BARCELONA - Un miércoles cualquiera, como el de ayer, puede convertirse en una jornada decisiva para el proceso catalán. La intervención de la Guardia Civil en sedes de departamentos de la Generalitat y de partidos políticos, y en casas y despachos particulares, ha colmado la capacidad de contención de los catalanes. La tensión, ahora sí, ha llegado a la calle. El cerco judicial y policial contra todo lo que huela a referéndum provocó ayer una vuelta de tuerca en las movilizaciones ciudadanas. Esta vez y de forma espontánea, sin anuncios ni inscripciones ni camisetas, los ciudadanos volvieron a ocupar las calles de forma masiva. Convocados y movilizados a través de las redes sociales protagonizaron un despliegue que duró horas en la capital catalana.

Desde primera hora de la mañana y a medida que los medios de comunicación informaban de la presencia de la Guardia Civil en distintos edificios públicos de Barcelona, las concentraciones de gente fueron ocupando el asfalto obligando a la Guardia Urbana a cortar la circulación. La afluencia aumentó a medida que avanzaba el día y que terminaban las jornadas laborales. Miles de personas se congregaron en la confluencia de Rambla de Catalunya con la Gran Vía, el punto al que tanto entidades soberanistas como partidos políticos recomendaban acudir.

El motivo es que allí se encuentra la sede del Departament de Economía, uno de los que la Guardia Civil registró desde primera hora de la mañana. La consigna para los manifestantes era no permitir que los agentes salieran del edificio con documentación requisada. Con esta premisa, y el bloqueo de los accesos a la calle consumado, miles de personas cantaron y lanzaron proclamas en favor de la democracia, la independencia y en apoyo a los empleados que seguían confinados dentro de las dependencias del Departament.

Los puntuales conatos de violencia que se pudieron encender frente a los diferentes cordones policiales fueron reducidos de inmediato por los propios manifestantes, que velaron porque todos los presentes mantuvieran la cabeza fría. Fueron muchas las horas que algunos pasaron custodiando las entradas y salidas de los edificios oficiales inspeccionados con el objetivo de evitar u obstaculizar, al menos, la salida de los agentes con material requisado o incluso con personas detenidas. Fueron los Mossos d’Esquadra los que se encargaron de crear un perímetro de seguridad para el propio cordón de la Guardia Civil y sus vehículos.

Solo en las concentraciones ubicadas frente a los departamentos de Governació, Afers Exterior y Benestar Social lograron los agentes dispersar a los concentrados y permitir la salida de los vehículos. Los manifestantes, siguiendo las indicaciones de papeletas que fueron distribuidas durante todo el día, llevaron a cabo una resistencia pacífica, facilitando la labor de los Mossos a la hora de ser apartados de la vía pública.

El papel que los Mossos van a desempeñar en los días previos y en el transcurso del propio 1 de octubre era uno de los debates más intensos de las últimas semanas. A través de Twitter, la policía catalana aseguró que su presencia en la calle buscaba evitar altercados y garantizar la seguridad de todo el mundo. El protagonismo tibio que llevaron a cabo ayer y la previsión de la llegada de más efectivos de la Guardia Civil a Catalunya apunta a un segundo plano para la policía autonómica.

Otro foco de tensión y movimientos fue la sede de la CUP, la única que vivió ayer la presencia de las fuerzas policiales. A lo largo de la tarde, centenares de manifestantes velaron también frente a las puertas de la sede barcelonesa del partido antisistema para impedir la entrada de la Guardia Civil, que pretendía irrumpir pese a carecer de una orden judicial.

Tanto las entidades soberanistas como los partidos favorables al referéndum saben lo importante que es que no exista ningún atisbo de violencia en el recorrido hasta el 1 de octubre. Pero la respuesta de Moncloa de estos últimos días ha hecho saltar a la calle la tensión que se vive desde hace semanas en las instituciones. La movilización amenaza con convertirse en permanente, emulando así el 15-M en el que los ciudadanos acamparon en las plazas de todo el Estado durante semanas. A diez días del referéndum, esta ofensiva contra las instituciones catalanas ha puesto en pie de guerra definitivamente a la ciudadanía.

Ikurriñas y esteladas El clima de indignación se trasladó a las calles de Euskadi, donde cientos de personas participaron en las concentraciones convocadas para denunciar las detenciones en Catalunya. Las concentraciones, con amplia presencia de dirigentes de EH Bildu, concitaron la adhesión de partidos como Podemos, Ezker Anitza-IU y Equo, así como de los sindicatos ELA, LAB, ESK y Steilas, entre otras organizaciones. En Bilbao, unas 500 personas se concentraron en las puertas del Ayuntamiento con ikurriñas, esteladas y pancartas con consignas como El pueblo está en la calle, Viva la desobediencia y Democracia. Durante la protesta, los asistentes corearon gritos de “Nosotros también somos Catalunya”, “Queremos votar y votaremos” y “Democracia e independencia”.

En Donostia, un centenar de personas comenzó la movilización en el exterior del Palacio de Justicia y se desplazó hasta la plaza Sagastieder del barrio de Intxaurrondo, donde la plataforma de apoyo al proceso catalán AsCATasunera montó una carpa para desarrollar diferentes actividades en los próximos días vinculadas al referéndum. En Gasteiz, la concentración se desarrolló en la plaza de la Virgen Blanca con el apoyo de partidos y sindicatos.