londres - Un fuerte dolor de garganta dejó sin voz en varias ocasiones a la primera ministra británica, Theresa May, mientras daba el discurso con el que ponía el broche final a la conferencia conservadora. Fue como una metáfora de su situación personal dentro de su dividido partido. La líder británica intentó reafirmar su liderazgo prometiendo “renovar el sueño británico”. May, que había dado 26 entrevistas la jornada anterior para intentar apagar los fuegos internos que piden que eche de su Ejecutivo a su polémico ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, llegó sin apenas voz al final de la reunión de su partido en Mánchester. Intentó dar un golpe de mando y unión, pero no lo consiguió.

Para dar respuesta al aumento de la popularidad del partido laborista y las propuestas de la oposición en su conferencia en Brighton, May anunció un plan cifrado en 2.000 millones de libras para construir más vivienda social y ayudas al alquiler. En total, esperan poder suministrar alrededor de 25.000 casas más a precios asequibles en un país donde cada vez más gente no puede permitirse adquirir una vivienda, ni siquiera alquilarla. Su ambicioso plan fue ensombrecido por sus problemas de voz, que la dejaron sin energía para unir a su dividido partido entorno a la política por la que el Reino Unido debe apostar en la negociación del Brexit sobre la factura del divorcio con Bruselas. A eso se une su anuncio de congelar las tasas de matrícula universitarias y la factura energética, quedando claro que el laborismo marca la agenda conservadora.

Si las cosas no iban bien en el escenario para May, tampoco mejoraron con la aparición inesperada del comediante Simon Brodkin, también conocido como Lee Nelson por los británicos. Logró pasar todos los controles de seguridad y llegar al podio donde estaba la premier para entregarle el documento P45, un aviso de despido que se entrega en todas las empresas británicas.

Nelson, ni cortó ni perezoso, le dijo a May al entregarle el documento que su ministro de Exteriores le había pedido que se lo diese. Mientras una parte de la audiencia se sonrojó, otra no podía creerse lo que estaba pasando. Al final, la primera ministra decidió tomárselo con humor y bromeó diciendo que al único al que le quería dar el P45 era al líder de la oposición, Jeremy Corbyn. Lo cierto es que la figura del líder de la oposición fue una de las más mencionadas durante la conferencia. Corbyn ha pasado de ser el protagonista de bromas y ridiculizaciones a ser una figura a tener en cuenta entre los tories, que no terminan de creerse que sea favorito en la intención de voto en las encuestas en caso de que hubiese elecciones generales.

De hecho, la prensa británica apunta en un abrumador consenso de que Corbyn y el laborismo están en ascenso y los tories están preocupados. Si bien en conferencias anteriores, cualquier sugerencia de que Corbyn se convertiría en primer ministro era ridiculizada, la mayoría de los delegados en esta última edición lo ve ahora como un resultado muy posible, si no probable.

“doncella de hielo” Frente a los que acusan a May de ser fría, o los que la apodan doncella de hielo, como el ex ministro de Economía y Hacienda, George Osborne, ésta reconoció que no es “el tipo de persona que lleva el corazón en la manga”. Apostó por un discurso más personal de lo habitual, en el que llegó a pedir disculpas por el resultado de las últimas elecciones generales, a las que llamó contra todo pronóstico para reafirmar su poder y la mayoría absoluta obtenida por su predecesor, David Cameron, pero que terminó perdiendo y la arrastró a un gobierno de coalición con los unionistas norirlandeses.

La primera ministra admitió que su breve campaña fue “demasiado programada y demasiado presidencial”. Tuvo un recuerdo para los afiliados de su partido que hicieron campaña en las elecciones de junio e intentó sacar pecho de unas de las pocas alegrías: “Debido a su trabajo duro obtuvimos 2,3 millones de votos más y alcanzamos nuestro mayor porcentaje de votos en 34 años”, declaró May. Eso no hizo que obtuviese la victoria que quería porque su campaña nacional “se quedó corta” y asumió la responsabilidad de los errores.

La premier también utilizó su discurso para instar al partido conservador a “dar forma” y darle el liderazgo que necesita para la estancada y complicada negociación del Brexit con el bloque común. “Hagamos nuestro deber desde el Reino Unido: démosle al país el gobierno que necesita” pidió a sus simpatizantes.

La voz volvió a desaparecer en varias ocasiones, teniendo que pararse a tomar agua y su ministro de Hacienda, Philip Hammond, el más europeísta de los que estaban sentados en primera fila, se ofrecía a darle un caramelo que aliviase el dolor de su jefa. Las desgracias no acaban ahí, y a sus espaldas, las letras del nuevo eslogan conservador “Construir un país que funciona para todos”, se caían en pedazos.

La cara de la líder conservadora se entristecía por momentos y llegó a emocionarse al final de su atormentado discurso. Su marido apareció para apoyarla y darle un abrazo, pero los aplausos en el recinto no consiguieron eclipsar la preocupación por que la compasión por la primera ministra puede acabar con su carrera política.