barcelona - La obra de Jordi Pujol fundada hace 42 años ha pasado definitivamente a mejor vida tras el congreso que el pasado fin de semana ha enterrado a la ya difunta Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). Su obra personal quedó bajo los escombros del incendio de la presunta corrupción de sus cuentas en Andorra, que redujo a cenizas su honorabilidad institucional y su legado político. Y su obra política, CDC, yace desde ayer en el mausoleo del nacionalismo catalán después de que los convergentes bautizaran a lo que queda de aquel partido y al aura de lo que pretende ser como Partit Demòcrata Català (PDC).
Es el nombre escogido por los congresistas para el nuevo partido creado desde la antigua Convergència en la votación celebrada ayer por la mañana. Fue la opción ganadora con 871 votos, frente a los 657 apoyos recibidos por la otra finalista, Partit Nacional Català, en la segunda de las votaciones, después de que en la primera ya quedara descartado el tercer nombre, Junts per Catalunya, por ser la menos respaldada.
La cuestión nominal tuvo su miga y fue fuente de conflictos desde el mismo viernes en que arrancó el congreso fundacional. De hecho, ha inflingido dos pequeñas derrotas al hombre que está llamado a ser -a seguir siendo- el líder del partido refundado, Artur Mas. El viernes el plenario desechó sus dos propuestas para bautizar a la nueva formación: Més Catalunya y Catalans Convergents. El debate estuvo además rebañado de cierta tensión por las formas empleadas y sobre todo por la filtración de las propuestas a los medios de comunicación antes que al plenario. Finalmente, los proponentes entonaron el mea culpa, asumieron su error y delegaron el asunto en un comité que, tras barajar hasta 400 nombres, propuso una terna de denominaciones para la votación final.
La segunda derrota de Mas llegó precisamente en esta segunda y definitiva votación. El ex president de la Generalitat, al igual que su sucesor en el cargo y actual president, Carles Puigdemont, apostaron por el nombre Partit Nacional Català. Sin embargo, no consiguieron arrastrar a una mayoría de los congresitas y la suya fue la opción perdedora.
No obstante, a la hora de encarar la gran batalla, la ideológica y la organizativa, Mas volvió a demostrar las habilidades que le hicieron permanecer de pie, sin red, y sin caerse del alambre durante los catorce meses que sucedieron a la consulta soberanista del 11-N en el que intentaron derribarle por tierra, mar y aire, y solo lo consiguieron a medias en el último momento en el que tuvo que ceder para colocar a uno de los suyos como president de la Generalitat. En la madre de todas las batallas del congreso fundacional del PDC, Mas ha logrado salirse con la suya al sacar adelante sus planes. Ha dejado despejado, dejando algún pelo en la gatera, el camino para mantener el liderazgo del nuevo partido y dar la vicepresidencia a una de sus delfines : la portavoz del Govern Neus Munté.
El ex president logró parcialmente salvar el régimen de incompatibilidades que quería imponer un amplio sector de la militancia. El congreso aprobó un ticket presidencial (Mas-Munté) sin funciones ejecutivas y una dirección de doce miembros. Se crea la figura del coordinador general -se evita el nombre de secretario general-, de entre la docena de dirigentes. Los críticos ven así cumplidas sus expectativas de limitar el poder de Artur Mas en la nueva fuerza que prefería una dirección colegiada bajo su mando.
Los integrantes de la dirección ejecutiva de Partit Demòcrata Català deberán tener una dedicación prioritaria al partido, lo que hace imprescindible un régimen de incompatibilidades estricto que impida que pueda compartirlas con otras ocupaciones. No podrá ocupar un cargo en la dirección del partido refundado el president de la Generalitat ni un conseller ni el presidente del Parlamento catalán ni directores generales, aunque sí los diputados, senadores, parlamentarios y eurodiputados. Se establece, pues, una variante del modelo bicéfalo del PNV en el que se marca una clara separación entre la presencia institucional del president y consellers del Govern y el liderazgo del partido.
Sin embargo, a propuesta del Comité de Calidad Democrática y Garantías, el Consejo Nacional del nuevo partido podrá, por mayoría de dos tercios, establecer excepciones en este régimen de incompatibilidades en que haya circunstancias motivadas que hagan conveniente la compatibilidad de cargos. Además, el propio Mas defendió que el tándem presidencial que él propone tenga funciones políticas de coordinación, pero no ejecutivas. Esta rendija permitirá a Munté optar a la vicepresidencia de la nueva formación en tándem con el previsible líder de un partido que se define como demócrata, catalanista, independentista, europeísta y humanista y que no renuncia a la unilateralidad para conseguir la independencia si fracasan las negociaciones con el Gobierno español.
La obra de Mas será completa si el próximo día 23 de julio en que se elegirá a la dirección consigue colocar al portavoz de Junts pel Sí (JxSí) en el Parlament catalán, Jordi Turull, como coordinador general del comite ejecutivo del nuevo partido. Para ello tendrá que mantenerse de pie en el alambre y derrotar a quienes dentro de la formación consideran que ambas responsabilidades son incompatibles y a quienes no ven a Turull como exponente de cambio para un partido que aspira a pugnar con Esquerra Republicana (ERC) por liderar el independentismo catalán.