en minoría que deberá navegar en aguas turbulentas. “Soy plenamente consciente de que el Gobierno que aspiro a presidir será un Gobierno sin mayoría absoluta, y que genera recelos en cierta parte de la sociedad, por eso pido confianza”, reclamó ayer en el Parlamento, donde ofreció “diálogo” a todos los grupos de la Cámara, pero también “a los agentes sociales y económicos, a las entidades y organizaciones sociales, a todos los actores que contribuyen desde su actividad a construir y a dotar de valor a Navarra”.

La votación de esta tarde será el punto final de un largo proceso de negociación que ha dado como resultado un Gobierno de coalición sustentado en 23 escaños. Los que suman PSN, Geroa Bai y Podemos, con el apoyo de Izquierda-Ezkerra, insuficientes para dotar de mayoría estable a un Gobierno que, si hoy sale adelante, lo hará gracias a la abstención condicionada de EH Bildu, que ayer volvió a subrayar que no es ningún cheque en blanco. “No hable de confianza, gánesela. No hable de diálogo, practíquelo. Porque con el PSN solo valen los hechos”, apuntó su portavoz, Bakartxo Ruiz, en una intervención que dejó puertas abiertas al entendimiento.

Las posiciones venían ya marcadas, así que no era una jornada para las sorpresas. Tampoco por parte de la derecha, que con los argumentos exprimidos y reiterados hasta la saciedad, volvió a optar ayer por la bronca y la confrontación, cerrando la puerta a cualquier margen de acuerdo para el futuro. Lo hizo Javier Esparza, que no tuvo reparo en utilizar la memoria de las víctimas de ETA para acusar a la candidata socialista de haberse “vendido por un sillón”. Y lo hizo el PP, que en su empeño en utilizar Nafarroa como arma arrojadiza en Madrid envió a Iruñea a su nueva portavoz, Cayetana Álvarez de Toledo, a explicar a los navarros que ahora están “anexionados a la indignidad”.

Así que Chivite optó por ir a lo seguro. Un discurso relativamente breve, con el euskera reducido al saludo protocolario, y con continuas apelaciones al diálogo y el acuerdo. Pero sobre todo centrado en el programa de Gobierno pactado con sus tres socios, que exhibió como garantía de que el nuevo Ejecutivo está lejos de las veleidades que se le atribuyen desde Madrid.

No quiso arriesgar la futura presidenta, consciente de la debilidad de su propia posición, centro del foco mediático en Madrid y pendiente de una minoría parlamentaria en la que cualquier palabra de más puede acabar abriendo los informativos. Pero también con sus propios socios, a quienes a partir de ahora deberá representar también desde el despacho principal del Palacio de Navarra en un equilibrio que no siempre es fácil de gestionar. “Señora Chivite, de manera conjunta estamos en la obligación de hacer política, de hacer pedagogía política y explicar donde haga falta que la realidad plural de Navarra nada tiene que ver con la que esta derecha que nos toca padecer quiere hacer ver”, le reclamó Uxue Barkos.

Fue en cualquier caso un primer esbozo de lo que será la acción del nuevo Gobierno, y que por lo expuesto ayer mantendrá una línea continuista en la mayoría de las áreas, sobre todo en lo relativo a la gestión económica y la protección social. “Reconozco su gestión y recojo su herencia”, trasladó Chivite a Barkos, a quien ofreció “lealtad” y “confianza” mutua en que la apuesta que de forma conjunta emprenden ahora puede culminar con éxito.

La candidata también mostró prudencia en aquellos asuntos en los que había discrepado hasta ahora el PSN, como la política lingüística, o el mapa local, asuntos en los que el Gobierno se da un año de plazo para un análisis más sosegado y realista. Para el resto de áreas quedó la ambigüedad propia de quien prefiere no prometer lo que no sabe si podrá cumplir, como la devolución del IRPF de la maternidad, que de momento queda “pendiente de estudio”.

Problemas que habrá que afrontar a partir de mañana. Antes hay que sacar adelante la investidura y poner en marcha un Gobierno que Chivite se compromete a dirigir “desde la humildad” pero “también desde la fortaleza de las convicciones”. “Será un gobierno de toda la ciudadanía”, enfatizó Chivite, agradecida con la voluntad de acuerdo de sus socios de Gobierno, y con la mano tendida a quienes quieran abandonar las trincheras de la confrontación permanente y apuesten por llegar a acuerdos con el nuevo Gobierno. “Prometemos trabajo, compromiso y dedicación. Diálogo y templanza. Audacia y valentía. Rigor y autoexigencia”, garantizó la futura presidenta. A partir de hoy tocará pasar de las palabras a los hechos. Y si llegar ha sido difícil, avanzar no lo será menos.

Políticas sociales. Priorizar las políticas centradas en las personas.

Desarrollo sostenible. Impulsar la Agenda 2030.

Convivencia. Memoria y deslegitimación de la violencia, reivindicando la pluralidad a todos los niveles, identitario o sexual.

Igualdad. Igualdad de género en todas las políticas públicas.

Derechos. Impulsar nuevos derechos de ciudadanía.

Transformación digital. Responder al reto.

Servicios públicos. Universalidad, calidad y equidad.

Sociedad civil. Colaborar con ella.

Autogobierno. Respeto al autogobierno, desde la legalidad y la lealtad institucional.

Realidad plural. Preservar la realidad histórica y las lenguas.