bilbao - Cinco años y medio después de que decidiera poner fin a los atentados y los asesinatos, ETA es desde este fin de semana una organización desarmada y sus arsenales están fuera de uso, en manos de las autoridades policiales y judiciales de Francia. ETA ha dado un paso más hacia su final con la entrega de su arsenal a las autoridades francesas, un desarme entendido de forma mayoritaria como la escenificación de su derrota.
La entrega se escenificó ayer en Baiona con la concentración de acompañamiento popular al desarme organizado por los denominados Artesanos de la paz y el acto matinal en el que el rostro más reconocible de este grupo de mediadores civiles, Txetx Etcheverry, entregó a los verificadores internacionales la documentación con la localización de ocho depósitos de armas que, previamente, les había facilitado ETA. Todos los zulos, salvo uno, estaban ubicados en el departamento de los Pirineos Atlánticos (que engloba a Iparralde además de otros territorios), y que contenían 120 armas de fuego, 3 toneladas de explosivos y varios miles de municiones y detonadores.
Fue una escenificación formal ya que para entonces el equipo de verificadores liderado por Ram Manikkalingam ya había entregado esa información a las autoridades francesas. Según ha podido saber este diario, la comunicación se produjo de madrugada, en una localidad de los Pirineos Atlánticos cercana a Baiona. Un miembro del equipo de verificación lo depositó en una instancia para que por vía interpuesta llegara a París, al despacho del procurador general de la República francesa, François Molins, que viene a ser el fiscal general de París, la principal instancia judicial en Francia para los temas vinculados con terrorismo.
Apenas unas horas después, al alba, Manikkalingam en una comparecencia realizada en el Ayuntamiento de Baiona explicaba que la documentación estaba ya en manos de las autoridades francesas y que, desde ese momento, su labor había terminado. A partir de ese instante, la Gendarmería francesa desplegó a sus agentes para personarse en los zulos, acordonarlos y recuperar el armamento depositado. Las armas estaban en zonas boscosas de las localidades de Senpere (en Lapurdi, muy cerca del lago donde se celebra el Herri Urrats), Barkoxe y Etxarri (ambos en Zuberoa), Maslacq, Lahonton, Viellenave de Nabarenx, Araujuzo y un lugar entre Adaux y Castetbon, este último enclave fuera de los Pirineos Atlánticos, en el departamento de Occitania.
Fue este el momento de mayor tensión ya que los artesanos de la paz habían hecho público que cada uno de los zulos estaba custodiado por una veintena de voluntarios del mundo del activismo sindical, político o social ataviados con chalecos reflectantes que previamente habían señalado el escondite de armas con un cartel. Su misión fue “acreditar y comprobar que son las autoridades francesas las que se van a adueñar de los arsenales”. Además, de este modo, pretendían escenificar que incluso el acto final del desarme de ETA estaba protagonizado por la sociedad civil.
voluntarios en los zulos El temor a que se produjera algún enfrentamiento con la policía o que incluso hubiera alguna detención entre los 172 voluntarios civiles por un delito de tenencia o custodia de armamento quedó disipado con la llegada de las primeras patrullas policiales a los zulos. No se registró incidente alguno y la policía se hizo con la situación sin problemas. Previamente, el ministro francés del Interior, Matthias Feki, dejó las cartas boca arriba al afirmar que la “entrega unilateral de las localizaciones por parte de ETA constituye un gran paso”. Sus declaraciones tranquilizaron a todas las partes implicadas y los nubarrones se despejaron casi por completo.
El papel del Gobierno francés ha sido hasta última hora de dejar hacer y no entorpecer. Llegada la hora de la recogida de los arsenales no se escondió y desde el primer momento ordenó a la policía que se hiciera con la situación para no dejar dudas de que quiere dejar de ser el santuario de las armas de ETA, como a finales del franquismo y comienzos de la transición lo fue de los refugiados vascos.
En esta actitud ha tenido que ver los buenos oficios del Gobierno Vasco que ha conseguido mantener un importante nivel de interlocución con el Ejecutivo de François Hollande. El lehendakari, Iñigo Urkullu, y el secretario de Paz y Convivencia, Jonan Fernández, han tenido una línea de comunicación importante con altas instancias del Ejecutivo galo que ha servido para compartir información. El lehendakari también ha mantenido un importante nivel de comunicación sobre esta cuestión en las últimas semanas con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, que también ha optado por ponerse de perfil y no obstaculizar el desarme, pese al trágala de la escenificación de Baiona. Ayer volvió a calificar el acto como una “operación mediática para disimular su derrota y tratar de sacar un rédito político de la misma”.
La operación de entrega de los arsenales quedó finiquitada antes del comienzo de la masiva concentración en la plaza Paul Bert de la capital labortana en la que representantes de diversas organizaciones que participaron en el denominado Día del desarme reclamaron el fin de la dispersión de los presos de ETA y la excarcelación de los enfermos, en un acto jalonado por gritos a favor de los derechos de los reclusos de la organización armada. Los organizadores leyeron un manifiesto en el que señalaron que el desarme “marca un paso adelante necesario en el camino a la paz” y añadieron que “todos ganan si la política penitenciaria se vuelca al presente” y “se pone fin al alejamiento” de los reclusos de ETA y “son liberados” los presos enfermos. “Esto también debe ser posible”, indicó el profesor Fernando Armendariz, quien leyó el texto en castellano. El manifiesto subrayó que la paz “no es la ausencia de violencia, aunque con violencia no puede haber paz,“ por ello, “el desarme es imprescindible”. Con este acto terminó una frenética jornada para la policía francesa, los artesanos de la paz y los activistas voluntarios, los verificadores y el lehendakari Urkullu y su equipo de colaboradores que, previamente, participó en la inauguración de la línea 3 del metro de Bilbao. Primero estuvo en la creación de un servicio para el país y luego se trasladó para explicar el proceso de destrucción del armamento de ETA. Dos imágenes que revelan el pasado y el futuro de este país. Urkullu se trasladó a Donostia para comparecer en público, apoyado por Ram Manikkalingam sentado a su lado, a quien expresó su agradecimiento por la complicada tarea realizada por su equipo desde que se involucró en el desarme en septiembre de 2011.
El lehendakari leyó una declaración muy medida y alejada de protagonismos en la que señala que el desarme “está exento de cualquier épica pero tiene un significado ético central, ya que certifica definitivamente que ni una sola de las víctimas de ETA debió producirse nunca”. A su juicio, el desarme es “un paso fundamental” en la desaparición de ETA, pero destacó que “el camino prosigue” hacia “una convivencia normalizada, ahora en un escenario mejor”. En este punto apeló al Plan de Convivencia y Derechos Humanos que el Gobierno vasco ha presentado precisamente esta semana para dar cauce a los problemas derivados por la violencia en Euskadi en estas últimas cinco décadas.
autoría de los atentados La justicia francesa informó ayer de que comunicará a la española los diferentes peritajes que se van a realizar del arsenal encontrado en los ocho depósitos de armas y material explosivo de ETA. La Fiscalía antiterrorista de París señaló que se hará por los canales de cooperación judicial que existen entre ambos países y que ello permitirá que la justicia española utilice esas informaciones, lo que da pie a que se puedan aclarar en qué atentados se utilizó cada arma. Será un proceso que llevará meses pero que difícilmente servirá para determinar el autor de los disparos.