todavía era lehendakari cuando Patxi López reconoció que el PSE-EE se había convertido en "un partido viejo", que había perdido contacto con la ciudadanía y que era necesario un cambio, una renovación de su discurso político y de su estructura organizativa. "Un cambio de ideas, de propuestas, de organización y de personas", prometió.

Eso era a finales de octubre de 2012, después de que el PSE-EE resultara arrollado en las urnas con la pérdida de 107.000 votos y 9 escaños, quedara relegado a la tercera fuerza política y sin ninguna posibilidad para él de repetir como lehendakari. El jarro de agua fría que supuso el batacazo electoral, lejos de reafirmar a Patxi López en su propósito de profunda renovación le llevó a asegurarse el inmediato futuro reincidiendo en su candidatura como secretario general para el séptimo congreso que se está celebrando este fin de semana. Aquello del cambio de personas prometido, al menos, no le afectaría a él; se supone que responsable último del descalabro.

Cuando un partido es desplazado del poder, lo habitual es que queden descolgadas y cesantes numerosas personas del aparato que acaban por convertirse en grupo de presión, ya sea para exigir reubicaciones ya sea para insistir en "qué hay de lo mío". Por eso, en los discursos de Patxi López posteriores al resultado electoral, las apelaciones a la renovación del partido se ciñeron al proyecto, a las ideas. El aparato es mucho aparato y López ya no volvió a hablar del cambio de personas.

Estos días, los cerca de 400 cargos socialistas participantes en el congreso se supone que estarán procediendo a esa renovación del "partido viejo" que perdió el contacto con la ciudadanía, aunque una lectura atenta de la ponencia oficial no ofrece demasiadas esperanzas de que las mismas personas vayan a proceder a ninguna catarsis que propicie el cambio profundo prometido, al menos en las ideas del socialismo vasco representado por el PSE-EE que lidera López.

Previo al inicio del congreso se pudo comprobar el desencanto de los afiliados en torno a la agrupación de Irun, absolutamente escépticos de que pudieran prosperar las enmiendas incluidas en su proyecto Ante un nuevo escenario, en el que se mostraban partidarios aceptar una consulta sobre el derecho a decidir, en la línea del PSC. La ponencia oficial es contundente en la oposición a cualquier "desbordamiento de la pulsión nacionalista", aparatoso eufemismo para rechazar toda pretensión de modificación del actual estatus político.

El texto de la ponencia, que nadie se engañe, no introduce ningún resquicio referente al cambio de modelo de Estado. Más aún, por si alguien se hiciera ilusiones, deja claro que "el nacionalismo (el vasco, claro) es un lastre para asumir e integrar sociedades pluralistas con identidades diversas". Se supone que alguien habrá explicado en alguna de las sesiones del congreso que es eso de "el derecho de libre identidad individual" que reivindica la ponencia y contrapone al derecho colectivo a decidir. En el colmo del pasmo, se proclama que "la identidad pertenece al conjunto de valores democráticos no votables". Ahí queda eso. Por supuesto, el PSE-EE se apuntará con fervor a la tesis de oponerse a "la aventura" de romper con el Estado común y con la Europa común. De estas ideas, como puede comprobarse, el congreso del PSE-EE no se ha movido.

Tampoco ha habido modificación alguna en la actitud de ese partido en relación con el autogobierno vasco, por el que nunca han manifestado un particular entusiasmo. Peor aún, la ponencia advierte de que hay que delimitar las competencias de la CAV para evitar las continuas negociaciones y la inestabilidad política que supone un sistema abierto constantemente. No le tembló el pulso al redactor de la ponencia cuando en plena furia jacobina exigía "terminar con el chantaje permanente de los nacionalismos".

Ya veremos en qué queda, pero poco margen a la sorpresa ofrece la ponencia que, en un ataque de centralismo, ni siquiera alude al federalismo reclamado ahora (con la boca pequeña, claro) por el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. De eso nada. A lo más, en la fraseología ampulosa y postmoderna del exlehendakari, que "las autonomías se integren en la responsabilidad de la gobernanza global".

Afortunadamente, la ponencia responde a la percepción que el PSE-EE ha demostrado respecto a la nueva situación tras el final de la actividad armada de ETA, apelando a un nuevo pacto de convivencia entre diferentes, al reconocimiento del otro y a facilitar la reinserción de los reclusos en esta fase de la historia.

Lo demás, con todas sus históricas contradicciones, la profesión de fe socialdemócrata, las retóricas políticas de solidaridad, las líneas rojas a no sobrepasar aunque ellos las hayan sobrepasado, entra dentro de lo que no va a cambiar en el séptimo congreso de los socialistas vascos.