gasteiz - Mientras se realiza la entrevista en una sala de Lehendakaritza, el Parlamento Vasco designa a sus participantes en el consejo de dirección del Instituto de la Memoria. La elección de los representantes independientes suscita el enfrentamiento entre EH Bildu y PSE. Aintzane Ezenarro encaja la noticia sin aspavientos. Tras dos años de tramitación parlamentaria, la nueva directora de Gogora, el nombre atribuido al centro, prefiere destacar el fondo que las formas, sobre todo cuando esta iniciativa ha logrado sumar a las cuatro grandes sensibilidades políticas vascas en torno al mismo proyecto.
Gogora. Traer a la memoria. ¿Comparte que indagar en el pasado puede resultar doloroso?
-Pero es algo necesario para construir una mejor sociedad que es, en definitiva, lo que nos proponemos. Hay que hacer una valoración crítica del pasado para aprender. Una de las tareas más importante del Instituto será, además de devolver la dignidad a las víctimas, extraer aprendizaje para que las futuras generaciones tengan una escala de valores muy bien construida y que tengan claro que los derechos humanos son un absoluto ético. Recordar puede ser doloroso pero el silencio no cura las heridas.
“Ni excluir a ninguna víctima ni equipar”. La base está clara.
Ni equiparar acontecimientos. Esa última palabra es importante. Cuando hablamos de no excluir a ninguna víctima el mensaje queda claro, porque todas las que han padecido las mismas conculcaciones tienen los mismos derechos: verdad, justicia y reparación. Pero, además, no debemos equiparar acontecimientos que son distintos y requieren un análisis específico y concreto. La violencia de ETA requiere un análisis específico y concreto por el apoyo social que ha tenido durante años, por lo que ha perdurado en el tiempo, el número de víctimas, etc. Pero también la violencia policial requiere un análisis específico por la impunidad que le ha acompañado, por el silencio... Cada hecho violento requiere su análisis y no son equiparables. También puede parecer una obviedad, pero hay que recordar que la memoria nunca puede utilizarse para justificar ningún tipo de violencia. Estableciendo ese marco tenemos que tener claro que la memoria nunca es una.
¿Las víctimas si son equiparables?
En sus derechos, sí. A veces entramos en totems y tabúes de palabras que en este nuevo tiempo tenemos que superar. Cada hecho requiere un análisis específico y muchas veces se busca la generalidad para no entrar en hechos concretos.
¿Qué metodología hay que emplear para sumar memorias?
A veces existe la tentación de buscar una memoria oficial y dejar claro que todo lo demás son mentiras. Eso no va a pasar. La memoria se construye de forma subjetiva; se basa en hechos objetivos, pero cada uno como seres humanos que vivimos la realidad desde nuestra perspectiva hacemos nuestra propia construcción de la memoria desde nuestra posición subjetiva. La memoria siempre es conflictiva, pero tenemos que ser capaces de ofrecer un espacio común para ese diálogo entre memorias, que las distintas memorias dialoguen entre ellas para que nos acerquemos lo máximo posible a la memoria común.
¿Cómo se consigue ese reto?
El primer paso es establecer espacios para el diálogo. Soy optimista porque creo que cuando se impulsa esta ley existe una voluntad inicial de compartir. Todos somos conscientes de que si tratamos de imponer nuestra parte de la memoria no vamos a llegar a una convivencia conciliada. La mayoría de la sociedad comparte que lo que ha pasado está mal, que tenemos que aprender de ello, y que nuestra visión de la memoria no es total. A partir de ahí, crear espacios. En estos momentos la ponencia del Parlamento está bloqueada, pero se pueden crear otros espacios.
Finaliza un recorrido parlamentario de casi dos años. ¿Ha existido algún punto de inflexión que motivara la creación del Instituto de la Memoria?
Se han ido sucediendo hechos. La legislatura pasada avanzamos bastante en temas de reconocimiento de víctimas y convivencia. Por primera vez partidos que se negaban entraron a acordar políticas de reconocimiento de víctimas policiales y parapoliciales. El gran logro fue que incorporásemos todos los hechos traumáticos que hubo en el siglo XX a esa mirada al pasado; no solo hablar de ETA, no solo hablar de contraterrorismos ilícitos u otro tipo de terrorismo, sino también ir más atrás en el tiempo y abordar el tema de la memoria que todavía está pendiente: el franquismo y la Guerra Civil.
¿Qué lugar va a ocupar la investigación en este proyecto?
Nuestro mandato parlamentario dice que el objetivo debe ser la coordinación de la política pública en memoria, el eje desde donde se coordina. A partir de ahí tendrá dos líneas. La primera mirará más al pasado, y aquí entrará la investigación. Habrá dotaciones económicas y mucha colaboración con universidades y asociaciones para clarificar todo lo que ha pasado en este país. Además va a tener una parte de archivo destinada a todo el trabajo que se ha realizado en materia de paz y derechos humanos. Será una casa común donde guardar todo esto para la que contamos con la ventaja del Archivo Histórico. Y luego está todo el trabajo divulgativo. Mi idea es poner mucho acento en la educación para la paz basada en la memoria. Si vemos la experiencia de otros países, sobre todo el caso alemán, conocer la historia reciente del país es una asignatura obligatoria para que no se vuelvan a repetir esas situaciones.
¿Qué cauces existen para garantizar la participación de los movimientos asociativos?
La ley no lo establece, pero sí queremos crear ámbitos donde se pueda dar esa participación, además de crear convenios de instituciones que trabajen en la memoria. Tenemos la idea de que el asociacionismo relacionado con derechos humanos tenga su espacio para trabajar, incluso también las víctimas. Pero eso está por hacer. En definitiva, queremos que sea un proyecto abierto. El centro está en Bilbao, pero se va a mover por los pueblos, no va a ser estanco.
Hace hincapié en el consenso, pero el jueves vimos en el Parlamento que aún existen rencillas y que, en este caso EH Bildu, no comparte la presencia de Jesús Loza como experto independiente en el organigrama
del Instituto.
Cuando las designaciones tienen que pasar por el Parlamento pueden suceder estas cosas. No le daría mayor importancia, porque creo que el espacio que se da en el consejo de dirección puede ser idóneo para avanzar. La creación de un nuevo foro institucional puede ser muy interesante, porque vamos a abordar el pasado, que es lo que bloquea el diálogo. Yo me quedo con que al final tendremos un consejo no solo con la participación de todas las instituciones, sino de todas las sensibilidades políticas. Es una oportunidad para volver a iniciar un diálogo que no debería estar bloqueado.
¿Aspiran a que el resultado de la concentración de las cuatro grandes familias políticas supere las propias expectativas del Instituto?
No quisiera que se entendiera que va a suplantar a otros foros. Lo que digo es que es una buena ocasión para dialogar sobre el pasado, además de completar el trabajo propio de gestión del Instituto. Pero está claro que en relación al pasado se tendrá que hablar, al margen de lo que ocurra con la Ponencia.
La lectura del pasado es, precisamente, lo que ha bloqueado la Ponencia de Paz en el Parlamento.
Sí, así es. Aquí vamos a hablar del pasado y todos han mostrado su disposición a estar en este foro. Hay una voluntad de acercamiento, yo al menos lo entiendo así. No hay que echar las campanas al vuelo, pero hay un espacio de oportunidad que hay que aprovechar.
La puesta de largo del Instituto será el 10 de noviembre. ¿Qué avances veremos hasta esa fecha?
Vamos a ir traspasando poco a poco al Instituto alguno de los proyectos que teníamos en la Secretaría de Paz y Convivencia. Entre ellos, el tema de los retratos de las víctimas en cada municipio. También asumiremos la coordinación de las conmemoraciones, la primera de ellas el mismo 10 de noviembre.