Berlín - La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se quedó sin la que habría sido su primera alcaldía, en la ciudad de Görlitz, uno de sus bastiones del este alemán, donde finalmente se impuso la conservadora Unión Cristianodemócrata (CDU), respaldada por el resto de formaciones políticas. Sebastian Wippel, excomisario de policía de 36 años, 1,90 metros de altura y vencedor en la primera vuelta de las municipales, cayó derrotado con un 44,9% por un rival aparentemente inferior, Octavian Ursu, un músico de origen rumano y candidato de CDU, que obtuvo el 55,1%.
La pugna por Görlitz, una ciudad con 56.000 habitantes junto a la frontera con Polonia fue despertado expectación a escala nacional. Lograr una primera alcaldía ahí habría disparado sus perspectivas ante las próximas elecciones regionales en el este del país, territorio propicio para la ultraderecha, acrecentada por la debilidad tanto del bloque conservador de la canciller Angela Merkel como de sus socios socialdemócratas. Wippel, quien había basado su campaña en la seguridad policial y el cierre de fronteras a la inmigración, había sido el candidato más votado en la primera ronda, celebrada coincidiendo con las elecciones europeas del 26 de mayo, donde obtuvo un 36,4%, frente al 30,3% de Ursu.
Tanto los Verdes como La izquierda renunciaron a participar en la segunda vuelta para evitar la dispersión del voto. En la recta final hasta la segunda vuelta se sucedieron las llamadas al voto “por la tolerancia” tanto desde las filas ecologistas como de los izquierdistas. Saltó incluso una insólita y mediática llamada de cineastas y estrellas internacionales que pedían a los ciudadanos de Görlitz que apostaran “por la paz y la libertad” y no “por el odio y la hostilidad”. En Görlitz, una ciudad con un muy bien cuidado centro histórico, se han rodado producciones de Hollywood como El lector, de Stephen Daldry, y Malditos Bastardos, de Quentin Tarantino.
La incidencia de esta iniciativa en el ánimo de los electores era dudosa, con cierto riesgo incluso a ser contraproducente, en caso de ser entendida como una injerencia de las elites en una ciudad ajena. Más determinantes pudieron ser las llamadas a cohesionar el voto a favor de Ursu lanzadas desde el conjunto del espectro parlamentario.
Alianzas La AfD es la tercera fuerza en el Bundestag desde las generales de 2017 y tiene escaños en las cámaras regionales de los 16 estados federados del país, pero está categóricamente descartado como aliado político a todos los niveles, incluido desde la CDU de Merkel. “La CDU nunca va a cooperar con la AfD ”, escribió ayer en su cuenta en twitter Paul Ziemiak, el secretario general del partido conservador. A Ziemiak, exlíder de las juventudes de la CDU, se le identifica con su ala más derechista del partido y asumió la secretaría general el pasado diciembre, al ser elegida como jefa de la formación Annegret Kramp-Karrenbauer, tras 18 años bajo el liderazgo de Merkel.
Con su mensaje salía al paso a unas declaraciones del exjefe de los servicios secretos alemanes, Hans-Georg Maassen, según el cual no puede descartarse la perspectiva de que la CDU y la AfD acaben cooperando en el este del país. Maassen, miembro de la CDU, fue relevado como jefe del espionaje de Interior por sus supuestas cercanías con la AfD el año pasado, tras un largo tira y afloja entre el bloque conservador de Merkel y sus socios socialdemócratas.
Su pronunciamiento a favor de una “perspectiva de acercamiento” a la AfD en el este se produce en un momento de fuerte debilidad tanto para los conservadores de Merkel -a los que aventajan en intención de voto Los Verdes- como para los socialdemócratas -a los que los sondeos colocan por detrás de la ultraderecha-. Los sondeos apuntan además a un fuerte empuje de la AfD en los comicios regionales que se celebrarán entre septiembre y octubre en los estados federados de Sajonia, Brandeburgo y Turingia, todos ellos en el este, con posibilidades incluso de convertirse en primera fuerza.