Los muros que Sancho el Fuerte mandó levantar alrededor de Laguardia han protegido a la capital de la Rioja Alavesa desde hace siglos, un dique que a su vez también ha dotado de una desacostumbrada discreción al día a día de sus habitantes. Pero las discrepancias políticas en el seno del PP han abierto una grieta en el tabique amurallado que pone en peligro, a tan solo tres meses de renovar el Gobierno local, el hegemónico control que los populares han ejercido en esta localidad desde la reinstauración de la democracia.

Hace tan solo unas semanas el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, ponía en valor la condición de plaza fuerte del PP de la capital alavesa, donde la formación conservadora ha gobernado durante 12 de los últimos 16 años. Pues bien, la historia y la estadística sitúa a Laguardia por encima de estos números, hasta el punto de convertirla en el verdadero baluarte popular del territorio, por encima de los resultados cosechados por la fuerza conservadora en Gasteiz.

Para muestra basta con observar el currículum de Javier Sampedro, quien fuera alcalde de esta localidad desde 1979 hasta 2000 -año en el que falleció-, con el único lapsus de una legislatura (2007-2001) en la que el bastón de primer edil pasó a manos de la dirigente jeltzale María Jesús Amelibia. La muerte de Sampedro no impidió que el PP mantuviera las riendas del Consistorio; de hecho ha sido la fuerza más votada en los comicios municipales a lo largo de las dos últimas décadas, incluida la cita con las urnas que tras los pactos postelectorales derivó en un gobierno liderado por el PNV.

Esta histórica carta de presentación empezó a emborronarse hace unos meses con la fuga de uno de los ediles que conforman el equipo liderado por el alcalde José Manuel Amézaga, y alcanzó su punto álgido a finales del pasado año, cuando dos de los cuatro concejales que componen el grupo conservador dividieron a partes iguales sus votos. La falta de apoyos en el seno de su formación y entre los grupos opositores obligó a Amézaga a prorrogar unas cuentas que arrastras el Consistorio desde la entrada del año.

Miguel Ángel Argote fue uno de los dos ediles del PP que se negó a secundar los Presupuestos diseñados por su alcalde. A preguntas de este periódico, el concejal argumentó que su negativa estuvo basada en la incorporación de un tributo sobre la plusvalía de las viviendas que el primer edil recogía en su proyecto. “Con la situación de crisis en la que estamos no voy a aprobar unos presupuestos en los que se pide que incluyamos un nuevo impuesto municipal que de hecho ya lo estamos pagando a la Diputación”, señala Argote.

Ante este escenario, el veterano concejal -acumula cerca de veinte años en el Consistorio- asume que el grupo del PP está roto y que en la próxima cita con las urnas se hará realidad ese refrán que apunta hacia las ganancias de los pescadores en el río revuelto. Los pescadores, en este caso y si los augurios de Argote se cumplen, serán los grupos que hoy ocupan las bancadas de la oposición en Laguardia.

El PNV es, con tres ediles, la principal fuerza opositora que a lo largo de la presente legislatura ha actuado de forma coaligada con el único representante de Bildu. La corporación la completa el único edil del Grupo Mixto, Antonio Briones, otrora edil del PP y cuya salida del grupo municipal popular se observa ahora como el primer episodio del desmoronamiento del partido.

Argote, además de no apoyar el Presupuesto presentado por su alcalde, también ve cada vez con más distancia su continuidad en el Consistorio, una decisión que aún no ha tomado pero que, hoy por hoy, se atreve a decir que “existen un 99% de posibilidades de que no me vuelva a presentar”.

Desde el PNV, la ex alcaldesa no se atreve a augurar que efecto tendrá en las urnas las desavenencias de la formación conservadora, pero destaca la falta de entendimiento que ha impedido pactar con al actual primer edil, José Manuel Amézaga, quien, por cierto, desde un principio ha mostrado su total disposición a repetir al frente de la lista de los populares en Laguardia.