Desde que hace treinta años el Parlamento Vasco aprobase la ley del euskera, la situación de la lengua vasca ha mejorado de manera evidente. Cada vez son más las personas que la conocen; la escuela ha ejercido un efecto claro y de considerable magnitud, y su utilización por las instituciones y autoridades públicas han ayudado a elevar su prestigio social. El uso, casi por razones puramente estadísticas, no ha aumentado en la misma medida, pero escenas improbables años atrás, son hoy frecuentes, al menos en la parte de Vasconia en que más me muevo, que es Bilbao y su metrópoli: familias cuyos miembros se comunican en euskera en la calle, el conductor del autobús que te indica en esa lengua cómo usar la tarjeta barik, clases de cualquier carrera universitaria en vasco, y otras muchas. En definitiva, la lengua vasca va ganando hablantes y ámbitos de uso. Es el resultado de la aprobación de aquella ley, y de años de trabajo realizado a tal efecto por personas individuales, colectivos e instituciones. En los años venideros no es previsible que esa tendencia se trunque. Cada vez serán más los hablantes y más amplios los ámbitos de uso de la lengua vasca. Pero el castellano no va a desaparecer de la plaza pública; ni tampoco es deseable que ocurra. De lo que se trata es de que cualquier ciudadano pueda optar, de verdad, por una u otra lengua a la hora de relacionarse con los demás y con los servicios públicos y administraciones.

En las sociedades modernas se desarrollan múltiples actividades, tanto en el espacio físico como en el virtual; cuando esas sociedades son bilingües o trilingües, lo normal es que unas actividades se desarrollen en unos idiomas y otras en otros. En el mundo de la ciencia eso es lo más normal. Los artículos que escribimos los científicos para dar a conocer nuestro trabajo a especialistas de cualquier lugar del mundo, se publican en inglés; de otra forma solo los leerían unos pocos investigadores, casi todos pertenecientes a nuestro círculo más inmediato. Pero en nuestro trabajo, en aulas y laboratorios, nos comunicamos con nuestros colegas, discípulos o alumnos, en euskera o en castellano principalmente, aunque el inglés también gana terreno en ese espacio. Son ámbitos de uso diferentes.

Esa diferenciación lingüística según el ámbito de uso no es ninguna novedad en Vasconia; el euskera tuvo en el pasado un uso ligado, sobre todo, a las relaciones familiares y de vecindario; eso es lo que hizo posible su transmisión de una a otra generación. Pero la escuela, por ejemplo, y el mundo de los negocios eran, en gran medida, ámbitos de uso del castellano. Es cierto que esa era una situación forzada, y redundó en una pérdida de prestigio de la lengua, pero esa situación hoy está en vías de superación gracias a la presencia del euskera en instancias tales como las instituciones públicas o los estudios universitarios del más alto nivel.

Creo que en el futuro esa demarcación lingüística será cada vez más habitual y la veremos con toda naturalidad. El euskera seguirá ganando hablantes y ámbitos de uso; saldrá de la escuela y entornos educativos y académicos para penetrar en otras esferas, hasta ahora menos habituales. El castellano seguirá siendo una lengua muy utilizada, y sospecho que en los negocios, así como en medios de comunicación y ciertos productos culturales, será la lengua con mayor presencia. El uso del inglés será, también, cada vez más frecuente entre nosotros: internet, determinados ambientes académicos y, en grado creciente, el mundo de las finanzas serán su espacio preferente. Ese es, -así lo creo-, nuestro futuro paisaje lingüístico, un paisaje diverso, rico, e intelectualmente estimulante.