madrid - Tras lo visto y oído ayer en el Congreso de los Diputados no resulta muy aventurado decir que las elecciones del 26 de junio están más cerca de lo que ya estaban antes. Pedro Sánchez se subió a la tribuna de oradores con la intención de atraerse el voto de alguno o varios de los partidos del hemiciclo, descontado el PP, pero cuando una hora y cuarenta minutos después terminó el discurso y volvió a su bancada pudo comprobar en la mirada de los diputados que estaba como al principio: con los noventa votos de su partido y los cuarenta de Ciudadanos. Conforme avanzaba en su discurso sus opciones para la investidura como presidente del Gobierno español fueron diluyéndose ante la negativa dibujada en los rostros de los diputados de los partidos a los que querían sumar al acuerdo PSOE-Ciudadanos. Solo consiguió convencer a los suyos en una investidura que dio por perdida porque “la suma no da”. Se cavó su propia desinvestidura. Resignado a perder las dos votaciones a las que se expone entre hoy y el viernes, se agarra al clavo ardiendo de un cambio imposible de Podemos y plantea la investidura como un plebiscito para “cambiar” España.

Sánchez buscó a Podemos en todo momento y le presionó constantemente, aunque sin citarle expresamente, colocándole en la disyuntiva evangélica de que si no le apoya cargará con la mala conciencia y la responsabilidad de no haber impedido el retorno de Mariano Rajoy a La Moncloa en la segunda vuelta del proceso de investidura que arrancará el próximo viernes tras la segunda votación y finalizará el 5 de mayo.

El candidato del PSOE aspira a forzar la abstención de Podemos, pero en el discurso no le lanzó ningún anzuelo. Sánchez apenas presentó a Pablo Iglesias ninguna propuesta que no estuviera ya recogida en el acuerdo firmado con Ciudadanos. Se limitó a redoblar la presión contra el partido morado recordándole que su no puede hacer que siga gobernando el PP, mientras que su o su abstención haría realidad el cambio “la semana que viene”. “Tenemos dos alternativas: o no hacer nada y dejar que siga gobernando Rajoy, o un Gobierno de cambio. O nos quedamos parados o nos ponemos en marcha”, apostilló. Y le recriminó que pretenda imponer su programa cuando ha sacado menos votos que los socialistas.

Había cierta expectativa sobre que a última hora Sánchez se sacaría de la manga alguna oferta con la que ganarse el favor del PNV, que en los días previos le había apretado con la denominada “agenda vasca”. Pero también en esto el discurso del socialista fue decepcionante para los intereses jeltzales que ayer, nada más terminar la sesión plenaria, avanzaron su voto negativo en la primera votación que tendrá lugar hoy tras el turno de réplica de los partidos. El candidato socialista no hizo ninguna referencia a Euskadi, a la que diluyó en un vago “otras realidades” bajo el manto de la reforma de la Constitución española.

Más presencia tuvo la cuestión catalana, pese a que Sánchez sabía de antemano que por ese flanco no tenía nada que rascar, ya que tanto Democràcia i Llibertat (DiL) como ERC exigían un referéndum a cambio de su apoyo. Sánchez aprovechó para dirigirse directamente a los ciudadanos catalanes, sean independentistas o no, y comprometerse a “ayudar a un nuevo entendimiento entre catalanes, y entre éstos y el resto de compatriotas españoles”. Reiteró sus ofertas a Catalunya para mejorar las relaciones con Madrid: una reforma de la Constitución sin concreción, la recuperación del diálogo bilateral entre el Gobierno y el Estado y abordar las 23 peticiones de la Generalitat que lanzó Artur Mas en 2014. Sin embargo, también defendió el cumplimiento escrupuloso de la ley y eludió referirse a la petición de referéndum.

Sánchez también se dejó en el camino el apoyo de la única diputada de Coalición Canaria (CC), Ana Oramas, que tenía atado desde hace varias semanas. En el tiempo que tardó en desplegar su mensaje ante los diputados, la diputada canaria modificó el sentido de su voto y anunció que hoy se abstendrá, lo que le coloca con 130 votos, lejos de los 176 que precisa para la mayoría absoluta. A su juicio, el líder del PSOE “ha ido de menos a más”, pero no desveló qué hará el viernes en la segunda votación para la investidura, en la que le bastaría con que los síes superen a los noes.

El discurso de Sánchez no logró levantar grandes pasiones ni entre los diputados del PSOE, que solo cogieron ritmo con los aplausos durante la fase de propuestas, ni entre los del PP, que tras apenas media hora ya comenzaban a demostrar que se les estaba haciendo largo, ni entre el resto de grupos, que no acompañaron ni los aplausos socialistas ni las críticas -e incluso en algún momento, abucheos populares-. El secretario general del PSOE, hizo ayer un llamamiento a los 350 diputados del Congreso para hacer posible “el gobierno del bien común” y no prolongar el bloqueo político, tras advertir a Podemos de que no es viable el cambio solo de la mano de los partidos de izquierdas.

solo ciudadanos Sánchez reafirmó en el discurso de su primer intento de investidura que el acuerdo con Ciudadanos es “el indispensable principio de la solución” y que solo a partir de esta base será posible desbancar a Mariano Rajoy del poder. “Si la mayoría de los españoles y diputados de la Cámara quiere un cambio de gobierno, ¿por qué no lo llevamos adelante? Solo hay dos alternativas: o no hacer nada y dejar a Rajoy o apostar por un cambio nacido del diálogo y el acuerdo”, resumió sobre la disyuntiva en la que está sumido el país.

El candidato reconoció que en la primera votación de hoy, no obtendrá la mayoría absoluta, ya que solo contará con los votos de PSOE y Ciudadanos (130), pero consideró posible lograrlo en la segunda prevista para este viernes y la que necesitaría al menos la abstención de Podemos o la del PP. Tras reiterar que no está dispuesto a una gran coalición con la formación popular, Sánchez se dirigió al líder de Podemos, Pablo Iglesias, para que renuncie a la coalición de izquierdas como llave de la investidura, al subrayar que es una “falsa esperanza”.

La soledad del candidato socialista se escenificó con crudeza al final de su discurso. Salvo los aplausos de sus compañeros socialistas, sólo el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se le acercó para trasladarle un mensaje de aliento. Apretón de manos y palmada en la espalda.