Gasteiz. Iñigo Urkullu recibió a DNA el jueves, poco después de citarse con la patronal vasca para buscar una salida a la encrucijada de los convenios, que caerán hoy mismo dejando la puerta abierta a que empeoren las condiciones de 300.000 trabajadores de la CAV. Aunque la economía haya centrado su agenda esta semana, también ha atendido de reojo a las negociaciones entre PNV y PSE, que podrían ayudarle a aprobar los Presupuestos.
PNV y PSE se han reunido esta semana para negociar sobre fiscalidad. ¿Es optimista?
Son reuniones entre los partidos, pero en alguna medida me tengo que sentir esperanzado porque fui yo el que convoqué una mesa de partidos, y en dicha mesa planteé cuatro grandes consensos. Dije que, si las formaciones entendían que el lehendakari tendría que hacer alguna propuesta, yo estaba dispuesto a hacerla, pero entendía que era bueno que hubiera un ejercicio entre los partidos para esos consensos básicos. Se ha criticado que el Gobierno no tuviera liderazgo por no participar en las reuniones. Se ha demostrado que después de una primera reunión entre los partidos, al final en el desarrollo de los temas está el Gobierno representado, también en el ámbito del debate de la fiscalidad y la lucha contra el fraude.
¿Por qué decidió finalmente el Gobierno Vasco entrar en las conversaciones?
Porque creemos que podemos aportar nuestra concepción de la situación actual y de las necesidades que observamos en el conjunto de la sociedad vasca más allá de la visión de cada uno de los territorios. Y porque como candidato planteé que eran necesarios acuerdos. Antes incluso, como presidente del EBB, también planteé el documento Una Nueva Política Económica en el que se abordaba la necesidad de una reforma de la política fiscal.
¿Teme que el PSE pueda retrasar el pacto para prolongar su situación de minoría parlamentaria?
Sobre las intenciones de otras formaciones es delicado hablar. Simplemente creo que se están reflejando en toda una estrategia que ha llevado el PSE, como también otras formaciones. Nadie quiso asumir la responsabilidad de la gobernabilidad con el PNV tras las elecciones, y el PSE reflejó esa estrategia en la negociación de las Cuentas. Empezó planteando las líneas rojas y, cuando vio que el Gobierno planteó un compromiso con las personas, pasó a hablar de los ingresos. Luego dijo que la condición sería la fiscalidad. Cuando planteamos nuestra disposición, lo amparó en un acuerdo global con el PNV, y no con el Gobierno. Y es ahí donde se jugó la última partida, que acabó con una enmienda a la totalidad, lo que reflejaba que no había voluntad de negociar, tampoco en la izquierda abertzale. Ahora, cuando nos damos cuenta de cuál es la situación y de que no podemos presentarnos a finales de año en las mismas circunstancias, y quizás por otras razones de interés político de cada formación, entendemos que puede haber un ámbito de negociación.
¿A qué atribuye el viraje del PSE?
El PSE tiene que ser consciente de cuál es su posición en cuanto a responsabilidades de gobierno. No participa del gobierno de ninguna de las tres diputaciones, tiene la responsabilidad de ocho alcaldías, y quizás de ahí también haya hecho su lectura. Quiero quedarme con la interpretación de la situación en la CAV sin hacer otras lecturas que trasciendan de la CAV ni entren en las situaciones de los partidos.
Tras la prórroga presupuestaria, ¿barajó en algún momento el adelanto electoral?
No. Todos los escenarios estaban encima de la mesa, pero la voluntad que siempre he manifestado al Consejo de Gobierno y a mi partido es que nosotros hemos asumido un compromiso con la sociedad siendo conscientes de cuál es la dificultad, y vamos a seguir intentándolo. Y dije en un ámbito privado algo que algún medio de comunicación publicó de manera desleal: que iba a ser lehendakari hasta que la dignidad me lo permitiera, después de haber intentado todo lo posible. A pesar de que todas las opciones estaban abiertas, no estuvo entre mis desvelos renunciar, disolver el Parlamento y convocar elecciones. No creo que el país esté para eso. Está para seguir intentando alcanzar consensos. Y creo que, como gobierno, podemos demostrar todos los acuerdos que hemos alcanzado.
Y si hubiera una segunda prórroga, ¿la CAV se vería abocada a ese adelanto?
Bueno, ya estamos hablando de una situación muy, muy diferente a la que estamos gestionando. La prórroga venía dada desde el 1 de enero, no es que llegara una vez retirado el proyecto para 2013. Una prórroga que está condicionada, primero, por menos ingresos, aprobados por el Consejo Vasco de Finanzas en octubre del año pasado; y por una mayor limitación en la capacidad de endeudamiento. Además, a día de hoy nos preguntan en el Parlamento por partidas derivadas de una prórroga que obedecen a áreas que no existen en este Gobierno porque procedimos a una reducción y fusión. Todo esto, para 2014, supondría un escollo técnico muy difícil de sostener, por no decir imposible. Además, necesitamos dar una imagen ante la sociedad vasca de que hay una corresponsabilidad en la situación, y los proyectos de reactivación deben tener su reflejo en los Presupuestos.
PNV y PSE han acercado posturas sobre la interconexión entre haciendas y el papel del Parlamento. ¿Por qué no fue posible durante el mandato de Patxi López?
Gobernaba con mayoría absoluta con el apoyo del PP. Nos han acusado de haber hecho una oposición de tierra quemada, cuando no pueden decirlo ya que, ante los debates presupuestarios, el PNV presentaba hasta 1.000 enmiendas, y no se le aceptaba ni una. Además, hemos estado dispuestos a colaborar. Sobre fiscalidad lo que hemos dicho es que no es un ejercicio deseado andar analizando hoy una figura impositiva y mañana otra. Hay que analizar la fiscalidad en su conjunto, y respetando los ámbitos competenciales. No es solamente la interconexión de datos o el plan de lucha contra el fraude: son también los tributos concertados, ver qué certidumbre darían a futuro las figuras impositivas que se han aprobado en otros ámbitos institucionales... Esa es la reforma integral a la que aspira el PNV.
¿Ha reconducido su relación con Patxi López?
Sobre esto se hacen leyendas. Mi relación con Patxi López en el pasado ha sido igual que en el presente. En lo personal, afable y, en el ejercicio de mi responsabilidad, por mi parte absolutamente honesta y leal.
¿Por qué no han explorado otras fórmulas más estrechas con el PSE, como un gobierno de coalición?
Ningún partido asumió la responsabilidad de la gobernabilidad. Lo ofrecimos la misma noche electoral. Procedimos a una primera ronda en la que participé, y en la que EH Bildu dijo que no era posible un gobierno de coalición porque el modelo económico que defendemos es opuesto, con el PP no alcanzamos mayoría absoluta, y con UPyD hay ámbitos de la concepción del autogobierno que no podemos compartir. El PSE adoptó una actitud de no gobernabilidad. A partir de ahí, pasados unos meses, vamos viendo en las declaraciones de los líderes del PSE su no voluntad de gobernabilidad en esta legislatura. No sé la disposición que pueda tener en otras legislaturas, pero hoy por hoy no es posible una fórmula de gobierno de coalición con quien sea. Por una parte, por las limitaciones de los números y, por otra, por la disposición de las formaciones que pudieran dar mayoría absoluta. Pero eso no condiciona la labor de gobierno. Lo que condiciona es saber si, más allá de la fórmula de gobierno, hay voluntad de acordar.
¿Confía en que Arantza Quiroga pueda facilitar alguna gestión con el Gobierno español, ya sea en cuestiones de paz o económicas?
Es ella la que se ha ofrecido. Bienvenidos sean los planteamientos de defensa de Euskadi que puedan hacerse ante el Gobierno español, ya sea desde el PP, el PSE o el PNV, el partido que ha demostrado durante toda su historia la defensa de los intereses de Euskadi, también ante el Gobierno central. Como Gobierno tenemos nuestro ámbito de relación con el Ejecutivo español, que queremos seguir trabajando, y queremos que el Gobierno de Rajoy trascienda esa interpretación de que por contar con mayoría absoluta puede hacer lo que le venga en gana, que no es un ejercicio inteligente. Tiene que haber una relación leal y honesta.
¿Le ha respondido Rajoy a sus propuestas de paz?
Pues todavía no. Tengo que decirlo con amargura. Lo he intentado en las últimas horas, y voy a seguir intentándolo, pero es sorprendente que no responda no solo en pacificación, sino en otros temas como la Ley de Acción Exterior, la reforma de la Administración, la concertación de tributos, la liquidación del Cupo, la relajación del déficit, el TAV, la Lomce, la interpretación del ámbito competencial vasco... Hay muchas materias sobre las que están pendientes respuestas.
Hasta el momento sí habían tenido una interlocución fluida. ¿A qué atribuye el parón?
No voy a hacer una interpretación, pero no es una postura inteligente llevar a cabo una política basada en la mayoría absoluta sin escuchar y sin atender a los ámbitos competenciales en un momento en que la sociedad demanda acuerdos, y en el que hay una quiebra en el modelo de Estado. En el ámbito de la paz, el presidente del Gobierno español y el PP en su conjunto deberían hacer una lectura de que estamos hablando de paz y convivencia, y no de una política antiterrorista. Estamos superando esa fase desgraciada. Estamos hablando un final ordenado de la violencia, que no es solamente desarme y disolución, arrepentimiento, o memoria. Estamos hablando de un ámbito de paz, de sentar las bases de una convivencia que se ve condicionada por la crispación en la CAV, que tiene su reflejo en el ámbito institucional de una manera que no existe en otros ámbitos del Estado. Debe ser atendido con un esfuerzo inclusivo de todas las sensibilidades.
El Gobierno español les acusa de querer gestionar el Centro Memorial.
Poco ayudan determinadas manifestaciones como esas tópicas de "va a ser que no". No es ese el planteamiento del Gobierno Vasco, que es muy consciente de que la idea viene de la legislatura pasada, y de manera compartida entre el Gobierno español y el Gobierno Vasco, y así lo reflejamos. Lo tenemos incluido en el Plan de Paz. Y el Plan está sujeto a aportaciones, es un Plan abierto porque tiene un carácter inclusivo. Además es curioso lo que sucede cuando este Gobierno plantea iniciativas a la espera de respuestas que corrijan o complementen: nos encontramos siempre con una respuesta radical de desprecio o de rechazo.
¿Sería válido que la Ponencia de Paz continuara exclusivamente con PNV y EH Bildu?
No. Hay un suelo ético comprometido en la legislatura pasada, y sería bueno que la izquierda abertzale reflexionara sobre los esfuerzos que los demás están haciendo para pasar de términos de condena a términos de deslegitimación de la violencia, a pesar de las dificultades internas que puedan tener otras formaciones políticas para trabajar en este nuevo tiempo. Esos principios deben ser la base de la Ponencia de Paz, y tiene que contar con la participación de todas las formaciones. Yo aspiro a que, si no todas, las cuatro grandes fuerzas puedan participar en un objetivo que tiene que ser de todos, porque es en beneficio de la sociedad.
¿A qué atribuye el frenazo del PSE?
Sería un mal ejercicio si se pensara que una Ponencia se plantea con un objetivo electoralista del lehendakari. No sé si esa es la interpretación. No sé si es la incomodidad por la ausencia del PP. Quiero quedarme con que esto ha sucedido en junio, cuando es obvio que la actividad parlamentaria decae en julio y agosto y se retoma en septiembre, y cuando el PSE se da un tiempo precisamente hasta septiembre. No sé si obedece a una escenificación, por razones internas de los partidos, o a que es una cuestión de difícil gestión. Pero el socialismo, también en el pasado y en el Estado, ha dado pasos, y el PSE está cargado de fortaleza para seguir dándolos sin estar mirando al PP o sin pensar lo difícil que es gestionarlo. Es difícil para quienes tenemos un sentido democrático y tenemos que debatir con quienes han aceptado las reglas treinta años después, pero es el ejercicio que tendrá más provecho para la sociedad.
¿Cómo es su relación con la izquierda abertzale?
Normal, desde la posición de cada uno, y la discrepancia en ciertos momentos. Tiene que terminar de avanzar en la adecuación a las reglas, lo que significa dejarse de tópicos y estigmas que tiene con los demás.