Gasteiz. Los restos arqueológicos en la Cuadrilla de La Rioja no son los únicos que confieren al territorio histórico un carácter especial en la materia. De hecho, en la Llanada los dólmenes -mesa de piedra, en bretón- mantienen hoy en día en sus sólidas estructuras secretos de los antepasados. Los dólmenes de Sorginetxe, en la pequeña localidad de Arrizala, y el de Aizkomendi, en Egilaz y el primero descubierto en el territorio alavés, son claro ejemplo de ello. Alrededor de ellos surgen historias enigmáticas de brujas y celtas. Pero sólo son eso, historias, ya que en realidad se trata de un sepulcro colectivo a modo de panteón en el que se enterraba a los miembros fallecidos de una comunidad con un ritual en el que se incluía el depósito de comida y enseres personales del difunto. Fabricados con grandes lajas de piedra entre el IV y el III milenio antes de la presente era, los dólmenes solían estar cubiertos por un montículo de piedras y tierra llamado túmulo.

El dolmen de Sorginetxe se encuentra cerca de Salvatierra. Este sepulcro se muestra desnudo, sin túmulo, y su nombre -casa de brujas- refleja las tradiciones populares que rodean a estos monumentos. En realidad Sorginetxe no es una casa, sino una cámara sepulcral de 2,5 metros de altura formada por seis grandes piedras calizas blancas. Tiene una ventana orientada al oeste. No se puede precisar la fecha de su descubrimiento, aunque al mantener su estructura inicial y estar a la vista, se deduce que se conoce desde la antigüedad.

A pocos kilómetros en dirección a Navarra, en Egilaz, se conserva el dolmen de Aizkomendi, el más grande de Euskadi. Está construido con diez losas que forman un recinto de unos tres metros de largo, uno de ancho y tres de altura. Pero si el dolmen en sí es grande, el túmulo que lo cubría es gigantesco: 60 metros de diámetro y unos cuatro de altura. A simple vista parece un poco más elaborado que el de Sorginetxe pero hay que darse cuenta que, una persona de una altura tipo alrededor de 175 centímetros pasa sin agachar la cabeza, y si se tumbara dentro tendría que estirar los brazos para tocar las paredes. La losa superior impresiona, no sólo por el tamaño, también por el grosor que, andará rozando el metro. Éste de Aizkomendi es el primer dolmen en ser reconocido en el País Vasco. Fue descubierto por azar en 1832. Constaba por aquel entonces de cámara, corredor y túmulo.