Hablar de Cuba es hablar de música. La Revolución y el régimen de Fidel Castro han tenido su propia banda sonora, en particular la generada por la llamada Nueva Trova Cubana, de la que Silvio Rodríguez y Pablo Milanés han sido sus máximos y más conocidos exponentes. Silvio y Pablo, Pablo y Silvio, crearon canciones que pronto se convirtieron casi en himnos oficiosos de Cuba y fueron adoptados por la izquierda y movimientos libertarios y prorrevolucionarios, sobre todo en Latinoamérica, España y Euskadi.
Uno de sus hitos fue -en el imaginario de muchos lo sigue siendo- la memorable interpretación a dúo de Yolanda, una canción almibarada, sencilla y emotiva. “Eternamente te amo”. “Eternamente Yolanda”.
Cuenta la bloguera disidente cubana Yoani Sánchez que, durante su juventud, en las radios de la isla “solo era posible encontrar -una y otra vez- la voz de Silvio Rodríguez o de Pablo Milanés”. La machacona sintonía del régimen. Lo que para mu-chos por aquí eran cantos de libertad y lucha, para otros, cubanos, eran poco menos que obligatorias, oficialistas, cansinas, insufribles.
A medida que el régimen castrista se eternizaba en el poder, Silvio y Pablo, Pablo y Silvio, se fueron distanciando. Su colaboración terminó a finales de los 80. Su amistad, poco después. Tanto, que, ya en 2011, am-bos protagonizaron una agria polémica con durísimas y mutuas acusaciones de traición, mentiras, manipulaciones, viejos y nuevos rencores y reproches de alto voltaje.
Pablo Milanés llegó a hacer público entonces que en la década de los sesenta había sido internado a la fuerza en las denominadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción de Cuba (UMAP), verdaderos campos de concentración, de reclusión y lavado de cerebro para disidentes políticos, adeptos el régimen que flojeaban en los principios del comunismo-castrismo, homosexuales y, en general, cualquiera que se desviase de la línea oficial de la Revolución.
Ambos, Silvio y Pablo, Pablo y Silvio, han seguido caminos distintos, aunque se han considerado y se siguen considerando revolucionarios. Milanés fue diputado de la Asamblea Nacional de Cuba. Rodríguez lo sigue siendo hoy en día. Silvio se ha pronunciado en los últimos años en favor de una “evolución” en Cuba y ha hecho algunas críticas que no ponen en cuestión las bases del régimen. Pablo, sin embargo, sin grandes declaraciones, se ha distanciado muy claramente del castrismo y en la práctica es un “disidente”.
Las dos visiones de Cuba que protagonizan Pablo y Silvio, Silvio y Pablo han vuelto a quedar agriamente patentes tras la muerte de Fidel Castro. Milanés ha guardado un elocuente silencio. Rodríguez, por su parte, que siempre ha admirado y elogiado a Castro, colgó en su blog una entrada significativamente titulada Gloria eterna a Fidel: “Mis hondas condolencias a sus familiares, al pueblo de Cuba, al Mundo y a todo el Universo por la pérdida de uno de los seres humanos más extraordinarios de todos los tiempos”, escribió el trovador.
Cinco décadas de castrismo dejan huella. Y las nuevas generaciones de cubanos viven otra realidad. El hijo de Silvio Rodríguez es un claro ejemplo. También es músico, como su padre. Bajo el explícito y nada inocente nombre artístico de Silvito el Libre, es un joven rapero, inteligente, rebelde, moderno, provocador. Si su progenitor fue uno de los referentes de la Revolución cubana, Silvito lo es para la disidencia. Sus ácidas y a menudo brutales letras desnudan al régimen. “Háblame de ti, de tus mañas, tus estupideces. Y de un comunismo fusionado con tus intereses. Del odio que crece por oírte hablar tantas sandeces. Y de la miseria porque el pueblo no se lo merece”, canta en su tema Háblame, en referencia a Fidel Castro.
Mientras Silvio Rodríguez padre colgaba en su blog su Gloria eterna a Fidel, Silvito el libre, en la misma madrugada en que murió el dictador, subía a su página de Facebook, sin comentario alguno, una canción que él mismo interpreta junto a su colega rapero AL2 El Aldeano, titulado T queda un Tin, y dedicado, con gran crueldad, a la para ellos esperada muerte del dictador: “Ve planchando la ropita con la que te vas a ir, y vete haciendo la cajita que te la vamos a escupir, métete en la cabecita que nadie te va a sufrir”, comienza el tema, en el que en sus expresiones más suaves se califica a Fidel de “sucio tirano”, “dictador fascista, ventajista, ladrón, abusador, pendejo y terrorista”. “Tu final es nuestro inicio”, entonan sus rimas.
En este escenario de una Cuba partida en dos que se vislumbra tras la muerte de Fidel Castro y el futuro incierto de la isla y su Revolución, muchos, dentro y fuera de la isla, se preguntan (nos preguntamos): ¿Qué habrá sido de Yolanda, aquella mujer a la que cantaban juntos Pablo y Silvio, Silvio y Pablo? ¿Será una más de esas centenares de miles de almas fieles que lloran por la muerte de Fidel? ¿Será de las que finjen públicamente dolor? ¿Se alegrará? ¿Esperará, en silencio, la llegada de la verdadera utopía revolucionaria? ¿Vivirá exiliada? ¿Será una “gusana”? ¿Estará enamorada de Pablo o amará a Silvio? ¿O escuchará amargamente pero con complicidad a Silvito el Libre?