vitoria. El caso de José Bretón volcando su ira en un horno crematorio de 800 grados contra sus dos pequeños, supuestamente ya que no está juzgado, ha sido uno de los símbolos más espeluznantes de la violencia que ejercen los padres contra sus hijos. Pero Bretón es solo un apunte en la macabra lista de los filicidas, aquellos padres que asesinan a sus hijos. El pasado abril ha sido un mes maldito y, al menos, seis menores han sido asesinados por sus progenitores. El 1 de abril, un padre asfixió a su hija de seis años en Campillo (Málaga) después de pasar con ella la Semana Santa y antes de devolverla con su madre a Mataró. El día siete, una mujer ahogó en la bañera a sus niños, de ocho y once años, después de llamar a su marido y padre de los menores, para avisarle de que iba a matarlos. El día diez, un hombre de 45 años, en pleno proceso de divorcio, mató a tiros a sus dos vástagos, antes de suicidarse en Manzanares (Ciudad Real). El día 24, una madre intentaba quitarse la vida tirándose al Guadalquivir junto a su pequeño de cuatro años, que falleció. Un suma y sigue que arroja una cifra de infanticidios escalofriante. Porque además de las muertes confirmadas, existen las sospechas. Como la que el pasado día 29, terminaba con la vida de una mujer en Gran Canaria al precipitarse al vacío con su hija de dos años que resultó herida de gravedad.
Pero mayo ha arrancado también en negro y este jueves se conocía el hallazgo en el Canal de Bardenas de dos cadáveres de un varón de cuarenta años, de Cáseda, y su hija, una menor de doce años con síndrome de Down, en lo que se presume podría ser un nuevo filicidio. De hecho, el hombre fallecido estaba, al parecer, en tratamiento por depresión y hacía unos meses que se había quedado viudo, por lo que algunas fuentes barajan que pudiera tratarse de un suicidio.
Un sangriento balance asegura que entre 1990 y 2012, han fallecido casi 250 menores a manos de sus padres, computando también los bebés que son abandonados. Sin embargo, los últimos años están siendo los más trágicos. La triste estadística que recoge la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas eleva a los 62 los niños y niñas asesinados por sus padres en la última década, mientras que el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia deja patente que solo en 2010 fueron 23 los menores muertos.
¿Quién puede matar a sus hijos? Pero ¿qué pasa por la cabeza de una persona capaz de asesinar a sus hijos? Incapaces de encontrar respuestas, algunos expertos señalan el odio o la venganza hacia la pareja como el factor que lleva a algunos padres a acabar con sus propios hijos. Y aunque en algunos casos son la locura, los celos patológicos, los brotes psicóticos o los efectos del alcohol y las drogas los que llevan a cometer estos actos, lo cierto es que en la inmensa mayoría, es el odio el que dirige la mano asesina de un padre hacia lo que, supuestamente, más quiere en este mundo.
El psiquiatra forense José Cabrera, lo tiene claro. "Se mata por odio. Es maldad pura". "Los hijos pasan a ser solo los hijos del otro", asegura este médico, quien añade que es "así de simple". El exdefensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, corrobora esta tesis tan trágica y coincide con Cabrera en señalar que los hijos se instrumentalizan para causar daño al otro. "Si se le añade el suicidio del progenitor asesino, se da un paso más en la venganza. Dicen yo me voy, pero a ella/él le dejo un sufrimiento para toda la vida.Y lo hace porque le odia", sentencia Urra.
La Asociación de Psiquiatría aclara que no se debe pensar que lo que ocurre a muchos de estos padres asesinos es producto de una enfermedad mental ya que no debe confundirse la psicopatía con una enfermedad. "Cuando no entendemos los actos de alguien rápidamente le tachamos de loco, pero este tipo de aberraciones de la conducta humana no tienen por qué provenir solo de personas enfermas", sugiere otro especialista, que no puede explicar los motivos de tanta perversión y por qué los casos se suceden en cascada.
Pese a la atrocidad de la que son capaces, Emiliano De la Cruz, forense psiquiatra, insta también a no tachar a los protagonistas este tipo de episodios "automáticamente de enfermos mentales" y advierte contra una visión demasiado visceral de estas personas que, en ocasiones, nos lleva a caer en mitos. "El sentimiento de injusticia y el deseo de venganza son pulsiones que todos sentimos aunque normalmente sabemos enfrentarnos a ellas y resolverlas sin tener que practicar la violencia", afirma.
Estas opiniones coinciden con las conclusiones de un estudio que realizó el Hospital Vanha Vaasa, en Finlandia, donde la doctora Hanna Putkonen remarcaba que "la patología de los filicidas no surge de un desorden mental como cabría suponer". Putkonen recuerda que "los filicidas tienen menos antecedentes criminales que el resto de los asesinos, suelen tener un empleo estable y no son sociópatas".
el homicida altruista Hay que recordar que el último caso navarro no es un fenómeno nuevo. En 2008, Amaya, también de cuarenta años, administró grandes cantidades de benzodiacepinas a sus cuatro hijos para acabar con sus vidas. Después, intentó suicidarse. Murieron dos de ellos, de 3 y 8 años, y los otros dos, de 12 y 14, lograron sobrevivir. Amaya y su marido estaban en pleno proceso de divorcio.
Detrás de alguno de los parricidios cometidos por mujeres podría estar el denominado homicidio altruista. "Ante un profundo dolor, desarrollan una depresión muy grave, y lo que no quieren es que sus hijos lo pasen igual de mal (aunque a ellos no les pase nada), por lo que les asesinan", explican. "Su tesis suele ser: me voy y te llevo conmigo", subraya De la Cruz.
Según los expertos, la mayoría de esos casos no son sino una réplica del seísmo que produce la violencia que se padece en el seno del hogar. Un terremoto que termina usando al hijo como arma arrojadiza y desemboca poniéndolo en mitad del conflicto. Aunque no existe teoría que pueda explicar tanto horror, una investigación realizada por el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia dejaba patente la relación entre los infanticidios y la violencia de género. En este sentido, una macroencuesta de la Secretaría de Estado de Igualdad, afirma que 840.000 los menores han estado expuestos a la violencia machista en el último año y que más de medio millón han sufrido agresiones físicas directas.
Los métodos para acabar con la vida de los pequeños resulta extenso. Sin embargo, se evidencia que el de ahogar a los menores es la fórmula más repetida en los filicidios en España, según el informe del Centro Reina Sofía. A continuación, se les dispara con un arma de fuego o se les acuchilla con un arma blanca. Envenenamientos y lanzamientos por el balcón son otros de los planes macabros.