con la llegada del tan ansiado buen tiempo -sobre todo este año-, la sombra de los incendios forestales vuelve a sobrevolar el territorio histórico. Si bien es cierto que en lo que va de verano todavía no se han dado alertas por el riesgo de que se produzcan fuegos, las altas temperaturas de los últimos días, los bajos índices de humedad y el ambiente seco ya animan de por sí a extremar todas las precauciones.
Por fortuna, no obstante, los cambios de métodos que la Administración ha introducido a lo largo de los últimos años para mantener los pastizales, entre los que sobresale la tajante prohibición de quemar rastrojos, han hecho que los incendios dejen de ser ya una noticia habitual en los veranos de la provincia en favor de la ausencia de fuegos graves. Una circunstancia a la que también ha ayudado sobremanera la creciente concienciación de la población rural.
Todos los agentes implicados en la lucha contra los incendios desean que ésta sea también la tendencia de aquí en adelante, a pesar de que el cambio climático avanza un futuro próximo con más incendios. O, al menos, con un terreno más propicio para que éstos se produzcan.
El último episodio grave de estas características registrado en la provincia tuvo lugar hace ya casi un año, concretamente el 18 de julio de 2012, en la localidad de Valdegovía, un fuego que a la postre fue el primero de cierta importancia registrado el pasado verano en Euskadi. Cerca de 55 hectáreas de masa forestal, sobre todo de pino silvestre, fueron entonces pasto de las llamas, a las que hubo que sumar también una pequeña zona calcinada de superficie agrícola. La chispa de una cosechadora estuvo detrás del fatal incendio, que rompió tres años de relativa tranquilidad en la provincia en lo relativo a la propagación de fuegos.
Hasta entonces, había que remontarse hasta finales de julio de 2009 para recordar una catástrofe de grandes dimensiones provocada por las llamas en el territorio, como la que sufrieron varias localidades de Trebiño y el entorno del embalse de Ullibarri-Gamboa. Varios incendios devoraron entonces en unas pocas horas más de 2.000 hectáreas de masa forestal. De nuevo, la chispa de una cosechadora que se encontraba trabajando en la localidad de Sáseta fue la causante de las llamas, que dejaron estampas desoladoras.
Tras un 2010 muy tranquilo, donde el incidente más grave se vivió entre las localidades treviñesas de Franco y Ajarte -donde ardió un total de 685 hectáreas de terreno-, el siguiente año 2011 fue uno de los más apacibles de los últimos años en la provincia. Uno de los fuegos más importantes tuvo lugar el 17 de julio en Labastida, en los parajes de La Ventilla y La Balsa. Debido, una vez más, a la negligencia de un particular, el fuego de una hoguera mal apagada se extendió hacia un monte cercano hasta calcinar 1,36 hectáreas de coníferas y otras 4,02 de superficie desarbolada. Casi un mes después, el 25 de agosto, un incendio intencionado calcinó tres hectáreas más de robledal en Lasarte, junto a la capital alavesa.
catástrofes frecuentes La caída en picado de los incendios forestales en el territorio alcanza una mayor dimensión si las cifras actuales de hectáreas calcinadas se comparan con las que la Diputación alavesa conserva en su poder de hace ahora 30 años. Allá por los años 80, el fuego provocó auténticas escabechinas en la provincia que, por suerte, hace ya mucho tiempo que no se han vuelto a revivir.
Sólo en esa década, Álava lamentó la quema total de 11.611,66 hectáreas de superficie forestal, 7.986,47 de ellas arboladas. En años como 1985 se produjeron 158 incendios, y en otros como 1982 se quemaron 2.072 hectáreas de superficie arbolada. Tal y como sucede todos los años, el riesgo de incendios forestales no se reducirá considerablemente al menos hasta el mes de octubre, momento en el que las borrascas entran con más intensidad, las horas de sol disminuyen y la humedad comienza a impregnar la vegetación. Hasta hace no demasiados años, esta época era precisamente una de las dos más críticas del año debido a la quema incontrolada de rastrojos de cereal.
Esto en lo que concierne a la zona central y sur del territorio, porque en el área Cantábrica alavesa -Ayala o las estribaciones del Gorbea- el riesgo de incendios es más patente a lo largo del invierno, aunque a primera vista resulte paradójico. Según explica José Antonio Aranda, responsable de la Agencia vasca de Meteorología Euskalmet, las temperaturas relativamente altas, la humedad seca y el viento sur que suelen predominar en esta zona crean el caldo de cultivo perfecto para la propagación de fuegos. "Ahora esta zona suele estar verde y húmeda, porque llueve más y entran brisas que dejan bastante humedad", argumenta Aranda.
Hace unos años, otra época crítica a la hora de hablar de incendios coincidía con el final del invierno y el inicio de la primavera, donde era frecuente la quema de matorrales para renovar los pastos de cara al verano. El ya citado cambio de prácticas ha reducido los fuegos a la mínima expresión, una circunstancia que no se ha producido en otras comunidades de tradición ganadera ubicadas en la cornisa cantábrica al no estar sometidas a tan fuertes restricciones.
¿Y qué hay de la situación actual y de las previsiones a medio plazo? Según advierte el responsable de Euskalmet, a medida que vaya avanzando el verano, como es lógico, el riesgo de que se produzcan incendios aumentará en el territorio exponencialmente, pero a día de hoy la situación es "óptima y asumible" por las condiciones ambientales. Una buena prueba de ello es que todavía ni siquiera se ha activado el aviso amarillo por riesgo de incendios. "Ojalá podamos seguir así durante muchos días, porque los incendios perjudican a todos. Hay que intentar evitarlos a toda costa", anhela Aranda.