Los desfiles victoriosos de los yihadistas suníes con blindados iraquíes fabricados por Estados Unidos han colocado a los estadounidenses ante una cruda realidad, la de haber dilapidado miles de millones en tratar de juntar las piezas de un país condenado a romperse. El Ejército iraquí, con armamento financiado por los estadounidenses, bombardeaba a mediados de este mes una base aérea de Mosul, reconstruida por EE.UU. durante casi nueve años de ocupación y repleta de equipamiento militar provisto por Washington. Las imágenes de ese ataque son la evidencia del fracaso de una estrategia a la que se dedicaron decenas de miles de millones de dólares con el objetivo de levantar un país que se ha desmoronado sacudido por las placas tectónicas del sectarismo religioso y el terremoto del yihadismo.
Los más de 61.000 millones de dólares dedicados desde 2003 a borrar el pasado ligado al partido de Sadam Husein, levantar de nuevo el sector petrolero, un gobierno central aceptado por todos y crear unas Fuerzas Armadas multiconfesionales parecen haber caído en saco roto. Ya antes de esta crisis, incluso, los auditores del Gobierno estadounidense daban por hecho que el 15% de ese monto se había echado a perder por mala gestión o pobre seguimiento y básicamente habían servido para enriquecer a funcionarios corruptos.
Desintegración Cuando los guerrilleros de ISIS decidieron avanzar sobre Mosul, la segunda ciudad iraquí, miles de soldados de las Fuerzas Armadas iraquíes salieron en desbandada, inyectando definitivamente en ese Ejército el virus de la división y dejando en evidencia la fragilidad de lo que era visto como uno de los grandes logros estadounidenses en Irak: los suníes se volvieron a sus zonas controladas por el ISIS o por milicias suníes, los kurdos a la región cada vez más autónoma del Kurdistán y sus peshmerga (fuerzas kurdas)y los chiíes se retiraron para reforzar Bagdad o defender las ciudades santas de Samarra o Kerbala.
La desintegración del Ejército iraquí ha permitido a los extremistas tomar Tikrit y cercar la mayor refinería del país en Biyi y la base aérea de Balad, caramelo a las puertas de Bagdad para los yihadistas, que saben que está repleta de material militar estadounidense. Por el camino, los extremistas se han hecho con decenas de vehículos Humvee acorazados, helicópteros rusos y estadounidenses, artillería pesada, camiones de transporte logístico y grandes cantidades de munición y armamento ligero. “Irak estaba en el camino de obtener un Ejército profesional hasta antes de 2011, pero ahora es una milicia chií... una fuerza que hoy por hoy solo puede montar controles de carretera”, explica Rick Brennan, experto en Irak del centro de estudios Rand Corporation.
En opinión de Brennan, EE.UU. condenó su inversión en Irak al fracaso al retirarse del país por completo a finales de 2011 y prometer una ayuda militar y entrenamiento que cayó víctima de oficiales corruptos, de la falta de interés en mejorar la operatividad militar y de la ausencia de voluntad política de Nuri al Maliki.