gasteiz - En apenas un lustro, la fulgurante trayectoria de Alternatiba le ha permitido tener representación en el Parlamento Vasco y el Ayuntamiento de Vitoria, dos ejemplos del éxito que contrasta con las horas bajas que padecen otros excompañeros de viaje en el seno de la fracturada Ezker Batua. Oskar Matute es la referencia de este proyecto y quien defiende los postulados de esta joven fuerza política como parte de la dirección mancomunada de EH Bildu.

Todas las antiguas caras de la izquierda vasca no nacionalista (Javier Madrazo, Mikel Arana, Kontxi Bilbao) han desaparecido de la primera línea política. ¿Se considera un superviviente?

-No, me considero una persona que va a seguir haciendo política toda su vida pero porque entiendo la política como una realidad que afecta a todos los niveles de la vida, desde los más ínfimos y personales a los más colectivos. Desde el feminismo se dice algo con mucha lógica como que lo personal es político. Haré cosas en política toda la vida pero en el nivel que toque.

¿Cómo recuerda el origen de la grieta que para EB supuso su salida?

-Después de bastantes años en Ezker Batua, unos cuantos compañeros tuvimos la convicción de que era un proyecto agotado porque no daba respuesta a una parte de la sociedad vasca. Iniciamos un proceso de reflexión que nos llevó a apostar por levantar una nueva herramienta político-electoral para el conjunto de la izquierda vasca. Eso es lo que significa Bildu.

Viendo los resultados, parece que su cambio de aires fue una buena decisión.

-Sí, pero tengo muy claro que en algún momento dejaré la primera línea política, y tengo claro que cuando eso pase me gustaría que no fuera por un mal resultado, desde el punto de vista de la lógica electoral, ni de un debilitamiento del sujeto político, sino porque todo en la vida son ciclos y porque no hay nadie imprescindible en ningún lugar. Lo bueno es que la apuesta que algunos vimos, que era la de confluir desde la diferencia en la conformación de un sujeto político plural para la izquierda soberanista vasca, era una idea que tenía cuajo en la sociedad, que tenía poso. Eso es lo que me reconforta.

¿Se siente cómodo en EH Bildu?

-Sí, porque yo no me incorporado a una realidad que no conociera; es decir, yo he contribuido con muchos y muchas a la conformación de una nueva realidad y la siento tan propia como cualquiera porque hemos estado desde el minuto uno en la generación de EH Bildu. No me he sentido invitado, sino partícipe.

En la anterior legislatura le pregunté si echaba de menos la Cámara vasca y me contestó que no añoraba ese "templo de vanidades". ¿Mantiene la misma opinión tras su regreso?

-Sigue teniendo mucho de templo de vanidades, de discursos retóricos de cara a la galería para embellecer posturas políticas. A mí eso me importa bastante poco y probablemente lo que más se ve de mi trabajo es lo que hago en el Parlamento, pero afortunadamente hago muchas más cosas. En EH Bildu somos conscientes de qué repercusión mediática tiene el trabajo que hacemos en Gasteiz y la utilizamos al servicio de la socialización de determinados planteamientos o ideas que están en la calle. Ahí es donde tiene sentido nuestra presencia. Si solo me limitara a preparar un tema o dos para llevar a la tribuna, en esa especie de ránking absurdo por ver quién lo ha hecho mejor, estaría contribuyendo a aquello que no me gusta nada, a una democracia hueca que se cree que por el hecho de tener unas urnas cada cierto tiempo y unos espacios para exponer no sé qué cosas ya es una democracia plena. Yo no creo en eso, creo que la democracia plena es la que tiene que entrar a las instituciones para que éstas sean un instrumento al servicio de la ciudadanía y no una especie de ring de confrontación dialéctica sin resultados tangibles.

¿Qué cambios notó al volver a pisar la Cámara vasca después de cuatro años?

-Ninguna realidad es estática, pero todavía el Parlamento se muestra más como un lugar relativamente desconectado de la sociedad. Es cierto que en esta legislatura la protesta social se ha acercado más al Parlamento, tanto dentro como fuera, pero todavía hoy esta Cámara no muestra su carácter más útil para la sociedad. Ahí hay mucha labor que hacer.

'Y' vasca, los casos de Xuban Nafarrate e Iñigo Cabacas, el cierre de Fagor... Sus iniciativas parlamentarias presentan un amplio abanico pese a ser un grupo con aforados suficientes para alcanzar un mayor grado de especialización.

-Hemos conseguido que se conjuguen dos realidades, que tengamos un cierto orden a la hora de trabajar los temas, que no seamos 21 francotiradores que según vemos un periódico o hablamos con alguien nos lancemos a cualquier tema, y que a la vez eso no nos impida poder encontrar espacios de comodidad que no se ciñan a una temática concreta.

¿El hecho de pasar de ser miembro de un grupo de tres parlamentarios a figurar en una bancada con 21 aforados le ha permitido afilar su perfil anticapitalista?

-La realidad se ha afilado mucho más. Si uno se toma la molestia de revisar intervenciones mías y réplicas, verá que la caracterización que mis rivales parlamentarios han hecho de mi discurso como comunista, antisistema, anticapitalista existe desde 2001. La realidad es que eso entonces era utilizado más o menos para definirme como una especie en vía de extinción y, sin embargo, la realidad ha hecho que esas posiciones ahora encuentren más recepción en la sociedad. Y es que, tristemente, de diez años a esta parte la realidad de las personas ha cambiado mucho y para peor. Hace ocho años el que era mileurista no pasaba por ser el más privilegiado de la cuadrilla. Hoy en día el mileurista si no se encuentra en los puestos altos de ese grupo de amigos se encuentra, por lo menos, de la mitad hacia arriba.

¿Siente que la reivindicación soberanista deja en un segundo plano otras demandas ajenas al discurso identitario y más próximas a Alternatiba?

-Creo que no. Alternatiba desde su inicio ha defendido lo que llamamos el socialismo multidimensional. Hay que tener todas las luchas en la agenda política para hacer frente a todas las dimensiones de la opresiones. Si uno repasa las iniciativas sostenidas por EH Bildu verá que hemos tenido propuestas contra la imposición lingüística, de marcado carácter feminista, contra el derrumbe democrático, contra la opresión nacional...

¿Quiere decir que lo que conocemos como el euskotema, todo lo que rodea al terrorismo y reivindicaciones identitarias, ya no acapara el protagonismo mediático de la Cámara?

-Hay un mayor equilibrio, por fortuna. La dimensión nacional y la social están caminando en paralelo en cuanto a la importancia que están adquiriendo en los medios de comunicación y, en consecuencia, en la sociedad. Eso es bueno porque ese equilibrio acaba con discursos falsos que señalaban que solo había preocupación de unos temas frente a otros. Y también ha roto un debate que había debilitado a la izquierda vasca durante mucho tiempo y que incluso nos había dividido, que era el de cuál de las dos dimensiones importa más. Para Alternatiba las dos importan, la dimensión nacional importa porque en la medida que construyas un determinado país podrás construir una determinada sociedad, y lo social importa porque en la medida que conformes una determinada sociedad darás forma a ese determinado país.

¿También frente a una crisis?

-Sí, porque no se trata únicamente de cambiar de bandera para seguir igual de oprimido y que los que nos oprimen tengan unos apellidos más vascos o menos vascos. Eso importa, pero lo que también importa es que podamos tener mecanismos de decisión propios por ser dueños de nuestro destinos. En la medida que seamos capaces de decidir por nosotros mismos también podremos romper todas las imposiciones que nos vienen. (...) Las CUP (Candidatura de Unidad Popular) de Catalunya en todo este debate con la consulta y el derecho a decidir tienen una expresión que yo comparto y que me parece muy exportable a Euskal Herria: Queremos decidir para cambiarlo todo. Queremos ser una nación para poder construir una nueva realidad económico y social.

Conoce lo que es pertenecer a un partido que forma coalición de gobierno con el PNV. ¿Cree posible esta alternativa política entre los jeltzales y EH Bildu?

-No se dan las condiciones para un gobierno de coalición porque no hay una lectura compartida de los tiempos y del modelo de país que queremos construir. Hay una indefinición premeditada por parte del PNV a la hora de definir su modelo de país, quizás mirando de reojo lo que pueda estar pasando en otros lugares. Nosotros creemos que hay que apostar desde ya por la soberanía nacional plena, que la ciudadanía debe ser la protagonista de ese proceso y que nosotros tenemos que acompañarla, como está pasando en Catalunya. Desde esa atención a la realidad, un gobierno de coalición no es una posibilidad real.

En la andadura inicial de Alternatiba dijo que era pronto para determinar si la distancia que la izquierda abertzale había marcado respecto a ETA era la suficiente. ¿Es éste el momento de valorarlo?

-La distancia recorrida es pública y notoria. Si uno echa la vista atrás ve que se ha avanzado y mucho, y ve que quien ha avanzado en clave unilateral ha sido la izquierda abertzale. Ha pedido perdón por la posición que haya podido tener en la medida que esta posición haya podido causar más dolor a las víctimas de la violencia y, sin embargo, eso se pretende arrinconar.

¿Debe haber más movimientos de ETA pese a que el Gobierno mantenga su inmovilismo?

-La unilateralidad es una seña de identidad asumida y compartida por EH Bildu. ETA lo ha señalado en su último comunicado y ha hecho suya también la unilateralidad. De hecho, la entrega de armas y su compromiso con el Grupo Internacional de Contacto y la Comisión de Verificación lo demuestran. El PNV, en ese discurso pretendidamente ambiguo, muchas veces nos habla del diálogo con Madrid. Nosotros estamos plenamente convencidos de que los problemas que tenemos los tenemos que solucionar entre nosotros porque a Madrid no le interesa que se solucionen. Nuestra fuerza y nuestro trabajo está aquí.

¿Las elecciones europeas son un termómetro fidedigno para avanzar cambios en los diferentes planos políticos?

-Es cierto que estas elecciones son las que menos estimulan y motivan a los ciudadanos y esa falta de motivación puede provocar una cierta distorsión en las evoluciones electorales de las formaciones políticas. Resulta más arriesgado hacer una extrapolación a futuro, pero en cualquier caso sí creo que en Euskal Herria vivimos una efervescencia política, con especial incidencia en Nafarroa, y que por tanto puede ser un indicador de por dónde pueden ir las respuestas que la ciudadanía encuentra como mejores a sus problemas.

En los colegios electorales europeos avanza la ultraderecha. ¿Cómo lo valora?

-La ultraderecha nunca ha dejado de existir en el Estado español, probablemente porque encontraron comodidad en la reforma fruto de un acuerdo con los poderes fácticos del franquismo. Como encontraron esa comodidad no vieron la necesidad de explorar caminos electorales propios. Han encontrado en opciones muy asentadas en el régimen, como el PP, su cauce de expresión.