Un tiroteo en las instalaciones del Mando de Sistemas Navales de la Armada de Estados Unidos en Washington causó ayer al menos trece muertos, entre ellas el presunto atacante, un extrabajador de la Armada, del que se desconocen las causas de esta nueva masacre. Los sucesos comenzaron a las 8.20 hora local (12.20 GMT) cuando se escucharon varios disparos dentro del edificio 197 de las instalaciones militares en el sureste de la capital estadounidense. Según testigos, el autor de los disparos se encontraba en un cuarto piso desde donde apuntaba a la cafetería del edificio.

Tras varias horas de informaciones confusas sobre el número de víctimas, el alcalde de Washington, Vincent Gray, y la inspectora jefe de Policía, Cahty Lanier, ofrecieron dos ruedas de prensa para informar de los hechos. Gray confirmó que había "múltiples fallecidos" y varios heridos en lo que consideraba un hecho "aislado", al rechazar que hubiese indicios de ataque terrorista.

Por su parte, Lanier dijo que el supuesto autor de los disparos fue abatido, pero añadió que "tenemos informaciones que sugieren que al menos dos individuos han sido vistos con armas de fuego". "La principal preocupación ahora es que tenemos dos potenciales autores que no hemos localizados por el momento", declaró Lanier, y agregó que se trataba de dos hombres, uno de raza blanca y otro negra, con vestimenta militar. Sin embargo, la policía metropolitana identificó poco después a la persona de raza blanca y la consideró como "no sospechosa". Las autoridades de la capital estadounidense decidieron cerrar el tráfico aéreo del aeropuerto Ronald Reagan, cercano a las instalaciones, aunque reabrieron las operaciones poco después. Además, una decena de colegios del área de Washington se mantuvieron cerrados con los alumnos en el interior como medida de cautela.

El presidente estadounidense, Barack Obama, que tenía previsto ofrecer unas declaraciones sobre el quinto aniversario de la caída del banco de inversión Lehman Brothers, que desencadenó la crisis económica global, se refirió al tiroteo como "un acto cobarde". "Sabemos que numerosas personas resultaron heridas y algunas han muerto", dijo Obama desde la Casa Blanca sin dar más detalles ya que afirmó no se conocían "todos los hechos".

La residencia presidencial se encuentra a apenas a ocho kilómetros del lugar de los hechos. Tras ser dirigida en un primer momento por las autoridades locales, la investigación pasó a estar coordinada por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Los agentes federales desplegaron un ingente dispositivo de seguridad en la zona del Navy Yard, un complejo de la Armada a orillas del río Anacostia en el que trabajan unas 3.000 personas.

La zona se encuentra totalmente acordonada, con la presencia de helicópteros y varios equipos de operaciones especiales. También se reforzó la seguridad en varios edificios militares como el Pentágono, a varios kilómetros de distancia, y donde el aumento de la alerta solo se ha tomado como "medida de precaución" debido a que la situación aún no está controlada. El Senado de Estados Unidos decidió también suspender su jornada de trabajo con antelación, después de que se recomendara a los legisladores no abandonar los edificios del Capitolio por seguridad.

"Vimos al autor del disparo al final del pasillo", narró un testigo en televisión. "Nos estaba apuntando con un arma y disparó al menos dos o tres veces", dijo el hombre rodeado de sirenas de policía. Todos los presentes salieron corriendo por el pasillo y comenzaron a empujar para poder escapar del francotirador. "Fue una locura". Otro individuo relató cómo oyó el sonido sordo de los disparos cuando se encontraba reunido con colegas. "¡Esto no es un ejercicio!", dijo asustado, "¡vamos, vamos!" y todos salieron en busca de la salida de emergencia. Solo siete minutos después llegaron los oficiales de policía al lugar de los hechos. La base se encuentra en un predio a orillas de río Anacostia en el que trabajan más de 10.000 personas en las áreas de comando y administración de la Marina estadounidense. Poco después, la presencia policial era imponente. El FBI, soldados y unidades de la Marina cercaron el paso al predio, que además era monitoreado por helicópteros. El caos imperaba por doquier, y las autoridades debieron corregir varias veces ante las cámaras las informaciones que iban teniendo sobre los posibles atacantes y la cifra de víctimas. El comandante Tim Jirus tuvo mucha suerte y pudo escapar mientras que a sus pies caía muerto un ordenanza del edificio. Los familiares y amigos de quienes trabajan allí buscaban desesperadamente información sobre sus seres queridos.