Una vez adoptada la decisión de exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos, son múltiples las incógnitas que se ciernen sobre el futuro del mausoleo: hasta qué punto se puede revertir su arraigada condición de enclave de exaltación fascista; su desacralización, con especial hincapié en la gran cruz que lo preside; las decenas de miles de víctimas de ambos bandos que están enterradas en su interior; o la naturaleza de un posible centro de estudios o museo de historia sobre la Guerra Civil y la dictadura. Los bandazos protagonizados por Pedro Sánchez, que ha pasado de proponer un museo de la memoria en ese espacio a apostar por convertirlo en un cementerio civil, junto con las aportaciones que realizarán el resto de grupos en el trámite parlamentario de la exhumación, abren todo un abanico de posibilidades.

Josu Ibargutxi, portavoz de la plataforma memorialista Goldatu, afirma que la salida del cuerpo de Franco “se produce muy tarde pero está muy bien, es un acto simbólico importante y nos congratulamos porque es el mayor victimario”. Pero advierte de que “quedan en el tintero muchos problemas, ¿van a pasar otros 40 años para solucionarlos?”. Así, recuerda la presencia, “todavía en un espacio preeminente”, de José Antonio Primo de Rivera, y aboga por expulsar a la orden religiosa que gestiona el espacio y por ilegalizar a la Fundación Francisco Franco, cuya existencia “nadie entiende en Europa”. Subraya “la tarea que tiene todavía este Gobierno, si verdaderamente es del cambio y democrático”, y concluye: “El toro franquista está vivo y coleando y hay que empezar a preparar la puntilla”.

El catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la UPV/EHU Ramón Zallo coincide en que “el menor de los problemas del Valle de los Caídos es precisamente la exhumación de Franco. Es un mínimo gesto, poco proporcionado en relación a todo lo que ocurrió en la Guerra Civil y el franquismo: las cunetas, la desmemoria?”. Una de las principales posibilidades sobre la mesa, reconvertir el Valle de los Caídos en un centro de memoria y estudio sobre ese periodo negro de la Historia, provoca las suspicacias del catedrático de Ciencia Política de la UPV/EHU Pedro Ibarra. “Me da miedo que se vaya a matizar el relato histórico de que hubo un golpe de Estado, una guerra, unos militares que ganaron y una dictadura, y que se diga que aquí todo el mundo tuvo la culpa”, confiesa. “¿Hacer un monumento recordatorio sobre los dos lados? Pues no. ¡Si aquí hay gente que sigue en las cunetas!”, agrega de forma apasionada.

Durante su gira iberoamericana, Pedro Sánchez descartó crear allí un museo de la memoria dada la imposibilidad, dijo, de resignificar el Valle de los Caídos. Abogó por ubicarlo en otro espacio y reconvertir así el mausoleo en un “cementerio civil”. A la espera de que se concrete este planteamiento, Ramón Zallo marca los parámetros que deberían definir dicho centro: rechazó que sea un elemento de reconciliación y abogó por aprovechar la ocasión para hacer una reflexión crítica. “No hay nada que reconciliar, hay que denostar, criticar y denunciar lo que fue la Guerra Civil y el franquismo”, asegura a DNA. Una tarea que está pendiente desde 1977, ya que “la democracia española nació con desmemoria, consintiendo que las mismas clases que vivieron del franquismo se restauraran a sí mismas”.

Josu Ibargutxi aporta que “debería ser un lugar de memoria de todos aquellos luchadores en defensa de una república legítimamente constituida. No podemos permitir que haya víctimas del bando que se sublevó y mucho menos que se las exalte en lugares preeminentes”. La propuesta de Ramón Zallo tiene dos vertientes. “No soy partidario de destruir la basílica -explica-, sino de darle una misión doble, un centro de estudios críticos y un museo sobre una historia crítica en el sentido de que fue un alzamiento nacional fascista contra la democracia”. Alega que “nos sobran museos de la reconciliación que no dicen nada y que repiten retóricas adornadas. Hace falta una memoria democrática sobre las guerras y todo lo que sea abuso de poder y pasar por encima de las mayorías y las democracias”. Advierte, eso sí, de que si no se puede hacer una resignificación “total, es decir crítica, mejor lo dejamos así, sin la cruz, y no hacemos nada”.

Banco de ADN El cambio tendría que empezar siendo nominal, según Josu Ibargutxi, que aboga por “empezar a hablar de Cuelgamuros, olvidándonos del Valle de los Caídos”. Se refiere además a otro de los problemas candentes, los 33.866 combatientes enterrados allí, entre ellos “alrededor de 1.100 gudaris y combatientes de Euskadi que fueron trasladados contra la voluntad de sus familiares”. El miembro de Goldatu y de la Plataforma Vasca Contra los Crímenes del Franquismo se pregunta “cuántos familiares están dispuestos a que permanezcan allí” e insta al Estado a asumir su “responsabilidad subsidiariamente” y a crear un banco de ADN. “No solo para los restos que puedan estar en el Valle, sino para localizar a las más de cien mil víctimas repartidas en fosas y cunetas, como se está haciendo ahora en Paterna”, añade, por lo que llegaría “40 años tarde”.

Ramón Zallo se muestra escéptico respecto a una misión que califica de “inabarcable”. “El franquismo ya se cuidó de mezclar todos los restos para un supuesto sacrificio colectivo”, señala. Todos coinciden en apostar por demoler la cruz, dada su finalidad de “legitimación religiosa de todo lo que ocurrió en los años 36-39”, según el catedrático de Comunicación Audiovisual. Ibargutxi reivindica la “dignificación de todas las víctimas del franquismo” y aboga por ir más allá del derribo de la cruz para “quitar todas las estatuas franquistas” y hacer del mausoleo un espacio “absolutamente laico”. Preguntado por uno de los aspectos objeto de discusión, la urgencia alegada por Moncloa para acometer esta iniciativa, Pedro Ibarra se subleva. “Es insostenible. ¿Cómo se puede decir que hay que seguir esperando después de 40 años? Hay que hacerlo no de forma urgente, sino mañana mismo, y bastante retraso hay ya, desgraciadamente”, apunta.

Una de las consecuencias de este proceso es la reacción en contra de grupos de ultraderecha y del PP, que no apoyará al Gobierno de Sánchez en la exhumación, como tampoco lo hará Ciudadanos. Para Zallo, “la posición del PP significa que tiene una raíz muy profunda del franquismo”, una herencia que “revierte en ocasiones cuando los barnices democráticos desaparecen y aparece el autoritarismo”. Pone como ejemplo su actuación en los años 90 en Euskadi, “cuando intentó criminalizar a todo el nacionalismo”, y actualmente en Catalunya. Josu Ibargutxi interpreta que “este pataleo tan fuerte demuestra que el franquismo no está muerto” y se congratula de que, al menos, “se eliminen las caretas”.