Bilbao - Esta conversación con Marcel Mauri (Badalona, 1977) tiene lugar en Bilbao -donde acudió a presentar el libro sobre Jordi Cuixart junto a su autora, Gemma Nierga- horas después de que los presos soberanistas regresaran a las cárceles catalanas a la espera de que el Tribunal Supremo dicte sentencia por el caso del procés, y transcurre simultáneamente a que el president Quim Torra fuera procesado acusado de desobediencia por colocar lazos amarillos en la campaña del 28-A. A su vez, Vox se querellaba contra el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero por un presunto delito de colaboración con ETA; y los reclusos de JxCat pedían a su cúpula la abstención en la investidura de Pedro Sánchez. Es la fotografía que refleja la espiral en que está sumido el Estado español por un conflicto catalán que es incapaz de encauzar. El vicepresidente de Òmnium Cultural, cuyo líder, Cuixart, cumpliría el próximo 16 de octubre dos años en prisión preventiva, acusa a España de vulnerar los derechos fundamentales más elementales, enarbola la figura pacifista de su compañero encarcelado e insta al Gobierno socialista a rectificar y situarse en un escenario de diálogo. Como objetivo, la república catalana. Como medio, el derecho a decidir. Y lo tiene claro: Llegado el caso, “ho tornarem a fer. Lo volveremos a hacer”.
¿Cuándo habló por última vez con Cuixart?
-Hablé con él el pasado lunes, una hora antes de que subiera al furgón policial que le llevaba hasta Catalunya. Los cinco minutos que le permiten por teléfono. Estaba animado, contento, como está siempre, con ganas de hacer ese viaje lamentable, duro y cansado que les obligan, pero con la misma actitud vital y esperanza que desprende de disfrutar de la vida. Le vi fuerte.
Un desplazamiento que, según censuró Torra, fue un nuevo acto de “humillación”.
-Hay una voluntad de venganza por parte del Estado español, que lo que quiere es escarmentar y humillar, pero ni Catalunya ni los presos se dejan. Se vio en las imágenes cuando llegaban a prisión, con Jordi Turull o Dolors Bassa saludando, sonrientes, y con la ciudadanía recibiéndolos como lo que son, referentes. En el Tribunal Supremo se han enfrentado a la vergüenza de las acusaciones con la misma actitud que cuando entraron en la cárcel.
Cuixart fue claro en su alegato final ante el juez Marchena: “Lo volveremos a hacer”.
-Lo preocupante es que Abogacía, el Gobierno de Sánchez, que se llena la boca de hablar de diálogo, pueda entender eso como una amenaza, cuando en verdad solo faltaría que la ciudadanía de un Estado democrático no pudiera manifestarse o votar, que son derechos fundamentales. Cuixart no es político y está en la cárcel por liderar reivindicaciones pacíficas. Evidentemente, lo seguiremos haciendo. Òmnium ha hecho una campaña con el lema Ho tornarem a fer que ha disgustado mucho a los poderes políticos y mediáticos de Madrid. Pero a la sociedad española le debería preocupar que esta apelación se vea como riesgo. España tiene un problema con la democracia.
¿Con qué sensación se quedó en la última sesión del juicio respecto al día que arrancó?
-Lo afrontamos con intención de demostrar que era un juicio político y de denunciar que la extrema derecha, Vox, estaba haciendo actividad política. Lo primero se logró ya el primer día, cuando Marchena permitió que las acusaciones preguntaran a la gente si eran socios de Òmnium. ¡Como si fuera un delito! Cada vez que abrían la boca se veía que se juzgaba una ideología. Por ejemplo, si teníamos derecho a la autodeterminación. ¡Eso que se hable en el Congreso o en las calles, no en los tribunales! Y Vox instrumentalizó la causa. Lo que no llegábamos a imaginar es que el Gobierno del PSOE, una vez más, con sus tácticas de mandar mensajes como si fueran dialogantes, fuera tan cínico. Quince días antes de acabar el juicio sale desde la ONU una resolución durísima contra España instándola a dejar libre a estas personas porque el juicio es una vergüenza, y lo dice en 19 páginas que son de enmarcar. Y el Ejecutivo de Sánchez responde que lo sostienen expertos manipulados. Es decir, el Gobierno del PSOE ha terminado al lado de las tesis de Vox. Sánchez ha demostrado su absoluta falta de voluntad de diálogo para encontrar una solución política.
El anterior presidente socialista, Rodríguez Zapatero, manejaría el estudio de indultos.
-Cuixart ha defendido siempre que no es culpable de nada y no pedirá ningún indulto. Pero es cierto que en el propio libro de Gemma Nierga, Tres días en la cárcel. Un diálogo sin muros, él comenta que Zapatero ha demostrado mucha más valentía que el Gobierno actual. La voluntad de poner encima de la mesa una posible solución, que no está en las cárceles o juzgados, que debe existir diálogo, la compartimos plenamente. Nos gustaría que esa apelación de Zapatero la estuviera haciendo no solo el PSOE sino el PSC, cuyo papel en este sentido es lamentable. Nos ha herido profundamente porque venía del catalanismo y con personas que entendieron la Catalunya cohesionada y plural, pero en los últimos años, bajo la dirección de Iceta, se ha acercado a PP y Ciudadanos. Mire, la misma semana en que el PSE de Idoia Mendia votaba en el Parlamento Vasco a favor del acercamiento de reclusos a cárceles vascas; en Barcelona, el PSC de Collboni, que será teniente alcalde de Colau, lo hacía en contra de acercar a los presos políticos a Catalunya, algunos de los cuales, como Joaquim Forn, han sido compañeros suyos. O de gente que conocía como el propio Cuixart. Eso demuestra falta de humanidad y empatía.
Daba la sensación de que Fiscalía, con el paso del juicio, rebajaría el tono y fue todo lo contrario al hablar de un “golpe de Estado”.
-Eso era un globo sonda que mandaban desde círculos próximos al PSOE, sus medios afines y opinadores. Esa Fiscalía que controla por detrás y la propia Abogacía, que la controla del todo, se pronunciaron como se pronunciaron poniéndose al lado de los disparates de Vox.
Sorprende cómo a los abogados y testigos de Cuixart se les marcó tan en corto en el juicio.
-No debió gustar nuestra actitud de que no íbamos a defendernos de nada sino a acusar al Estado con la campaña Yo acuso. No se les trató igual que a los policías y guardias civiles, que fueron al Tribunal Supremo a mentir, como mintieron Rajoy y Sáenz de Santamaría, o los mandos de los agentes españoles e Interior. No nos dejaron contrastar con imágenes relatos que no se acercaban a la realidad, hacían una descripción de lugares de guerra. La única violencia que se produjo el 1-O fue de las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado contra la ciudadanía catalana.
¿Cómo vio el proceder del juez Marchena?
-Hostil. El juicio ha sido una vulneración de derechos constante y también la instrucción que hizo Llarena. Cuixart, al no ser aforado, no tendría que haber sido juzgado nunca en el Supremo. No nos pudimos siquiera defender en nuestra lengua. Y así estamos, esperando una sentencia que seguramente condenará con dureza derechos fundamentales que no son de los independentistas ni de los soberanistas, sino de toda la ciudadanía del Estado. Yo supongo que ahora ir a frenar un desahucio puede ser sedición. Ahí una comitiva judicial no puede ejecutar una resolución, mientras que el 20-S sí que lo hizo.
Suele contraponer la declaración que hizo el lehendakari Urkullu con la de Rajoy...
-Es que tras las declaraciones vergonzantes de Rajoy, Santamaría o Zoido, Urkullu puso seriedad y rigor. No es que sea de agradecer, es que en un juicio no puedes mentir sino aportar datos relevantes, fechas bien datadas... Y no pasó nada. Se les permitió mentir descaradamente y nadie les recordó que estaban bajo juramento. Si hubo rebelión o sedición, ¿por qué no actuaron el mismo 1-O o el 20-S? Hasta el 17-O, con Sànchez y Cuixart ya en la cárcel, no se habla de la violencia en las calles. ¿Por qué se aceptaron todas las pruebas periciales de Vox y las nuestras no?...
Hay hasta un tuit de Pedro Sánchez criticando la actuación policial contra los votantes.
-Es típico de los socialistas. Por ejemplo, ayer una ONG catalana que salva vidas en el Mediterráneo, y que desde hace medio año no podía hacer su trabajo por culpa del Gobierno español, decidió desobedecer y se fue a rescatar vidas. Una desobediencia civil como la del 1-O. ¡Solo faltaría que no se pudiera ante un gobierno tan insensible e insensato! Sánchez es puro postureo. Lo mismo hace con la fosa de Franco. Lo suyo es política de marketing sin ningún fondo. La política es arriesgarse y buscar soluciones, y el PSOE está en las antípodas de eso, lo que le convierte no solo en cómplice de la represión en Catalunya sino en autor de la misma.
¿Cómo debe responder el independentismo ante una sentencia condenatoria y que probablemente acabe en Estrasburgo? Más, cuando no se ve una unidad de acción diáfana.
-El soberanismo es muy diverso y eso nos hace fuertes. A veces provoca miradas distintas que deben buscar un consenso estratégico. El 80% de los catalanes está en contra de que haya presos políticos y reclama el derecho a decidir con una salida política negociada. Debe haber una respuesta de país que esté a la altura. Nosotros solo aceptaríamos una sentencia absolutoria. Cuixart citó a Marcelino Camacho: el derecho a la manifestación se gana manifestándose; el de votar, votando... Y no solo los independentistas, ni solo en Catalunya. También en el Estado y en Euskadi, ya que afectará a la solución democrática que también el pueblo vasco necesita.
Pero hay fricción en el soberanismo. Parece que el partido hegemónico ahora es ERC, pero que el líder verdadero es Carles Puigdemont.
-Cuando empezó el procés la obsesión desde Madrid era acabar con Artur Mas, que fue uno de los precursores del 9-N. Luego Puigdemont, ahora Torra, después Junqueras... Hay liderazgos compartidos y la represión que ha llevado a dirigentes a la cárcel y el exilio acentúa esta sensación de incapacidad de llegar a acuerdos. Pero Puigdemont es un activo importantísimo y lo que ha hecho en Europa es bestial. En Alemania, en Bélgica y ahora como eurodiputado. También lo es Oriol, y Marta Rovira, Anna Gabriel, los que están en libertad... Òmnium, como entidad civil con 170.000 socios que no recibe un euro público, aunque podríamos, no se mete en que deba haber una lista única, elecciones, no hacemos hojas de ruta... etc. Pero sí reclamamos unidad estratégica de horizonte nacional. Creemos que el único proyecto positivo que existe es el de la república catalana.
También se les acusa de no atender la sensibilidad del 50% que no es independentista.
-Quienes quieren ejercer el derecho a decidir son casi el 80%. Hay gente de los comunes y del propio PSC. El independentismo llegó en las europeas al 49,9%, sumando entre JxCat y ERC más votos que todos los demás juntos. Pero como no podemos hacer un referéndum sin que nos peguen de hostias, no sabemos cuántos somos. Eso sí, como cualquier proyecto, el independentista, que es pacifista, debe ser respetuoso con la minoría. Antes la éramos nosotros. Pero como éramos un 15% no dábamos miedo. ¿Entonces no se maltrataba al derecho de la minoría? La república defenderá la lengua, la cultura, pero también los derechos sociales.
¿Sienten suficiente apoyo desde Euskadi?
-Solo tenemos palabras de agradecimiento al pueblo vasco, entendemos lo que ha sufrido. Los partidos soberanistas nos han transmitido siempre solidaridad, no es cuestión de baremos, más allá de posiciones críticas y otras miradas.
La ANC, Òmnium, los CDR... Desde el Estado se junta de nuevo todo en una coctelera.
-Es que Òmnium en la sociedad catalana, fundada en 1961, perseguida y en el exilio, representa valores de cohesión y cultura, con el premio literario más importante, o a la redacción escolar... Hacemos activismo pero de otra forma a la de la ANC. Jordi Sànchez decidió entrar en política. Cuixart no. Ser presidente de Òmnium es ya todo un honor para él, como lo fue para Muriel Casals. Entiende que su tarea está en la sociedad civil. Y la está ejerciendo desde la cárcel como presidente.
Están ya organizando la Diada, que se celebrará en la Plaza España de Barcelona.
-Este año la lidera más la ANC y será otra vez una manifestación inmensa con el lema Objetivo independencia. Con la idea de decir que en los últimos años el independentismo ha crecido gracias a sumar complicidades diferentes y a una transversalidad que nos hace distintos, plurales y mucho más fuertes.