si veinte años no es nada, imagínense lo que son mil días cuando tratas de aprovecharlos al máximo y se te escurren entre los dedos. También es verdad que si algo hay relativo en esta vida es el tiempo, o mejor dicho, la percepción que de él tenemos. El ejemplo no puede estar más cercano. La legislatura precedente duró poco más de mil días que se hicieron eternos mientras lo que se había construido en los treinta años anteriores se arruinaba a marchas forzadas sin que quienes habían asumido la tarea de gobernar saltándose a la torera la voluntad del electorado, tomaran medida alguna para revertir la situación.
La legislatura actual ha venido a corregir esa anormalidad. El lehendakari designado en el Parlamento, y su Gobierno, pertenecen al partido que ganó las elecciones. El programa de Gobierno que el lehendakari Urkullu ha presentado esta semana responde, como no podía ser de otra forma, a aquel otro programa electoral que obtuvo el respaldo de las urnas.
Es indiscutible que en la situación que vivimos, cinco años después de que la crisis mundial se desatara y sin haber salido de ella, la prioridad de cualquier Ejecutivo, no solo del Gobierno vasco, deben ser las personas y en este concreto caso nuestro, la adopción de medidas tendentes a taponar nuestra herida más sangrante y la preocupación fundamental de vascos y vascas: el paro. De eso trata el primero de los ejes. El segundo de ellos trata de superar un problema que se había convertido en estructural en las últimas décadas, profundizando en la consecución definitiva de la paz y en la construcción de una convivencia plena y normalizada políticamente. El tercero, el de someter a la voluntad de la ciudadanía vasca la forma en que desea ejercer nuestro autogobierno. Esto, a quienes quieren convencernos a cualquier precio de que es imposible andar y silbar a la vez, les puede parecer irrelevante en la situación de profunda crisis que vivimos pero jamás podemos cansarnos de reivindicar que un mayor grado de autogobierno y el ejercicio del mismo es una herramienta estratégica para hacer frente a la crisis y poner los medios a nuestro alcance para evitar ser arrastrados por decisiones erróneas adoptadas a cientos de kilómetros de Euskadi o que responden a intereses que son ajenos a vascos y vascas.
Ahora nos queda por despejar una incógnita. La incógnita de saber si estos tres ejes fundamentales para el futuro de Euskadi van a ser desarrollados con el apoyo del resto de partidos o si, por el contrario, se van a desentender del asunto. De momento el panorama no es muy halagüeño en este sentido. La responsabilidad que le es exigida a los representantes políticos, queda en muchos casos relegada por otros intereses. El partido anteriormente gobernante, que nunca llegó a presentar su programa en el Parlamento, parece ofrecernos su frío plato de venganza porque nunca entendimos que la tercera fuerza política vasca se erigiera en Gobierno contra la voluntad mayoritaria de Euskadi. Quienes basaron su campaña en denunciar que el pacto PNV-PSOE estaba firmado y ahora se pasean sin rubor de la mano de los socialistas españoles, aquellos que acatan las sentencias de los tribunales españoles y pagan religiosamente sin chistar las obligaciones del Cupo, exigen cínicamente a los demás insumisión para alcanzar acuerdos, y los populares nunca han dejado de mirar a Madrid y miden cada uno de sus pasos en función de las consecuencias que tengan allí. 1.000 días abiertos a la esperanza. Que cada uno responda de sus actitudes.