errenteria - La derecha española está tratando de llevar la campaña electoral a su terreno. Intenta desplazar el eje del debate hacia el terrorismo, las víctimas y la tensión en las calles ocho años después del cese definitivo de la violencia. Las encuestas, sobre todo el controvertido CIS de Tezanos, comienzan a dibujar un escenario de holgada mayoría para el socialista Pedro Sánchez, y la suma de PP, Ciudadanos y Vox no sería suficiente para gobernar. C’s, que se ha movido con comodidad en los momentos de mayor confrontación en Catalunya y que vivió su época dorada en los instantes posteriores al referéndum y la suspensión del autogobierno, está tratando de recuperar ese espíritu anunciando una gira “por la libertad”, de tintes pretendidamente épicos, en municipios vascos gobernados históricamente por la izquierda abertzale. Rivera busca recuperar la gloria perdida como adalid contra el nacionalismo (no español), mientras el PP de Pablo Casado intenta agitar el voto del miedo contra Sánchez por sus eventuales acuerdos con una izquierda aber-tzale que no se encontraría madura.

Albert Rivera, quien ya intentó recuperar su protagonismo en Catalunya con la retirada de los lazos amarillos por las bravas, viajó ayer a Errenteria con su comitiva, que se vio retroalimentada por los abucheos de los presentes y los lazos amarillos de grandes dimensiones colocados en los balcones, con el aplauso de la izquierda abertzale. Rivera buscó el cuerpo a cuerpo gritando a quienes los increpaban que era una lástima que no hubieran plantado cara a ETA. Hubo cargas policiales para dispersar a los presentes, pero no se llegó tan lejos como el sábado con Vox en Bilbao. La izquierda abertzale no renunció a escenificar su rechazo, en un intento de polarizar su discurso con la derecha española. La delegación de Rivera abandonó satisfecha el lugar, grabando con sus móviles el paseíllo, para colgar después el vídeo en Twitter y proclamar con orgullo que continúa “el odio nacionalista”. “Volveremos pronto”, amagó. La Er-tzaintza, mientras tanto, escoltaba a C’s en su salida, aguantando el chaparrón y, seguramente, con pensamientos similares a los que albergan los Mossos d’Esquadra cuando se los ha colocado en un brete similar. C’s, y también la izquierda abertzale, consiguieron ayer catalanizar Euskadi.

Rivera, acompañado de Maite Pagazaurtundua y Fernando Savater y en medio de una intensa cacerolada, recuperó los viejos mantras que defendía aquí el PP hace años, como una reforma electoral para que voten los vascos que se exiliaron por ETA (un asunto muy polémico por la dificultad para distinguir los que se fueron por una amenaza real, y los que abandonaron por razones laborales o de otra índole), y sancionar a los ayuntamientos por los homenajes a presos. Es más, en su reforma electoral no habló de los exiliados por ETA, sino de los vascos expulsados por “el nacionalismo”. Rivera no deja de esgrimir las reformas electorales con el objetivo de restar terreno al PNV y al independentismo catalán.

C’s se marchó de Errenteria grabando el abucheo, proyectando la sensación de que la misión estaba cumplida. Así lanzó su campaña En Marcha por la Libertad en tierras vascas, donde no le espera mayor ganancia que esa foto, porque las encuestas no le auguran representación en Euskadi. La foto, sin embargo, le puede reportar votos en España, donde lo fía todo a esa vieja gloria como adalid contra el nacionalismo y a ganchos como el de la líder catalana Inés Arrimadas, que pinchó en su intento de buscar bronca con Carles Puigdemont en Waterloo. Ahora le toca a Euskadi.

Incluso los dos escaños del PP autonómico en el Congreso están en duda. Los populares vascos, incómodos con esta estrategia que saben que no vende en Euskadi, se ven sometidos a un propósito mayor que pasa por revitalizar a Casado en su acceso a La Moncloa. Casado ve un potencial flanco de debilidad para Sánchez en el apoyo que le dio EH Bildu para convalidar sus decretos sociales. Comenzó a agitar el espantajo de ETA para movilizar el voto del miedo contra el socialista, que pacta con quienes tienen las manos “manchadas de sangre”. Ayer introdujo el asunto con calzador en un mitin en Galicia, donde observó al concurrido público, lo comparó con las cifras de muertos de ETA, y preguntó de manera desconcertante a los asistentes si se imaginaban que todos ellos fueran las víctimas.

El show de la campaña española ha aterrizado en Euskadi con la complicidad de Bildu, mientras el PNV pedía ayer un voto a favor de la gestión y los acuerdos para desmarcarse de todos los ultras, de uno u otro bando.