WASHINGTON. Aunque las encuestas continúan dando como favorito al magnate Donald Trump entre los votantes republicanos, seguido del cirujano Ben Carson, el debate que tuvo lugar esta semana entre los aspirantes conservadores fue un revulsivo para el senador cubano-estadounidense, al que muchos dieron por ganador de la batalla dialéctica.

Mientras aún sorprende que Trump, y ahora también Carson, sean los que están en la parte alta de la tabla, el debate escenificó una lucha más previsible entre Rubio y Bush, en la que el segundo quedó eclipsado por el legislador en un cruce de acusaciones del que el exgobernador de Florida no supo cómo salir airoso.

El propio Bush reconoció al día siguiente sus debilidades. "Mira, hay dos tipos de políticos. Los que hablan y los que hacen. Me gustaría poder hablar como algunos de los que estaban en el escenario, las grandes personalidades en el escenario, pero yo soy un hacedor", dijo durante un mitin posterior al debate.

Al tiempo que Bush recorta los salarios de su campaña y no consigue mejorar sus números entre los votantes republicanos, Rubio está emergiendo como una alternativa al magnate que sigue liderando los sondeos y quien, tras meses de protagonismo electoral, hizo una modesta aparición en comparación a lo que tiene acostumbrado.

"Marco Rubio ahora tiene probablemente la mejor oportunidad para emerger como la alternativa dominante a Trump y Carson", dijo esta semana Ari Fleischer, quien fuese secretario de prensa del presidente George W. Bush.

Fleischer, que no trabaja para ninguno de los aspirantes a la Casa Blanca en 2016, predijo que el Partido Republicano está a punto de entrar en "una versión condensada de donde estaba hace cuatro años", sumiéndose en la volatilidad derivada de la gran división ideológica que sufre, entre el "establishment" y los ultraconservadores.

En este sentido, Trump y Carson responden a las demandas del votante republicano cansado del aparato del partido, un segmento al que Bush no puede apelar dadas sus políticas más moderadas y su historial familiar.

Sin embargo, Rubio, quien ha logrado en el pasado simpatías por parte de algunos sectores del Tea Party, parece estar hallando la manera de convencer también a los más centristas, convirtiéndose así en una verdadera amenaza para Bush, quien no consigue superar la barrera del 10 % de apoyo en las encuestas en ninguno de los estados clave donde comenzarán las primarias.

Y es que pese a la aparente estabilidad del respaldo que granjea el multimillonario, o la subida en las encuestas del cirujano, la mayoría de los analistas consideran que el Partido Republicano no escogerá como nominado a competir por la Casa Blanca a ningún candidato que no haya tenido experiencia política real o no haya sido elegido para algún cargo gubernamental.

"No creo que el partido vaya a nombrar a nadie que no haya sido elegido antes", aseguró estos días Stuart Stevens, quien fuera uno de los estrategas de campaña del candidato republicano a la Presidencia en 2012, Mitt Romney.

Un argumento que muchos comparten al considerar que los dos aspirantes que ahora logran más apoyos pierden toda su credibilidad cuando dejan a un lado las arengas y tienen que abordar verdaderos asuntos de Gobierno.

En tal escenario, las probabilidades de Trump y Carson dejarían el camino libre a los dos candidatos de Florida, una de las rivalidades más anunciadas al comienzo de la campaña, que ahora empieza a tomar forma.

En un claro ejemplo de compartir esta opinión, el equipo de Bush ideó una estrategia para contrarrestar la popularidad de Rubio entre los votantes, un documento de más de 100 páginas que se filtró a la prensa apenas horas después del debate.

Así, a apenas tres meses de que se celebren los "caucuses" de Iowa, primer estado en votar en las primarias, la campaña de Bush parece apelar al aguante hasta que, como aventuran los expertos, los números de Trump y Carson caigan, y prepararse, mientras tanto, para enfrentar al que consideran su verdadero rival: Rubio. La cuestión es si no será demasiado tarde.