WASHINGTON. Después de su derrota en 2008 ante el actual presidente, Barack Obama, de cuyo gobierno luego fue secretaria de Estado, Clinton reivindicó este martes haber logrado romper con las barreras de género, y conseguir que Estados Unidos esté más cerca de tener una presidenta por primera vez en la historia.

"Hemos logrado algo histórico esta noche", dijo ante miles de seguidores en la sede de su campaña en Brooklyn (Nueva York). "Pero aunque esta noche hemos hecho historia, tenemos que seguir trabajando para continuar escribiéndola", aseveró, aludiendo a los comicios de otoño.

No obstante, el camino de Clinton de aquí a noviembre no será tan sencillo tras un periodo de primarias completamente inusual para el país con la sorprendente victoria del magnate Donald Trump del lado republicano, y la presión ejercida por el movimiento de Sanders, aupado por los más jóvenes, y que tampoco nadie esperaba.

Con el magnate inmobiliario en la esquina opuesta del ring, Clinton peleará con un aspirante que ha dejado atrás cualquier regla de corrección política, que no tiene miedo al ataque y que seguro promete unos debates presidenciales inéditos, claves en las campañas presidenciales estadounidenses.

Pese a su retórica incendiaria, Trump se alzó con la victoria republicana casi un mes antes que Clinton, y lo hizo además con gran parte del aparato de su partido en contra y una alta movilización del voto a su favor, dejando patente el nivel de descontento social con la política clásica.

Por otra parte, el hecho de que la ya virtual nominada demócrata no haya alcanzado los 2.383 delegados necesarios únicamente a través del voto popular, teniendo que contar también con los superdelegados, ha hecho que el senador por Vermont insista en continuar batallando hasta la convención demócrata de julio.

Según ha asegurado su campaña, el senador tratará de convencer al mayor número posible de superdelegados en las semanas que restan para la cita de julio, con el objetivo de que los más de 10 millones de personas que le han dado su apoyo vean reflejadas sus políticas en el proyecto del partido que allí se discutirá.

Sanders, por quien nadie apostaba cuando presentó su candidatura hace más de un año a los pies del Capitolio y apenas rodeado por unas decenas de seguidores, ha sido capaz de movilizar al electorado más joven y de sostener una larga campaña de la mano de cientos de miles de pequeñas donaciones.

Los analistas coinciden además en que su postura ilusionante bajo el lema "Feel the Bern" y con una defensa desvergonzada del "socialismo", estigmatizado en Estados Unidos, ha obligado a Clinton a alinearse más a la izquierda, con propuestas mucho más progresistas.

Muchos de los votantes de Sanders y de Trump tienen en común el descontento con el sistema establecido, con el que identifican a la también exprimera dama, por lo que Clinton tendrá que continuar apelando a ese sector del electorado que se inclinó por el senador en las primarias para asegurarse ser la próxima inquilina de la Casa Blanca.

Ahí jugará un papel clave el compañero o compañera que la exsecretaria de Estado elija para ser candidato a la Vicepresidencia, una decisión que suele decantarse en función de la estrategia electoral en la recta final de la campaña.

El propio Sanders no se ha descartado como candidato vicepresidencial, y suenan nombres como la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren, uno de los mayores látigos contra Trump en las últimas semanas, o el del senador por Nueva Jersey Cory Booker, también del ala más progresista del partido.

Además de los cálculos demográficos y las estrategias electorales, la exsecretaria de Estado tendrá que sortear las posibles consecuencias derivadas de su uso de cuentas privadas de correo electrónico cuando estaba al frente de la diplomacia, un caso que está en manos de la Justicia y que aún puede traer cola.

Así pues, es indiscutible que Clinton marcó hoy un hito de la historia estadounidense, pero le queda aún un largo e impredecible camino durante los próximos cinco meses.