sólo desde el recuerdo del 1-O y la aplicación del 155, que nunca puede ser blando desde el momento en que un partido minoritario se hace con el poder sin pasar por las urnas, se entiende por qué el independentismo puede llevar toda la campaña sin terminar de concretar cuáles son sus planes para la futura legislatura en el caso de que reedite una mayoría suficiente para gobernar. Veamos. No sabemos quién será el president, habida cuenta de que los cabezas de lista y otros nombres destacados de sus listas están fuera del circuito parlamentario por obra del Tribunal Supremo. Y si me apuran, hasta se desconoce el riesgo que están dispuestos a asumir quienes siguen en Bélgica en el momento en el que tengan que tomar posesión de su escaño. Es decir, que si de ellos depende una mayoría absoluta o una relativa, desconocemos si vendrían y más aún, si la Justicia española les dejaría ejercer de parlamentarios en plenitud de facultades.
Tampoco conocemos (los programas no lo explicitan) si habrá desarrollo de una república que solo fue declarada simbólicamente o se resetea el procés para encontrar mejor ocasión de avanzar un futuro. Es decir, parece claro que se insistirá en el diálogo con el Estado español pero no se sabe qué camino adoptará en caso de no recibir respuesta. Esta vez, eso sí, se ha aprendido de un error autoimpuesto: los plazos tasados para el cumplimiento de las aspiraciones máximas.
Bueno, pues pese a todas estas incógnitas no parece que el electorado independentista desfallezca. Más bien, lo subrayable es que pese a todas las dificultades, internas y externas, pese a competir en desigualdad, por encima de las incertidumbres, las formaciones independentistas aguantan el tirón, o al menos eso dicen las encuestas. Sí, ya sé que El País y El Mundo aúpan a Arrimadas, pero esa película ya nos la han contado otras veces y por eso me fío más de La Vanguardia, El Periódico, Avui o Ara.
Ciudadanos, al margen de encuestas, obtendrá unos buenos resultados si consideramos como buenos mantener o incrementar ligeramente su número de escaños. Y eso se podría deber a que su mensaje es, en contraposición del independentista, nítido. Ha rentabilizado, frente a un PP mal liderado por García Albiol, su papel de opositor referente y se ha merendado el terreno de la derecha española con el mismo discurso españolizante de siempre pero con formas renovadas. La duda es qué pasa con el resto que no se identifica con el independentismo y tampoco con este nacionalismo español, esa variable representada por el socialista Iceta y los comuns de Domenech será la que determine hacia qué lado cae la balanza.