El diseño de las ciudades ha estado siempre en manos de sus dirigentes, pero la personalidad de los barrios la construyen sus vecinos. En Vitoria hay ciertos sentimientos de identidad que ninguna replanificación urbana podría cambiar, aunque por comodidad administrativa acabaran desdibujándose esos límites entre los que algunos se sienten orgullosos de haber nacido y vivido. El "yo soy de..." se entona con especial satisfacción en San Cristóbal y Adurza, dos barrios que el gabinete de Javier Maroto ha planteado fusionar dentro del nuevo mapa de la Gasteiz del siglo XXI. Por eso, aunque cuando se conoció la propuesta hubo algo de polémica en las redes sociales, a pie de calle prima la indiferencia por la consecuencia que esa iniciativa pueda tener sobre el papel. Si el Ayuntamiento no inventa un nombre que englobe a las dos zonas, y ya ha dicho el primer edil que descarta esa posibilidad para evitar debates, "todo seguirá igual". Es la conclusión de la mayoría de los afectados por la idea, aunque cierto es que las reticencias a la anexión aumentan cuanto más cerca están las Universidades.
Jesús Mari lleva tanto tiempo preocupado por la crisis, que la propuesta de fusión no le despeina. Nació en Adurza hace 46 años y desde hace 30 trabaja dentro del mercado, al frente de la panadería. Es un marco triste, la sombra de lo que fue, con prácticamente todas las persianas echadas, aunque él compensa la melancolía con cercanía y tesón. "¿Que qué me parece que propongan unir los dos barrios? Pues me da igual, la verdad, como si le cambiaran el nombre". Eso sí, él es "de Adurza de toda la vida" y a mucha honra. Si el Consistorio vitoriano le ofreciera una vivienda en Salburua o Zabalgana, "no me iría hasta allí, no la cogería". El comerciante presume de barrio, convencido de que "aquí hay de todo, se vive bien, todos nos conocemos...".
Tal es la familiaridad que hay clientes que se llevan una barra de pan y le advierten de que le pagarán al día siguiente. "Sí que fío, sí, quizá demasiado", reconoce Jesús Mari. Pero un barrio con identidad de pueblo, y con la crisis, es lo que tiene. Hasta quienes se trasladaron a vivir más tarde a Adurza se muestran encantados de residir en esta zona de la ciudad, por la cercanía de sus gentes, por la tranquilidad. "Aquí estoy desde que me casé hace 45 años y me gusta mucho. Y eso que yo nací en la Corre", apunta una de las clientas del comerciante, Tere, a quien la propuesta de fusión con San Cristóbal tampoco le preocupa demasiado. "¿En qué me va a afectar? Ni me quita ni me pone, ni tiene por qué cambiar el sentimiento de pertenencia", sostiene.
Milagros es otra de esas vecinas de Adurza, concretamente de Heraclio Fournier, que reacciona con serenidad ante la iniciativa municipal. Más aún, puestos a fundir los barrios en el mapa, preferiría cambiarle el nombre al suyo "y llamar a todo San Cristóbal". Su respuesta sorprende, aunque tiene explicación. "Le tengo mucho cariño al santo y también siento una gran vinculación con la iglesia de San Cristóbal. Allí me bautizaron, hice la Comunión, la Confirmación... Menos casarme, todo", explica. Ella no percibe las fronteras como otros residentes, aunque la brecha del ferrocarril sí que ha marcado su día a día: "Hago vida de barrio y compro todo lo que puedo aquí".
Esa cicatriz también ha afectado a toda la familia. A pocos metros de distancia, ya sea hacia el este o el oeste, viven su hijo pequeño, su cuñada y dos sobrinos. "El sentimiento de pertenencia está muy arraigado en Adurza. Es que aquí se vive bien y hay muy buen ambiente", sostiene. Y eso que Milagros reconoce algunas carencias, sobre todo respecto al estado de las calles y su mantenimiento. "De aquí hacia allí", dice señalando hacia la iglesia San Cristóbal, "parece que el Ayuntamiento se esmera más que en dirección contraria". Su percepción es la de la mayoría y los vecinos atribuyen la diferencia a la distancia respecto al centro.
"Pasa con todas las calles, cuanto más cerca están del cogollo más se cuidan. Además, Adurza siempre ha estado algo más abigarrado, con una imagen más similar a Zaramaga, como más obrero, y eso que el nivel de la gente es igual", sostiene Josu. Él es "de San Cristóbal" y aunque subraya que "no es lo mismo que ser de Adurza", reconoce que le importa poco lo que pueda hacer el Ayuntamiento gasteiztarra "a nivel administrativo" mientras no implique la desaparición completa del nombre de su barrio. "Si los unen con un guión, que los unan. Luego cada uno seguirá diciendo Adurza o San Cristóbal, según de donde sea", apunta.
Tasio, el veterano propietario de la carnicería Santa María, tampoco ve mayores problemas. "Con esa propuesta no va a cambiar nada ni se van a acordar más de los de San Cristóbal, que estamos olvidados". Cuando alguien sigue levantando la persiana de su comercio a los 72 años, como si la alarma del despertador se hubiera petrificado en las 7.30 horas, hay debates con los que parece que no merece la pena gastar saliva. No obstante, su hija, que le acompaña en el negocio desde hace ya veinte primaveras, tampoco muestra demasiada preocupación por la fusión. Y eso que, como ella dice, "San Cristóbal es el mejor barrio de Vitoria".
Es una afirmación que llega tras múltiples vivencias en otras zonas de la ciudad. "Yo llegué aquí para ayudar a mi padre y me costó entrar, pero ahora no me iría. La gente se conoce, es sencilla, no hay diferencias de clases... Ésta es mi casa", concluye. Gabriel, uno de esos clientes que son como de la familia, también ensalza las bondades de San Cristóbal. Pero, a diferencia de Tasio y su hija, a él le tiene muy escamado la propuesta de unir los dos barrios. "San Cristóbal es San Cristóbal. ¿No ha habido siempre fiestas de Adurza y fiestas de San Cristóbal? Pues eso, por algo será", sostiene. Lo mire por donde lo mire, este vecino no termina de entender por qué la reordenación urbana de Vitoria en un nuevo mapa tendría que conllevar este cambio, más allá de la fragmentación de Salburua y Zabalgana. "Eso sí", matiza, "ya que son tremendos".
Al otro lado de la calle, a las orillas del puente, está el taller mecánico de Ramón. "Nací en San Cristóbal hace 65 años y yo soy de San Cristóbal", apunta, "aunque hace 17 que vivo en el Seminario". Si su barrio y Adurza tuvieran que ser, a efectos prácticos, uno solo... "Pues que fuera todo San Cristóbal", apostilla rápidamente. Son tantos los intensos recuerdos de infancia, tan grande el poso dejado, que este pequeño empresario no puede reprimir el orgullo de haber asomado la cabeza en esta zona de la ciudad. Tal vez por eso, a pesar de la crisis, de que cada vez aguanten menos negocios en la zona, sigue abriendo la puerta de su establecimiento cada mañana con ilusión, con energía.
San Cristóbal y Adurza no son lo mismo. Asunto zanjado. Ahora bien, al preguntar por los límites de ambos barrios surge sin pretenderlo un nuevo debate. La frontera es tan difusa que a muchos vecinos les resulta difícil consensuar dónde empieza uno y dónde continúa el siguiente. El discurso más convincente lo acaba dando Josu, quien dibuja con una mano el perímetro de San Cristóbal. "Los límites serían puente de San Cristóbal, Universidades, Zumaquera, Hospital Militar, plaza Dantzari y Heraclio Fournier. Y más allá del primer tramo de Heraclio, y hacia el sur, se extiende Adurza", resume el joven. Han sido muchos años zascandileando por las calles, muchos años de "yo soy de...". Por eso, al mirar hacia un bar, junto a la iglesia, se echa a temblar. "Espero que Maroto no tome ideas". Adurzabal, reza el letrero.