LA de muchos agricultores del territorio alavés es una economía sumergida, y no porque no declaren sus rentas a Hacienda o no tengan todos sus papeles en regla. Lo es en un sentido literal. Tras las lluvias de las últimas tres semanas decenas de hectáreas de fincas aledañas al río Zadorra se encuentran anegadas por el agua, y sus propietarios esperan ahora a que deje de llover para que baje el nivel y el destrozo quede a la vista de los perjudicados. Entonces habrá llegado el momento de evaluar pérdidas. Por el momento sólo queda esperar que la mayor parte del cereal no se haya ido aguas abajo hacia Mirandade Ebro y la cosecha se pueda salvar.
Con este panorama, entre los agricultores cunde el fatalismo. Saben que no pueden hacer nada salvo reclamar una gestión del embalse de Ullibarri Ganboa que vele más por los intereses del sector primario. Saben que casi cada invierno se vivirá al menos un episodio como los de los últimos días, y saben también que no está en su mano controlar la lluvia ni el caudal del río.
Félix Ruiz de Arbulo, de Arroiabe, tiene a día de hoy unas veinte hectáreas bajo el agua. Es la tercera vez en lo que va de año que su cereal se esconde bajo la superficie, en algunos casos, incluso, a un metro de profundidad, y hasta que no aflore de nuevo el cultivo no podrá valorar la dimensión del problema. "Esto no es excepcional, ocurre en inviernos normales; en cuanto el pantano coge un nivel tenemos las inundaciones aseguradas, da igual que abran seis, una o tres compuertas, porque depende de los centímetros que abran cada una", señala este agricultor.
Félix cree que la razón del problema se debe a una conjunción de factores. "El río en su día tenía una cuenca natural, y hoy tiene cuencas añadidas, como el canal del Alegría y otras entradas de agua". Eso por un lado. Por otro, además de recibir más agua, "el desagüe es la mitad o menos que hace cincuenta años, cuando se hizo el pantano". El Zadorra recibe más agua, su sección es menor, y eso se traduce en inundaciones periódicas. Ante esta situación, pues el pantano está ahí y "si tienen que desembalsar 60 metros cúbicos por segundo tendrán que hacerlo", Félix plantea que "haya un río por donde vayan todos esos metros cúbicos, por lo menos que no sean las fincas de los agricultores las que hagan de cauce del Zadorra".
Este vecino de Arroiabe cree que el hecho de priorizar la seguridad en Vitoria ante las riadas convierte a los habitantes de los pueblos en "vecinos de tercera, en este caso al menos", y en ese sentido estima que las instituciones "no hacen ningún esfuerzo por intentar solucionar este problema", como prueba el hecho de que nunca ha percibido ninguna de las indemnizaciones solicitadas. "Lo tenemos asumido y no nos ponemos ni a sacar cuentas, en inviernos así sabemos que va a haber pérdidas por el pantano", señala el agricultor, que reclama una reflexión sobre la gestión del embalse de Ullibarri. "Si el pantano es regulador, debería serlo durante y después de las lluvias. El agua -prosigue- se acumula en el pantano, y lo que más arriba es un día de inundaciones en la zona nuestra son diez días con el agua por las fincas". Por lo tanto, considera, "ellos retienen agua y tienen que tirar ésa que han retenido más la que va entrando, es regulador, pero para sus intereses".
Arroiabe vive esta situación porque se encuentra prácticamente bajo la presa de Ullibarri. El problema en Margarita es que aquí el cauce del Zadorra tiene más piedras, es menos profundo, y con los años se ha ido estrechando. La paradoja, explica el agricultor de la localidad Víctor Pérez de Nanclares, es que la construcción del embalse evitó media docena de riadas anuales, pero esas avenidas eran precisamente las que mantenían la anchura del cauce y despejaban las zonas inundables.
menos riadas, más inundaciones Ahora el río se sale menos, pero cuando lo hace se encuentra con sedimentos petrificados que hace cincuenta años no estaban, y el cauce es mucho más pequeño porque la vegetación ha ido comiendo terreno a unos márgenes que antes el propio caudal se encargaba de limpiar con mayor periodicidad. La consecuencia es que el agua puede anegar las fincas de Margarita durante casi dos semanas seguidas, como señala Víctor, que contesta a DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA desde las propias riberas del Zadorra, donde ayer llevaba a cabo una tensa visita junto a los técnicos de URA.
"En momentos puntuales el río crece, como es normal. Está un día, dos o tres y luego vuelve a su cauce, desde Abetxuko, Yurre, Gobeo, Lopidana, Astegieta, todos los pueblos, pero este año, aquí en Margarita, se sale el río y así se queda", señala Víctor, que tiene nueve hectáreas sumergidas.
"En enero estuvimos trece días con el río fuera, cuando en el resto de pueblos lo más que estuvo fueron tres días; la semana pasada estuvimos dos días y ahora cuatro o cinco. No es algo puntual -afirma-, y ahora no llueve, hoy (por ayer) no desembalsaban mucho, llevaba dos días prácticamente sin llover, y aquí está todo el río fuera, apenas ha bajado un poquito, todavía va más agua por las fincas que por el río, y eso es porque no hay cauce".
El vecino de Margarita pone el ejemplo del puente de Gobeo para demostrar que el embalse de Ullibarri, medio siglo después, ha reducido la anchura de un río que cuando, cada cierto tiempo, reclama su espacio, se encuentra con obstáculos inesperados. En varios de los ojos de este puente crecen los árboles en lugar de pasar el agua, y Víctor entiende que cuando se construyó sí había corriente en esas zonas, al menos en varios momentos del año. "No limpian y tampoco dejan limpiar; antes el que no limpiaba sus acequias todos los años tenía multa, hoy cortas un espino y no voy a decir que vas a Nanclares, pero casi", afirma el agricultor, que prevé unas pérdidas "del 50% o más" tras este lluvioso inicio de 2013. "El cereal que no ha nacido ya no lo va a hacer, y con lo nacido no sé qué pasará, pero tengo un capital invertido que este año se me va", lamenta.
"Cada vez hay más tierra -insiste-, salen los árboles, echan raíces, y ya no se puede quitar, la riada ya no se lleva ese sedimento; antes se limpiaba él solo, porque el sedimento llevaba dos o tres meses y no echaba cuerpo, ahora en tres años sin riadas se ha solidificado, y el río en vez de tener veinte metros de anchura tiene diez".
Visto lo visto, a Víctor le parece curioso que pasen "carriles de bicicletas por los ojos de los puentes, como pasa en la localidad de Astegieta", y acepta que se construyan paseos junto a las riberas, pero advierte de que "el agua nunca va a ir por la montaña, y si plantamos árboles en el río luego nos la tenemos que comer".