urretxu - Es la hora del recreo, los alumnos le pegan patadas a un balón de cuero en una algarabía que, a estas horas de la mañana, se repite en tantos centros. Pero hay algo en la ikastola que la hace singular. El profesor porta un chaleco amarillo. Los escolares siguen a lo suyo, entre chascarrillos y juegos, pero en todo momento tienen la referencia visual de ese distintivo que porta el profesor Mikel Fernández. Es una llamada de atención para que nadie olvide que en este centro, hacia el bulling, hay tolerancia cero.

Las referencias al plan de choque implantado en la ikastola Urretxu-Zumarraga son constantes. En los pasillos hay decenas de mensajes, siempre en positivo, que tratan de prevenir todo tipo de comportamiento conflictivo. Cuando terminen las clases matinales los escolares irán al comedor, o cogerán el autobús. En todos estos escenarios encontrarán también a algún responsable que, con su vestimenta, les recordará que se puede jugar con todo menos con el acoso escolar.

15.000 alumnos Ha transcurrido un mes desde que se estrenó en 52 ikastolas de la CAV y Nafarroa el proyecto Kiva, que busca la implicación de toda la comunidad educativa. Jamás se había diseñado un plan similar. Son más de 15.000 alumnos los que están recibiendo estos días formación específica para que se miren así mismos y lleguen a saber el papel que pueden llegar a jugar en el acoso escolar. Quizá sean víctimas, verdugos, o puede que testigos mudos.

DNA ha querido conocer de cerca cómo se plasma este novedoso proyecto importado de Finlandia que aborda el problema en toda su dimensión. Para ello se ha desplazado al centro escolar de Urretxu-Zumarraga, una de las ikastolas señeras de la comarca, con 1.100 alumnos matriculados. “Siempre habíamos desarrollado una labor de prevención, pero vimos que este programa estaba muy sistematizado, con un asesoramiento constante, y nos convenció”. A Marijose Etxaniz, directora pedagógica de Primaria, le acompañan las profesoras Elisabeth Altolagirre y Elisabeth Caballero, responsables del equipo diseñado en el centro contra el acoso escolar.

Cada ikastola ha designado a tres docentes, que son referentes para prevenir cualquier caso de bulling. Ellas han sido las encargadas de formar a todo el claustro de profesores y a todos los agentes de la comunidad escolar, desde el comedor al transporte pasando por la administración. “Las reuniones han sido más detalladas en Primaria, que es donde se ha comenzado a aplicar el programa. Es un refuerzo muy valioso, y los chavales están respondiendo”, explica Caballero, coordinadora del equipo Kiva.

prevención Abordarán los conflictos, pero de lo que se trata es de evitarlos, y por eso han implicado a todos los alumnos en un trabajo preventivo. Durante el mes de mayo se realizó una encuesta a los escolares para conocer de primera mano cómo sienten y viven el bulling. A fin de curso se les enviará vía online otro cuestionario. Es algo que repetirán durante cuatro años, para ver la evolución.

Todos los resultados son derivados al equipo de finlandeses que ejercen una tutela constante. “Lo bueno de ese control continuo es que nos ayuda a no perdernos en el camino, porque muchas veces pueden surgir dudas al intentar discernir que es o no bulling”, admite la coordinadora. En lugares estratégicos de los pasillos han sido colocados carteles que interpelan a los escolares a su paso, en los que se habla de emociones, empatía y respeto ante la diversidad. El profesorado está muy implicado, algo que se palpa en las conversaciones que tienen lugar mientras este periódico realiza el recorrido por el centro. “Fue el 20 de enero cuando estrenamos el programa con una celebración en la que se cantaron bertsos. A partir de ahí nos dijimos que íbamos a ser una ikastola kiva que no acepta el acoso escolar”, subraya Altolagirre, del Departamento de Orientación y responsable de Primaria.

Tocamos a la puerta de una de las aulas y los alumnos interrumpen sus clases por un momento para mostrar sus “cuadernos kivas”, un material escolar específicamente diseñado para que visualicen su situación en el seno del grupo, y las claves para fomentar el respeto, la empatía y la comunicación.

A cada alumno se le hace ver el papel que juega. Si es de los que toman parte en los conflictos que puedan surgir, o de los que dan la espalda. El objetivo del plan es que asuman la responsabilidad que pueden llegar a tener para revertir esa situación y echar una mano a la persona que está sufriendo. Reconoce Caballero que muchas madres como ella han inculcado tradicionalmente a sus hijas una educación por la que siempre había que poner tierra de por medio ante cualquier conflicto. “Siempre les hemos dicho que si veían algo raro salieran corriendo. Pero el programa kiva te dice todo lo contrario, que te impliques”.

Marijose Etxaniz explica que la principal virtud de este proyecto es que “no es punitivo, sino que se da la oportunidad de cambiar. El castigo no educa. Lo que se consigue con el programa es que si hay víctimas, agresores o testigos de lo ocurrido, se den cuenta de que se puede cambiar. Todos tienen la posibilidad de revertir ese comportamiento”. Cuando toca gestionar un conflicto de este tipo, los responsables también llevan en todo momento el chaleco puesto. Víctima y agresor conocen la trastienda de lo ocurrido, pero esa vestimenta les hace ver que por parte del centro en todo momento la tolerancia hacia el acoso va a ser cero. El recorrido por el centro muestra paredes decoradas con pequeños muñecos que llevan el nombre de cada escolar. Sus manos se entrelazan, apelando a la unidad. “Tratamos a todas las personas con respecto”, es la primera norma escrita por ahora del decálogo que acabarán elaborando a final de curso, y que tendrá que ser firmado como un contrato por alumnos y profesores.