BILBAO - La Hoja de ruta para la normalización del conflicto, documento presentado por Sortu al PNV y rechazado por éste como base de una acción conjunta en materia de paz y convivencia, vincula sus iniciativas a un esquema de contrapartidas que se parece más a una negociación a dos bandas que a una iniciativa unilateral en pro de la normalización.
Este enfoque, que deja en segundo término los compromisos previos de la izquierda abertzale asentados en el esquema de la Declaración de Aiete y se dirige claramente hacia un agente distinto del propio PNV o el Gobierno Vasco, en función de sus competencias respectivas, es lo que ha convencido a los jeltzales de que no puede ser el marco de una colaboración entre ambas formaciones.
El PNV mantiene un compromiso por definir y compartir un diagnóstico común que permita acompañar el proceso unilateral que viene desarrollando la izquierda abertzale. Pero, en su diagnóstico, este proceso debe consolidar las garantías de una base sólida, que bien podría tomar la forma de un suelo ético, que evite la tentación de restablecer conceptos de parte sobre el relato del conflicto que quedaron superados en Aiete.
En consecuencia, el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, reiteraba el miércoles por carta a Hasier Arraiz el ofrecimiento de establecer un marco conjunto de actuación, orientado en los términos de afrontar las consecuencias del conflicto violento, tal y como se consagró en Aiete, en materia de desarme, presos, verdad, justicia y reparación de víctimas.
Modelo de bilateralidad La propuesta de Sortu no constituye una hoja de ruta con acciones definidas sino que más bien responde a una propuesta para afrontar, en base a un esquema de contrapartidas, los distintos aspectos del proceso de paz y convivencia. El PNV ya valoró que la descripción de los distintos apartados sobre los que incidir coincide con su propia reflexión pero también recordó que el esquema que describe constituye un retroceso sobre las posiciones que se suponían asimiladas como parte de la estrategia unilateral de la izquierda abertzale.
La advertencia se refiere a que la última propuesta de Sortu diseña un formato de toma y daca a la hora de definir futuras iniciativas y lo hace no solo con un carácter muy general, estratégico e inconcreto, sino que busca vincular cada uno de ellos a un modelo de bilateralidad que podría interpretarse como la demanda de contrapartidas a los procesos de desarme o al reconocimiento del daño, por ejemplo, que los jeltzales consideran superado y una vuelta atrás como planteamiento de base.
En ese esquema estaría la relación que se hace del desarme con la contrapartida de la retirada de fuerzas de seguridad del Estado, pero el enfoque que más chirría para el PNV en el análisis de Sortu es el vínculo que establece entre la consecución de la paz no tanto como un activo en sí mismo sino vinculándola al viejo esquema de resolución del conflicto político en sus causas y consecuencias.
Aunque posteriormente el axioma se aplique, como demanda Aiete, a afrontar las consecuencias de la violencia -desarme, presos y víctimas-, el rescate argumental del esquema de paz por soluciones políticas retrotrae a un relato y un modelo de negociación que ya intentó ETA con los resultados conocidos.
Mutua disposición Precisamente ayer, el portavoz de Sortu, Pernando Barrena valoraba la situación creada con la negativa del PNV a suscribir el documento e insistía en la voluntad de su partido de establecer bases de consenso, una intención que también se recogía en la carta remitida la víspera por Andoni Ortuzar a Hasier Arraiz. Barrena demandó ayer una respuesta jeltzale por escrito a los contenidos del documento de Sortu, que consideró “novedosos” y “valientes”.
El portavoz de Sortu reprochó, no obstante, al PNV lo que calificó de “respuesta pública a un documento privado”. El PNV había mostrado el miércoles su malestar por la decisión de Hasier Arraiz de dar a conocer públicamente la existencia de ese documento sin esperar a recibir la respuesta jeltzale pese a que conocía que el Euzkadi Buru Batzar lo iba a analizar en su reunión del pasado lunes y esa respuesta iba a ser inminente.
críticas Barrena sostuvo ayer que el documento de Sortu pretende ofrecer al PNV una “hoja de ruta compartida en torno a las consecuencias del conflicto político, con desarme, desmilitarización, política penitenciaria, verdad, justicia y memoria como bloques a desarrollar y como colofón a estos, propuestas concretas sobre incitativas prácticas”. Sin embargo, la lectura que hace del mismo el PNV apunta a que en él se asientan conceptos de un relato que ha sido propio y exclusivo de la izquierda aber-tzale en el pasado con un lenguaje complaciente hacia su interpretación del conflicto violento.
Esto dio pie a Barrena a interpretar ayer que el PNV “está utilizando la excusa de la terminología como herramienta para cavar una nueva trinchera política”, lo que alimenta las desconfianzas entre ambos de cara a retomar un diálogo constructivo. En las filas jeltzales subyace la sensación de que el documento, por su enfoque y contenido, no busca tanto propiciar una base de acuerdo como reforzar la cohesión interna de Sortu recuperando planteamientos que no van dirigidos al PNV puesto que no está en su mano la consecución de las contraprestaciones que se contemplan -actuación de las fuerzas de seguridad del Estado o política penitenciaria- ni el texto contempla iniciativas en los ámbitos en los que sí caben actuaciones concretas: Gobierno y Parlamento Vasco o Senado y Congreso.
En realidad, el debate sobre el léxico, que ayer calificaba Barrena de excusa, tiene su origen en los reiterados anuncios que la propia Sortu realizó en ese sentido meses atrás, prometiendo una reflexión en un lenguaje que calificó de “no habitual” en la izquierda abertzale orientado a restablecer una base de confianza sobre la que reactivar la relación multipartita imposible hasta la fecha en la Ponencia de Paz del Parlamento Vasco.
Pese a que ayer Barrena sostuvo que Sortu ha hecho “un esfuerzo en el léxico y la terminología” de su documento para que pueda ser empleado también por el PNV, este no reconoce en el texto un giro en la dirección prometida sino más bien un paso atrás en el manejo del relato del conflicto y una vuelta a discursos que considera claramente superados por los acontecimientos, y en los que no percibe su compromiso unilateral en el proceso de paz.