El yihadismo es una de las grandes cuestiones internacionales del siglo XXI. Desde que emergió durante el conflicto ruso-afgano (1978-1992) en el contexto de la Guerra Fría -apoyado por EEUU-, el fundamentalismo violento islámico se ha afianzado en la esfera internacional. Mas no es hasta 2001 -concretamente hasta el 11-S- cuando cobró verdadera importancia. Desde entonces el yihadismo no se ha mantenido estático. Según expertos como Noé Cornago, responsable del máster en Estudios Internacionales de la UPV/EHU, “el yihadismo se ha visto envuelto en un proceso de aprendizaje, adaptación y evolución”. Y lo más importante: está ocurriendo una transición del fenómeno Al Qaeda al movimiento actual que crea “una mayor inquietud”: el Daesh o Estado Islámico (EI).

En opinión de Cornago, para comprender el movimiento yihadista hay que conocer las características principales de los dos modelos que han primado. “Para empezar, es importante saber en qué momento surgen uno y otro”. Al Qaeda, sin ir más lejos, se formó con el fin de expulsar al ejército soviético de Afganistán. Sin embargo, una vez se alzaron con la victoria no se desintegraron, sino que declararon la yihad a Occidente.

“El Estado Islámico, por otra parte, aparece más adelante en un conflicto territorial que es Irak, cuando la minoría suní, que se beneficiaba de Sadam Husein, se ve desplazada”, expone Cornago. Esto supone, entre otras cuestiones, que surgió cuando Al Qaeda ya se había desplegado y, de ahí, que se haya podido aprovechar de la experiencia del primero.

Las diferencias, por tanto, son notorias. Al Qaeda se formula sobre la crítica a EEUU y sus aliados: al “enemigo lejano”. El EI, sin embargo, aunque también critica a Occidente, pone especial énfasis en el “enemigo cercano”. “Es decir, que Al Qaeda tiene una estrategia no territorial, donde la comisión de acciones violentas se produce aquí y allá, mientras que el EI busca el control del territorio”, explica Cornago. Esto se traduce, en el caso de Daesh, en combinar elementos de violencia extrema contra los propios musulmanes al mismo tiempo que trata de desempeñar las funciones y servicios de un Estado tradicional. “Y todo ello generando un gran impacto con unos medios relativamente escasos”.

Lucha por el poder Según Cornago, lo que tienen de innovadores tanto Al Qaeda como el estado Islámico, además de la capacidad de presentarse de una manera “potente” en el ámbito de los simbólico, es la impresión de unidad que dan, ya que cualquier célula que lleve a cabo un atentado emula el repertorio de autopresentación de los yihadistas. No obstante, también existe toda una constelación de grupos que toman bien a Al Qaeda bien al Estado Islámico como ejemplo, como podrían ser Boko Haram en Nigeria, Al-Shabad en Somalia o Ansar al-Sharia en Libia y Túnez.

Ante esta fragmentación del fenómeno yihadista, los dos grupos principales se han enfrascado en una lucha por el poder. “No mediante una relación de mando directo o común, sino de simpatía y de orden simbólico y de emulación”, aclara Cornago. Por un lado, Al Qaeda con su liderazgo “carismático”. “Más allá de la violencia, da la sensación de austeridad, de estar a pie de tierra, recordando a un pasado ancestral”. Por otro, el EI con su modelo más violento, con la fuerza, el armamento y la disciplina como buque insignia. “Son dos modelos muy diferentes”. Según Cornago, el que ahora prima es el del EI, “debido a la propia lógica de la guerra”. ¿Cuál es esa lógica? La desestabilización.

El Estado Islámico surge en un ambiente de desestabilización extraordinaria y de quiebra de los Estados en el Gran Oriente Medio -el Oriente Medio ampliado-. “Es en ese contexto geopolítico donde se hace fuerte”, asegura Cornago, y recuerda que este recibió apoyo de Occidente en un primer momento. Por tanto, opina que esta situación que ha favorecido la creación de estos grupos es el resultado adverso de una estrategia de desestabilización mal llevada por EEUU y sus aliados.

“La idea de que era fácil desplazar a Gadafi, a Mubarak o a Bashar al Asad, entre otros, para instaurar la democracia ha quedado impugnada”. Cornago indica que pese a tratarse de regímenes autoritarios, donde las sociedades estaban asfixiadas y frustradas, la vía utilizada para democratizar estos territorios no ha sido la adecuada. “La expectativa de restaurar el orden en la zona tras este desastre ya no responde a dos o tres años, sino a décadas”.

Y Cornago señala que, paradójicamente, en los pocos lugares que se ha llevado a cabo un proceso electoral democrático según lo previsto, al no lograr el resultado deseado, se han favorecido golpes de estado. “Como en Egipto, donde en los comicios electorales de 2012 vencieron los Hermanos Musulmanes con Mohamed Morsi a la cabeza”.

Salafismo Precisamente, esta clase de actuaciones son las que también han favorecido en gran medida el fenómeno yihadista en opinión de Rafael Ortega, profesor de la Universidad de Granada. “Y además, que partidos políticos como los Hermanos Musulmanes y sus grupos satélites hayan tenido que hacer concesiones ha debilitado la vía política”. Después de todo, asegura que de ese islamismo que algunos ven como desvirtuado es de donde cobra fuerza la salafiya yihadiya.

Aun así, Ortega, experto en el salafismo -el movimiento suní que reivindica el retorno a los orígenes del islam-, recuerda que aunque la salafiya yihadiya sea la más conocida, hay dos modalidades más: la científica, que se dedica al estudio de los textos sagrados del islam, y la política, a la que responderían partidos como los Hermanos Musulmanes. “Al final, la salafiya yihadiya es la respuesta violenta ante una situación violenta”.