vitoria - La imagen de Julio César ante el río Rubicón es el prototipo de las decisiones sobre las que no cabe marcha atrás. La campaña electoral que comenzó esta pasada medianoche ha puesto a muchos líderes políticos junto a su Rubicón. Pero, curiosamente, en muchos casos y ya sea consciente o inconscientemente, ya lo han cruzado y están en el otro lado.

Algo así ocurre en Euskadi con EH Bildu y el enfoque de su campaña. Cuarenta años de desdén más tarde, el mensaje de la izquierda abertzale es la defensa del autogobierno ante la amenaza de las derechas españolas, tratando de mimetizar una postura que históricamente ha sido del PNV. Ayer mismo, Arnaldo Otegi priorizó la presencia en las instituciones españolas para hacer políticas públicas con sensibilidad social. El enredo de hacerlo supeditado a un grupo ajeno (ERC) y en la estrategia ajena del soberanismo catalán no aporta certidumbres más allá de que Sortu pasa por el aro que fue su anatema y trata ahora de nadar al lado del río en el que los jeltzales siempre han sostenido que había que estar. Lo que augura un pulso por el suelo seco entre quienes llevan décadas arándolo y quienes lo reclaman para sí todavía empapados por el chapuzón. Y será en clave de movilización del voto, como auguraba anoche Andoni Ortuzar: “No se puede perder ni un voto por el camino. No os creáis las encuestas”.

Otro que ha cruzado su propio cauce es Pablo Casado. Él sabe mejor que nadie que no tiene marcha atrás y que de lo que suceda de hoy en 16 días depende su futuro político. Consciente de que le amenaza el dudoso honor de ser el presidente más breve del PP, Casado crispa el discurso y se rodea en esta cruzada de actitudes templarias, dispuestas a tirar de acero pero más duchas en el debate tabernario que en la contundencia de los proyectos sociales, económicos y territoriales. No es de extrañar que ese nerviosismo lleve a Casado a desconocer el salario mínimo interprofesional o a Cayetana Álvarez de Toledo a responder con insultos a los escraches de los universitarios catalanes. Significativo el concepto de la formación superior pública que se le escapa bajo la bilis a la candidata popular cuando califica a sus estudiantes de “subvencionados a los que pagamos todos”.

Al otro lado del río está también Pablo Iglesias. La apuesta tan descarnada por su liderazgo salvador lo pone en primera línea del examen electoral. El modo en que Unidas Podemos somete toda su estrategia a la imagen de Iglesias en contraposición a los liderazgos alternativos que le han ido saliendo y se han consolidado en ambitos territoriales concretos -Colau, Carmena,...- vincula el proyecto al éxito de su líder y un eventual castigo electoral puede no ser tan fácilmente superado mediante su sustitución. Y explicar a estas alturas que el proyecto no es él puede no ser menos contraproducente.

También hay estos días quienes no han necesitado mojarse los pies para cruzar su Rubicón. A Vox se lo ha pasado en brazos Pedro Sánchez. Para ser justos, hasta la mitad del río les llevaron a hombros Casado y Rivera tan arrimados a su discurso ultranacional que dejaron todo el centro político en manos del silencio del socialista.

Pero ayer, Sánchez sacó a Abascal completamente seco al otro lado al aceptar un debate televisado con su presencia. Lo hizo por la evidencia de que el pulso entre los dientes del tridente nacionalderechista le facilitará las cosas ante el público; bien porque Abascal, Rivera y Casado se parezcan tanto entre sí que cueste distinguirlos, bien porque se dediquen a zurrarse para ganar el liderazgo de la alternativa. Pero, entre tanto, Sánchez ha naturalizado la presencia de la extrema derecha como fuerza homologable a una democracia cuando sus mensajes, de materializarse en leyes, supondrían tal deterioro de sus libertades que difícilmente podría seguir calificándose como tal.