Plaza 3 de marzo. El portavoz y socio fundador de Martxoak 3 elige este significativo espacio de Zaramaga para ilustrar la entrevista. "Ha condicionado mi vida en todos los sentidos, tanto desde el plano personal como porque es un lugar emblemático para la lucha obrera. Es un espacio de dignidad que simboliza la lucha por los derechos y las libertades", asegura el protagonista.

Vitoria - Nacido en Campezo en 1955, Txasko se trasladó a vivir a Gasteiz con su familia cuando sólo tenía "cinco o seis años". Estudió en Jesús Obrero, se hizo maestro industrial y después trabajó en Cegasa durante algo más de dos años. Con poco más de 20 y la vida más o menos encauzada, una brutal emboscada policial el día después del 3 de marzo le provocó la pérdida de su ojo derecho, que unida a otra lesión que padecía en el izquierdo le originó una gran invalidez. Su labor al frente de Martxoak 3 le ocupa ahora gran parte del tiempo.

Vivió en primera persona los sucesos del 3 de marzo, una época de gran descontento social. ¿Observa similitudes con el momento actual?

-A nivel laboral estamos igual o peor. En derechos sí que hemos avanzado, porque entonces carecíamos de libertades. Pero sí se dan similitudes con aquella situación. Igual en aquel tiempo sí que había más conciencia y necesidad de luchar porque estábamos más reprimidos, y hoy en día eso se echa en falta. Nos han metido en un sistema consumista en el que la solidaridad no existe y lo que prima es el individualismo y el sálvese quién pueda. Todos los ingredientes están ahí y la chispa puede saltar en cualquier momento, pero el conformismo es tal que resulta difícil.

¿Demasiada resignación también?

-Sí, porque no vale con salir un día a hacer una huelga. Si no hay una lucha constante y denuncias de vulneración de derechos, no se va a conseguir nunca lo que se logró entonces.

¿Qué es lo que más le preocupa de los múltiples males actuales?

-En general, la situación sociopolítica es muy alarmante. El paro juvenil es vergonzoso, pero todos los sectores más marginados son los que están sufriendo. Hablo también de los discapacitados o de la mujer, donde existe mucha precariedad en todos los ámbitos. Hay pobreza, derechos sociales que se están resintiendo...

Y entretanto la corrupción, que todos los días es noticia.

-Sí, algunos llenando sus bolsillos sin parar. Aunque cada vez se oyen más voces contra eso, a nivel político parece que es una norma habitual. Uno siente que detrás de cada proyecto hay un interés lucrativo.

Aun así, ¿no le parece difícil que esa chispa pueda saltar con reformas como la del Código Penal o la nueva Ley de Seguridad Ciudadana?

-Lo están poniendo difícil. Al igual que en 1976, donde cualquier movimiento que surgía era criminalizado y machacado, ahora a cualquiera que vaya en contra de las políticas de recortes antisociales del Gobierno se le quiere criminalizar. La Ley de Seguridad Ciudadana es un caso. Cualquier comentario que aparezca en las redes sociales también se está criminalizando. No nos van a dejar en la calle sin trabajo, sin coberturas sociales, en la más tremenda de las pobrezas y que encima no puedas protestar. Ante esto, la gente tiene que saltar.

Vamos a saltar, pero de tema. ¿Qué es lo que más le gusta de Gasteiz?

-Es una ciudad muy abierta, donde tienes espacios verdes a cinco minutos del centro yendo hacia cualquier dirección. Es muy limpia, su diseño urbano es bastante aceptable para los peatones... Algunos se quejan de las rotondas, pero yo no tengo ese problema porque no conduzco (ríe). Además, la equipación social es un modelo a seguir, aunque los servicios se estén aminorando.

¿La expansión de ciudad no ha sido bastante alocada?

-Sí. Igual el plan que se hizo tenía que haberse revisado porque la demanda de viviendas no es tan alta. También tenía que haberse planteado hacer menos viviendas elitistas, porque no hay una demanda suficiente. Habría que dedicar más los recursos a pisos sociales y al alquiler, aunque tengamos esa cultura de la propiedad. Además, con la inseguridad del trabajo, un día puedes estar aquí y al día siguiente en Honolulu...

¿Coincide, como piensa bastante gente de su quinta, en que la ciudad ha perdido mucho atractivo desde el punto de vista del ocio, del salir a la calle y potear?

-La forma de vida ha cambiado mucho. Por una parte está el trabajo. Antes salías de la fábrica y todos los días era la norma hacer una hora de poteo por la Kutxi, la Cuesta o la calle Francia. Ahora, la cuestión personal de cada uno es distinta. Los padres, por ejemplo, tienen que acompañar a los niños a las actividades extraescolares y eso no pasaba. Y sobre todo está el poder adquisitivo. La gente no dispone todos los días de dinero para salir de cañas. Eso sí, en cuanto le das rienda suelta, se nota. El pintxo-pote por ejemplo ha triunfado.

¿La capitalidad gastronómica puede darle un impulso a la ciudad?

-Si sirve para que tenga un impulso a nivel turístico, bienvenida sea. Pero a nivel gastronómico no creo que seamos más que Donosti, que Bilbo o que cualquier pueblo de Euskal Herria. Habrá que sopesar también si las cantidades que se han destinado van a tener retorno, y si no lo tienen, ver cuánto mejor podrían haber estado en temas sociales.

¿En líneas generales, qué haría para mejorar la ciudad?

-A nivel social, pondría en marcha nuevos puntos de encuentro para que la gente pueda desarrollar sus inquietudes, más allá de las actividades programadas que puedan ofrecer los centros cívicos. Espacios autogestionados, como el Gaztetxe o Hala Bedi. Sería bonito.

Como ciudadano afectado, ¿qué me dice de la accesibilidad para las personas con discapacidad visual?

-Se va avanzando, pero todavía hay muchos problemas. No te das cuenta hasta que te toca. El otro día tuve que ir a Correos a hacer un envío y con esos paneles con números tienes que ir haciendo cuentas mentales para saber cuándo te toca. En el edificio de consultas externas de Txagorritxu, los deficientes visuales dependen de un auxiliar para gestionar la consulta y una vez en ella el número de orden se indica en una pantalla sin audio. Son algunos ejemplos, pero hay muchos más. Y otro tanto ocurre con el mobiliario urbano, terrazas de cafeterías, mesas, andamios, señalización de obras... Un montón de obstáculos a sortear en el día a día. Y las personas con discapacidad física están igual.

Ahora tenemos una ciudad llena de obras. ¿Considera que todas ellas son necesarias?

-Cuando hay recursos, bienvenida sea toda reforma y modernización. Pero estando en la situación en la que estamos, obras como la de la Avenida Gasteiz pueden pasar perfectamente. Esos recursos podrían dedicarse a los barrios o a necesidades sociales, que ahora son muchísimas.