- “¡Fuera de aquí amarilla, tú no juegas chinita de mierda!”. Sus compañeros de clase se dirigían así a Mireia, una niña bilbaína adoptada hace diez años en China. Estas burlas y, sobre todo, que sus profesores no atendieran los problemas que desarrolló al entrar en la escuela, obligó a su familia a sacar a su hija del colegio concertado en el que estaba. Su ama, Amaia, respira más tranquila desde que Mireia estudia en un colegio público donde, dice, “el tratamiento no tiene color”. Amaia confía ahora en los profesores. “Son plenamente conscientes de los problemas que implica una adopción, me apoyan, hablan con nosotros, y cuando le han insultado por temas de racismo se han metido”, afirma. Pero Amaia sigue preocupada porque su hija necesitaría un profesor de apoyo que la Administración educativa no acaba de designar ya que la niña logra pasar de curso “gracias al sobreesfuerzo que hacemos en casa para enseñarla”.

Amaia explica que los problemas “no se dieron al principio porque físicamente llegó bastante bien y la adaptación a la familia fue perfecta. Tampoco le notamos ningún tipo de problema de adaptación con sus hermanos o con sus amiguitos”. Las dificultades, señala, “empezaron cuando llegó a la escuela. El proceso de crecimiento es más lento porque casi todos los niños adoptados presentan el mismo patrón. O tienen hiperactividad o déficit de atención, llevan muy mal el tema espacial y el tema del aprendizaje se convierte en un problema”. Aunque en casa Mireia se comporta como cualquier niña, en clase está como ausente. “Han llevado a un psicólogo a clase para observarla y la niña está autista, pero como aprueba porque se lo enseñamos todo en casa no le pueden poner un profesor de apoyo”, afirma Amaia.

La experiencia de Mireia es un caso particular entre los 5.000 niños y niñas adoptados en Euskadi los últimos 20 años. Pero los insultos, el racismo, los mitos o el desconocimiento sobre cómo identificar, entender y abordar las dificultades que pueden presentan las personas adoptadas son un problema real en la escuela vasca. El Departamento de Educación acaba de publicar La Respuesta Educativa en la Escuela Inclusiva al Alumnado Adoptado “una herramienta básica para que el profesorado y la comunidad escolar entiendan la adopción, un marco que responde a cuestiones concretas, desde conceptuales y aporte de situación, a estrategias para el aula”, explica Carmen Albes, asesora del Berritzegune Nagusia.

El gabinete de Cristina Uriarte presentó el documento el pasado mes de mayo en la Escuela de Ingenieros de Bilbao. La sesión reunió a diversos agentes educativos, así como a especialistas en adopción y acogimiento. Según Albes, “el documento no resuelve todo, pero sí aporta pistas para que la escuela también dé la seguridad para que ese niño pueda elaborar su recorrido de vida sin piedras en el camino”. Desde su punto de vista, la escuela “debe poner esa alfombra roja y asegurarse de que sabemos lo suficiente sobre adopción para que este niño o niña crezca de forma adecuada, a veces con dificultades”.

El psicoterapeuta José Luis Gonzalo Marrodán, autor entre otros libros de Víncúlate. Relaciones reparadoras del vínculo en los niños adoptados y acogidos [Desclé de Brouwer, 2015], ha participado en la elaboración del protocolo. A su juicio, la aprobación de este documento “era y es necesario precisamente porque los profesores y orientadores escolares no contaban con ningún material oficial que les guiara en este sentido. Los padres y las familias también pueden a su vez, solicitar que este protocolo se cumpla y su hijo sea atendido en sus necesidades emocionales, de aprendizaje o de relaciones”. Según afirma, “hay excepciones” y centros muy implicados, con conocimientos y sensibilizados con la adopción y las características y necesidades de este colectivo. Pero en general, opina, “todavía hay mucho por hacer. Hay demasiado desconocimiento sobre cómo las experiencias tempranas de vida adversas como los apegos inseguros y los traumas pueden afectar a la capacidad de aprender, relacionarse y tener confianza y seguridad en sí mismo”.

Y en este sentido defiende que el profesorado reciba una capacitación adecuada. “A los profesores se les pide que sepan de todo, eso es cierto, y por ello creo que necesitan ser formados para que aprendan a responder a las necesidades de estos menores”. Y las necesidades de los niños y niñas adoptadas son muchas y diversas.

Javier Monzón, vicedecano de la Facultad de Educación, Filosofía y Antropología de la UPV/EHU explica que “no hay perfiles habituales de menores adoptados pero sí unas variables” como la edad de los niños de adopción, origen, situación previa de los menores (desprotección?), idioma de origen o la preparación de los padres. No obstante, para este especialista en adopciones hay dos cuestiones que son muy importantes en la vida de estos niños que no tienen otros niños y niñas: “han sufrido un abandono y la necesidad que hay en la familia de gestionar la presencia simbólica de la familia biológica, incluida la búsqueda de los orígenes”.

80% de éxito académico y social Aunque las investigaciones muestran que entorno al 80% de las adopciones alcanzan resultados positivos tanto a nivel académico como social, existe un porcentaje de niños y adolescentes que presentan distintas dificultades a lo largo de las distintas etapas de su ciclo vital, como una menor madurez y desarrollo con carencias significativas en su proceso de aprendizaje, individualización y socialización, desconfianza, baja autoestima, pesimismo vital, búsqueda compulsiva del placer, menos autonomía, organización y orden para afrontar retos, tareas, exámenes? Sin supervisión y acompañamiento les cuesta funcionar, pueden presentar menos habilidades.

Monzón explica que, por ejemplo, “es muy habitual que un niño adoptado tenga altibajos en su proceso de desarrollo o pueda ser brillante en un área y en otra no. O que al principio de llegar al colegio esté muy adaptado y después se vuelva disruptivo. Un niño pequeño ha podido cuidar de su hermano, vestirlo, darle de comer, llegar a la familia adoptiva y ser dependiente? volverse un bebé”. Según este experto de la UPV/EHU, todo eso “es normal y hay que darles tiempo y seguridad. Tiene que tener la seguridad de que, también en el colegio, le van a esperar y le van a ofrecer un espacio para crecer con sus amigos”.

En consecuencia, la clave para atender adecuadamente a estos menores “es ofrecerles seguridad, es decir, cariño, afecto y límites”. Desde su punto de vista, en ocasiones, el profesorado no lee correctamente los comportamientos disruptivos que se presentan por lo que recomienda mantener una comunicación permanente con las familias. Según Monzón, el profesorado debe “respetar el proceso de la familia y del niño, hablar con los padres y preguntarles a ellos, al niño o al joven; son ellos los que mejor saben qué necesitan y ofrecerles la confianza y la seguridad para que puedan hablar de lo importante”. Con estas pautas, dice, el éxito escolar entre los niños adoptados “no solo es posible sino que se está dando desde hace muchos años”, independientemente del recorrido académico que elija cada cual. “El éxito es conseguir que las personas sean felices en su vida, sean lo que sean. Éxito es una estabilidad y una felicidad que les permita desarrollarse en la vida como buenas personas, como ciudadanos críticos y participativos. Yo creo que la escuela lo puede ofrecer, y en ese sentido, los niños adoptados lo están consiguiendo a todos los niveles”.