BARCELONA - A escasos meses de que ETA anuncie su desaparición definitiva y deje de condicionar para siempre la vida política, social y económica de Euskadi, los empresarios vascos, al menos la representada en sus organizaciones patronales, han dado un paso al frente para denunciar el “hostigamiento” sufrido durante cuatro décadas por la banda armada y por quienes desde la izquierda abertzale política han jaleado y justificado ese acoso, e incluso los secuestros a empresarios y, en muchos casos, el asesinato de medio centenar de ellos. Expresan la soledad sufrida durante años ante ese acoso y destacan la “enorme valentía” demostrada pese a las amenazas, aunque sienten que no ha tenido el reconocimiento de la sociedad vasca. La patronal nacional vasca y las tres territoriales de la CAV celebrarán el próximo viernes en Bilbao un acto de homenaje a todos ellos, coincidiendo con el sexto aniversario del anuncio por parte de ETA de cese definitivo de su actividad armada.

En el artículo que publica este diario junto a esta información, los presidentes de Confebask, Adegi, SEA y Cebek denuncian la “enorme soledad” en la que los empresarios vascos han afrontado el ciclo de la violencia etarra, especialmente en la época conocida como los años de plomo. A finales de los años setenta y comienzos de los ochenta del siglo pasado, ETA golpeó con dureza a la clase empresarial mediante los secuestros que se convirtieron en un medio para obtener sumas millonarias pagadas como rescate. Muchos de ellos terminaron incluso en asesinato.

Algunos estudios universitarios elevan hasta 10.000 el número de empresarios extorsionados con este denominado impuesto revolucionario. La mayoría del empresariado no cedió ante el chantaje y no pagó el rescate exigido. En concreto, entre un 5% y un 13% de empresarios cedieron a la extorsión, y algunos expertos señalan que los daños en la economía vasca fueron superiores a los provocados por la crisis. También fue una minoría la que terminó marchándose fuera de Euskadi, aunque sí ha habido bastantes casos de traslado de su lugar de residencia a otros lugares del Estado, llevándose consigo a la familia.

El primer empresario asesinado por ETA fue el director gerente de Sigma Angel Berazadi, que había sido secuestrado el 18 de marzo de 1976 y fue encontrado muerto en Elgoibar el 7 de abril de 1976, mientras que el último fue Inaxio Uria, consejero de la empresa Altuna y Uria, una de las constructoras del Tren vasco de Alta Velocidad, que fue asesinado el 3 de diciembre de 2008 en Azpeitia.

Entre esas dos fechas, ETA llegó a secuestrar a medio centenar de empresarios y a asesinar a cuarenta, entre ellos Javier Ibarra y Bergé (1977), José Edmundo Casan Pérez-Serrando (1991), Francisco Arratibel (1997) o Joxe Mari Korta (2000).

Los empresarios vascos denuncian en el artículo el acoso realizado desde “una parte de la sociedad vasca que incluso llegó a jalear los asesinatos, secuestros y amenazas”. Aunque en el texto no lo mencionan, este mensaje está dirigido mayormente a la izquierda abertzale, por su complicidad política y emocional con este tipo de actuaciones por parte de ETA.

“Todavía resuenan en nuestra mente gritos y pintadas hirientes hacia un amplio número de empresarios y empresarias que de esa forma fueron marcados en sus pueblos, ante sus vecinos, familias y amigos, pretendiendo generar dudas sobre su prestigio personal y profesional”. Los presidentes de las patronales Confebask, Adegi, SEA y Cebek sostienen que, a pesar de la dureza de aquellos años, los empresarios siguieron trabajando y “apostando por nuestro país, a sabiendas del riesgo que podía suponer para sus vidas y las de sus familias”.

‘impuesto revolucionario’ De algunos de esos miles de empresarios, la banda obtuvo unos cinco millones de euros anuales en los años 70 y 80. Más tarde, a partir del 2.000, los ingresos descendieron a unos dos millones anuales. A ello hay que sumarle lo que obtuvieron con los secuestros, unos 100 millones de euros. Secuestros como el del abogado Cosme Delclaux, cuya familia pagó más de 1.000 millones de pesetas por su liberación. Muchos de los receptores de estas aterradoras cartas accedían al chantaje no solo por ver su vida correr peligro; también por maniobras estigmatizantes como pintadas frente a su domicilio que servían para señalarle ante su vecindario. El dinero logrado a través de los rescates por los secuestros y por el impuesto revolucionario contribuyó a mantener operativa la actividad armada de ETA pero también la responsabilidad ciudadana.

Los empresarios vascos no quieren “olvidar el pasado”, aunque abogan por mirar al futuro. “Hay que recordar lo vivido para transmitir a las generaciones presentes y futuras que nunca más puede repetirse algo semejante. No es posible construir la convivencia por encima de la memoria de las víctimas”.

Tras recordar que ETA y su violencia ha sido “derrotada” por el conjunto de la sociedad vasca, emplaza a la banda a que declare su “disolución definitiva”. Asimismo, reclama al mundo de la izquierda abertzale el reconocimiento del daño injusto causado. “En una parte minoritaria de la población vasca pervive todavía la falta de reconocimiento del dolor causado, específicamente al colectivo empresarial vasco”, sostienen en el artículo.