bilbao - Albert Rivera dio ayer un paso más en su pretensión de convertirse en el abanderado de la unidad de España, y avisó al PNV de que, si Ciudadanos gana las próximas elecciones generales, se acabarán los “privilegios y chanchullos que han hecho con Rajoy”. Rivera se refiere al acuerdo suscrito con el Gobierno español para renovar la Ley Quinquenal del Cupo y actualizar el Concierto Económico. Son las dos herramientas nucleares de la autonomía financiera de Euskadi, que regula y recauda sus propios impuestos, y paga al Estado un Cupo por las competencias no transferidas. Rivera ha sido muy crítico con el acuerdo del Cupo porque cree que beneficia en exceso a los vascos y deberían pagar más, aunque no es un secreto que cuestiona la autonomía fiscal en sí misma.
Con su apuesta, Rivera declara oficialmente la guerra a la singularidad vasca, consciente de que sus opciones de crecimiento electoral no pasan precisamente por Euskadi, donde su partido no ha logrado irrumpir en el Parlamento Vasco. Además, se presenta como la alternativa capaz de poner fin a la influencia histórica del nacionalismo vasco y catalán en el Congreso de los Diputados, donde la aritmética parlamentaria y la necesidad de apoyos de los sucesivos gobiernos españoles han provocado que los ejecutivos busquen el apoyo del PNV y la antigua Convergència para sacar adelante los Presupuestos.
Esa práctica, criticada por los sectores más centralistas del Estado porque supondría ceder ante el nacionalismo, ha sido una constante en las últimas décadas, e incluso el inflexible José María Aznar, condicionado por su minoría parlamentaria, firmó un acuerdo histórico con los jeltzales para renovar el Cupo y ampliar la capacidad recaudatoria de la comunidad autónoma en 1997. La intención de Rivera desde que arrancó la legislatura ha sido conformar un bloque constitucionalista con PP y PSOE para aislar al nacionalismo vasco y catalán. En un Estado plurinacional como el español, supondría echar tierra sobre el problema de encaje de las nacionalidades históricas. Un gobierno de Ciudadanos expondría al PNV a una larga travesía en el desierto, sin capacidad de maniobra para introducir su agenda. Los jeltzales reivindican su capacidad de resistencia y adaptación, y ayer aseguraron que sabrían amoldarse a una mayoría naranja en Madrid, aunque es un escenario que causa mucha preocupación en Sabin Etxea.
Rivera lanzó ayer su advertencia en un momento en que las encuestas le sonríen. El CIS lo sitúa ya en la tercera plaza por delante de Unidos Podemos, y un sondeo de El País le concedía, incluso, la victoria. Las elecciones generales están previstas para junio de 2020, pero el triunfo de Ciudadanos en los comicios catalanes de diciembre está provocando que el partido naranja deje en suspenso su acuerdo de investidura con Rajoy y no se descarta un adelanto electoral. El resultado de las elecciones municipales y autonómicas de junio del próximo año puede ser clave.
El presidente de Ciudadanos arremetió ayer contra el PNV en la pugna que ha abierto con el PP para disputarse el liderazgo del centralismo. Según dijo, los jeltzales lo critican porque están “preocupados” y saben que, si Ciudadanos gana las elecciones, “los privilegios y los chanchullos que han hecho con Rajoy” no los van a volver a tener. “Los chicos de Sabino Arana y del cuponazo no nos pueden dar muchas lecciones de igualdad ni de solidaridad. Nosotros defendemos la igualdad de todos los españoles y un modelo de financiación justo para todos, no solo para unos pocos”, dijo. En su cuenta de Twitter, llegó a denunciar el “supremacismo y la insolidaridad” de los políticos nacionalistas.
populismo de berlusconi Las declaraciones de Rivera llegaron después de que el presidente de la Ejecutiva del PNV, Andoni Ortuzar, asegurase en una entrevista en Onda Cero que “el mayor problema que tiene la política española es de color naranja y se llama Ciudadanos”. A continuación, comparó a Rivera con Silvio Berlusconi por su discurso “populista”, y calificó a su partido de “talibán”. Ortuzar matizó que suele relativizar mucho las encuestas y, cuando se le preguntó si un Gobierno español de Ciudadanos sería el peor escenario para el PNV, reivindicó los cien años de presencia jeltzale en el Congreso de los Diputados y su capacidad de adaptación. “Hemos sobrevivido a dos dictaduras, gobiernos con mayorías absolutas, gobiernos con minorías necesitadas...”, citó Ortuzar, dentro de una larga enumeración. “Y aquí estamos. Nosotros somos un partido resistente cuando hace falta, y también sabríamos amoldarnos a una mayoría de Ciudadanos”, dijo. Sin embargo, quiso preguntarse si, “para esa España que se nos llena la boca hablando de ella, que es plural, que tiene identidades compartidas pero plurales, que hay que construir entre todos, ¿gente tan talibán como esta es la mejor para dirigir un país así, o no? Yo creo que no”, zanjó.
El rifirrafe entre el PNV y Ciudadanos da una medida del estado de su relación, que es inexistente. Andoni Ortuzar y Albert Rivera solo han coincidido en actos protocolarios, como sucedió en Bruselas en junio del pasado año, donde se hicieron la foto de familia con el grupo ALDE, miembros del Partido Demócrata Europeo y comisarios de la Unión. En el Congreso, la relación entre los grupos parlamentarios se ciñe a la tramitación de leyes sectoriales. A esta incomunicación contribuye que Ciudadanos no tenga estructura en la comunidad autónoma. La relación con su portavoz Nicolás De Miguel no va más allá del saludo de cortesía. En pleno enfrentamiento político, el contexto no parece el más propicio para celebrar un encuentro que ninguna de las dos partes está buscando, aunque Ortuzar no tendría ningún inconveniente en citarse con Rivera para explicarle los detalles de su propuesta y el Concierto Económico.
Al PNV le preocupa que su discurso genere un clima de opinión contrario a las demandas vascas, precisamente cuando se está reclamando el traspaso de las competencias pendientes (que ni siquiera ha comenzado), y un nuevo estatus de autogobierno, que debe ser acordado en el Parlamento Vasco y tramitado después en el Congreso. También existe el riesgo de que este discurso condicione la política del PP.