Gasteiz. La ciudad salvada quiso agradecer ayer la sangre vertida por los vencedores de la Batalla de Vitoria. Gracias a ellos -fundamentalmente, fusileros, artilleros, húsares y granaderos españoles, británicos y portugueses-, la capital alavesa ha pasado a engrosar esa parte de la Historia en la que se describe la caída del sueño napoleónico y la recuperación, para desgracia de este Estado, de su rey de entonces, curiosamente, apelado como el deseado, Fernando VII, probablemente, el monarca más inepto de cuantos han sentado sus posaderas en el trono palatino de Madrid. Sea como fuere, ahora, 200 años después de aquellos hechos de armas recogidos para la posteridad como la Batalla de Vitoria, la ciudad desgrana el grueso del programa de actos organizado con motivo del bicentenario de la contienda que se celebra estos días. Por ello, ayer, y como parte de la recreación de los hechos que se ha llevado a cabo durante este fin de semana con todo lujo de detalles, las tropas victoriosas en la refriega desfilaron victoriosas por las principales calles gasteiztarras, principalmente, por Dato y la Virgen Blanca, donde el general Álava recibió los parabienes de sus convecinos varios siglos después de su muerte por su valerosa participación junto al duque de Wellington.

Con ello, los actos centrales organizados para conmemorar el bicentenario ponen el punto, y quizás seguido, para años venideros. Lo de ayer se trató de un recibimiento a las tropas que han recreado esta efeméride, que aceleró la expulsión de los franceses que invadieron España. Los más de 400 actores procedentes de siete países que desde el viernes han recreado en La Puebla de Arganzón, en el enclave de Trebiño, y en las campas de Armentia, esta batalla, desfilaron con la marcialidad intacta por el centro de la capital alavesa. En la plaza de la Virgen Blanca -donde precisamente perdura el monumento a la Batalla de Vitoria- se les hizo entrega de varias condecoraciones.

Durante los últimos días, Vitoria ha acogido un centenar de actividades programadas para rememorar la batalla, entre ellas, conciertos, conferencias, exposiciones, actuaciones teatrales y visitas guiadas. También se han organizado varios actos para resaltar la figura del general Álava, quien, al mando de una unidad de caballería del ejército aliado, ordenó cerrar las puertas de Vitoria para evitar que fuera saqueada.

Fidelidad a los hechos Por todo ello, durante el pasado sábado se organizó una recreación fiel de parte de los hechos de armas en La Puebla de Arganzón y, con posterioridad, en Armentia. Fusiles, bayonetas, cañones, sables y corceles compartieron campo de batalla con cámaras, turistas y miles de curiosos que no quisieron perderse la oportunidad de contemplar las estructuras y estrategias de las tropas imperiales y de los aliados que, finalmente, se hicieron con la victoria. Actores que compartían espíritu, aunque no idioma, ya que pelearon soldados a golpe de siete nacionalidades diferenciadas, representaron con fidelidad la batalla, sus colores, sus olores y su trágico resultado. Las casacas de distintos colores y los tocados con plumas de los húsares y dragones a caballo rivalizaron con el sonido de la fusilería, de los trabucos y de unos cañones capaces de restar la capacidad auditiva al más pintado.

La gresca entre los combatientes tomó vida y se fue movilizando desde el enclave burgalés por todo el cauce del Zadorra, eje verdadero de la batalla. A lo largo de ese tramo se sucedieron las cargas y hasta la lucha cuerpo a cuerpo. Los soldados apretaban los dientes y hasta hubo bajas de verdad.