BARCELONA - Si algo ha sorprendido en el perfil de los integrantes de la célula yihadista que ha atacado en Catalunya es que muchos de sus miembros eran muy conocidos en sus municipios, estaban completamente integrados, hablaban catalán, participaban en clubes deportivos y tenían un puesto de trabajo que les proporcionaba un buen nivel de ingresos. No procedían de familias desestructuradas ni padecían situaciones de exclusión social, unas condiciones que hasta la fecha se consideraban el caldo de cultivo idóneo para la radicalización. El imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, a quien se atribuye la labor de adoctrinamiento, habría tenido la pericia de escoger los perfiles que menos sospechas levantan para evitar la vigilancia policial. O los yihadistas simularon todo este tiempo una integración que no era tal, o bien el imán fue muy convincente y operó un absoluto cambio de personalidad y lavado de cerebro en ellos. Casi todos eran de corta edad, lo que podría haber facilitado el proceso de adoctrinamiento. Uno de los casos más extremos sería el de Moussa Oukabir, de 17 años de edad y abatido a disparos cuando la célula intentaba replicar en Cambrils el atropello letal de la Rambla.
El centro de gravedad de la célula ya desarticulada era el municipio de Ripoll. En esa zona tiene un peso considerable la industria del metal, que genera empleos con un aceptable nivel de remuneración. Se da la circunstancia de que varios de los jóvenes abatidos a disparos por los Mossos trabajaron en algún momento en empresas del sector metalúrgico ubicadas en la zona.
El propio Younes Abouyaaqoub, el conductor de la furgoneta de la Rambla, era soldador de una de esas empresas con contrato fijo, un puesto en el que recaló tras un largo peregrinaje por otras fábricas. Su hermano Houssaine, muerto en Cambrils, tenía pensado incorporarse a una fábrica, y hasta la fecha trabajaba como repartidor en un restaurante de kebabs en Ripoll. En las redes sociales se presentaba como un aficionado a la escalada y a las carreras de coches. Un tercer miembro de la célula, Mohamed Hichamy, también muerto en Cambrils, se ganaba el sueldo en la misma planta, y algunas informaciones publicadas en medios de comunicación estatales le atribuyeron un sueldo de 1.900 euros al mes.
Un estudio publicado el pasado año por el Real Instituto Elcano y elaborado por los investigadores Fernando Reinares y Carola García-Calvo apuntaba un perfil completamente distinto. Los detenidos en el Estado español entre junio de 2013 y mayo de 2016 eran mayoritariamente desempleados (25,5%), personas sin ocupación conocida (16,6%) o trabajadores del sector servicios (26,7%). El perfil dominante, eso sí, sigue siendo fundamentalmente masculino (83,1%). La clave del adoctrinamiento, según el estudio, es el convencimiento de que el yihadista obtendrá recompensas materiales y no materiales, y la radicalización se produce muchas veces a través de la lectura de información en internet y en reuniones en espacios cerrados como domicilios privados, cárceles o centros de culto, donde se produce el contacto directo con un líder carismático que induce a la comisión de atentados.
“paz para mí, odio al resto” Otro de los casos más emblemáticos es el de los hermanos Oukabir. Uno de ellos, Moussa, murió tiroteado en Cambrils. El mayor, Driss, asegura que no tiene nada que ver en los hechos y que la aparición de su documentación en la furgoneta de la Rambla se debe a un malentendido. Los dos son de origen marroquí, pero se criaron en Ripoll. A Moussa le gustaba el fútbol y jugó en un equipo local. En cuanto a Driss, su cuenta de Facebook recogía gustos que pueden llamar la atención. Su serie favorita es Prison Break y le gusta el canal de música MTV, todo un símbolo del estilo de vida estadounidense. Su libro favorito es el Corán, y en su cuenta aparecían algunas alusiones al conflicto palestino-israelí.
Las redes sociales de Moussa, en cualquier caso, mostraron los síntomas del proceso de radicalización exprés que habrían experimentado. Hace dos años aseguró que su deseo era matar a todos los “infieles”, y algo parecido sucedió con Houssaine, hermano de Younes. “Paz para mí mismo, odio para el resto”, escribió en uno de sus pronunciamiento más crípticos antes de atentar.