Gaza - Israel y el movimiento islamista Hamás avanzan en el acuerdo de entendimiento que se refleja en un alivio del bloqueo de Gaza y mayor calma en la frontera, a la espera de que el nuevo Gobierno israelí, que se negocia estos días, decida si mantenerlo. En los últimos meses Egipto, la ONU y Catar han mediado en negociaciones indirectas para consolidar un pacto de calma que contenga una situación altamente volátil con intensos picos de violencia.
Israel, que considera a Hamás un grupo terrorista, no ha confirmado ni desmentido las conversaciones, pero la tregua que se alcanzó en noviembre, tras la peor escalada desde 2014, llevó al entonces ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, que pedía mano dura, a dimitir por su oposición a una postura de desaceleración impulsada por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Según los líderes de Hamás -los únicos que se han pronunciado oficialmente sobre del tema- uno de los objetivos del acuerdo es aliviar el bloqueo que impuso Israel en 2007 cuando el movimiento islamista tomó el control del enclave y que ha afectado duramente al desarrollo para sus dos millones de residentes.
A pesar de la abierta animadversión entre ambos, los dos parecen avanzar hacia un pacto “no político, en absoluto”, como ha insistido el jefe del buró político de Hamás, Islamil Haniye, y su segundo, Jalil al Haya, descartando que se trate de un acuerdo de paz como el de Oslo, sino de entendimiento. “Hamás está comprometido en implementar los acuerdos si la ocupación israelí lo hace”, señaló el veterano líder de Hamás, Suhail al Hindi, quien destaca los avances que ha habido hasta ahora. De momento, Israel amplió a principios de abril y por primera vez el área de pesca permitida hasta las 15 millas náuticas, una cifra que no se alcanzaba desde comienzos de 2000.
También el sector industrial ha mejorado con la importación de más materias primas que Israel ha autorizado, así como la entrada de combustible y dinero catarí para hacer frente al déficit de electricidad, solo disponible durante una media de seis horas diarias. Además, el pacto busca garantizar una calma a largo plazo y desactivar la inestabilidad que ha provocado la llamada Gran Marcha del Retorno, protestas en la valla que comenzaron en marzo de 2018 y en la que han muerto más de 200 palestinos y 6.500 han recibido disparos del ejército israelí, lo que ha colapsado el sistema sanitario de la franja.
Por el momento, la asistencia, intensidad y violencia que se repiten cada viernes en Gaza han disminuido, tanto por parte de los asistentes como por la respuesta de las tropas israelíes al otro lado de la frontera. Las milicias palestinas han detenido el lanzamiento de cohetes tras la última gran escalada de tensión a finales de marzo, después de un año en el que se han producido hasta ocho picos de violencia con bombardeos de represalia de la aviación israelí que hicieron temer una nueva operación militar como las tres que ha vivido el enclave (2014, 2012, 2008/2009).
Hamás y los líderes de otras facciones han subrayado que las protestas seguirán hasta que cumplan sus objetivos, pero analistas y expertos coinciden en que si la situación sobre el terreno mejora notablemente, las protestas “ciertamente pararán”. “Creo que hay partes del acuerdo que fueron implementadas inmediatamente y hay otras que llevarán más tiempo”, explica el analista y activista Mohamad Ibrahim. En su opinión, Israel “retrasa la implementación de algunas partes para presionar a los palestinos a que acepten el próximo acuerdo del siglo”, que se espera sea presentado por el presidente de EEUU, Donald Trump, después del mes sagrado musulmán del Ramadán, a pesar de que los palestinos no han participado en su elaboración.