Londres - El último año completo del Reino Unido dentro de la Unión Europea (UE) ha resultado ser uno de los más convulsos de su historia reciente, con una marcada inestabilidad política que ha puesto en el ojo del huracán al Gobierno de la primera ministra británica, Theresa May.

Con un Ejecutivo dividido entre aquellos favorables a un Brexit duro, que rompa por completo los lazos con el bloque comunitario, y los partidarios de una salida “suave” de la UE, May ha tenido que lidiar con ambos sectores al tiempo que gestionaba unas arduas negociaciones con Bruselas. En julio, la premier consiguió materializar una propuesta, conocida como plan de Chequers, que contemplaba la creación de un mercado común de bienes británico-comunitario con equivalencia normativa.

Aunque en un primer momento recibió el apoyo de su Gobierno en bloque, escasas horas después de hacer público el controvertido proyecto presentaron su dimisión el ministro para el Brexit, David Davis, y el notorio titular de Asuntos Exteriores, Boris Johnson. Ambos políticos pertenecían a la poderosa minoría de ministros pro Brexit duro del gabinete de May y consideraron sus planes demasiado complacientes con el club de los Veintisiete.

La primera ministra no se resignó ante este revés y decidió, antes del receso estival, asumir personalmente el control de las negociaciones con la Comisión Europea (CE), conducidas por Michael Barnier, en su punto más sensible. Las conversaciones entre ambos bloques entraron poco después en un impasse, sobre todo, por los desacuerdos existentes sobre la salvaguarda para evitar una frontera dura entre la República de Irlanda y la provincia de Irlanda del Norte.

Finalmente, May cedió a incluir la conocida como backstop, una garantía que prevé que el Reino Unido permanezca en la unión aduanera y que Irlanda del Norte también esté alineada con ciertas normas del mercado único, hasta que se establezca una nueva relación comercial entre ambas partes, negociada en el periodo de transición entre el 29 de marzo de 2019 y finales de 2020. Una concesión que le valió la tercera importante dimisión del año, la del ministro para el Brexit, Dominic Raab, apenas cinco meses después de haber accedido al cargo, por considerar inaceptable esa cláusula.

Con todo, la primera ministra conseguía el 25 de noviembre que los Veintisiete -incluida España, que había amenazado con vetar el acuerdo por desavenencias respecto al peñón de Gibraltar- apoyaran en un Consejo Europeo el Acuerdo de Salida y la Declaración Política.

Pero a May le quedaba aún el complicado reto de recibir el apoyo de la Cámara de los Comunes. Conocedora de que la oposición votaría en contra del acuerdo, así como el sector más euroescéptico de su propio partido, May decidió cancelar la votación del 11 de diciembre y fijarla en la semana del 14 de enero. Una maniobra para tratar de ganar tiempo logrando de la UE concesiones y garantías al pacto que ayuden en su aceptación parlamentaria, si bien los Veintisiete mantienen la puerta cerrada a renegociaciones.