Vitoria. Catalunya acudirá hoy a las urnas en unas elecciones que extraoficialmente tendrán carácter plebiscitario después de que Artur Mas planteara sin ambages su deseo de abordar un proceso de autodeterminación. Enfrente tendrá al PP, con quien ha coprotagonizado la campaña más convulsa que ha vivido el territorio hasta la fecha, y con quien ha llegado a enfangarse en acusaciones de corrupción y de fabricación de pruebas falsas. Fuera de juego ha quedado el PSC, que se enfrenta a la nada grata posibilidad de ser desplazado de la segunda plaza del Parlament por primera vez en su historia, y que podría empujar al abismo al secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba, tocado por no haber logrado rentabilizar el desgaste del PP en la CAV y Galicia. Está por ver, asimismo, si ERC logra sacar la cabeza o bien sucumbe ante una CiU que ha logrado capitalizar las reivindicaciones nacionalistas.
Desde que Catalunya celebrara su Diada más independentista el pasado 11 de septiembre, las aguas han bajado revueltas en el territorio por sus encontronazos con Madrid. El president Artur Mas, impulsado por la ola autodeterminista y forzado a dar un paso al frente tras el rechazo de Mariano Rajoy al pacto fiscal, convocó el 25 de septiembre unas elecciones anticipadas con la promesa de activar una consulta. Desde entonces, el Gobierno español, y por extensión el PP, han insistido en los eventuales perjuicios económicos de la independencia, y en que Catalunya quedaría fuera de la Unión Europea, aunque no haya quedado claro y el Estado se base en informes de 2004 en respuesta a diputados de Gales.
Mas, por su parte, comenzó las elecciones reclamando una mayoría absoluta que le facilitara dirigir el proceso sin flaquear ante el Estado. Una mayoría legitimadora para que los tribunales se lo pensaran dos veces antes de tumbar una consulta. Sin embargo, los sondeos no atribuyen resultados tan holgados a CiU, que habría llegado a la conclusión de que, para garantizarse esa mayoría, debería cuidar también las propuestas sociales, su flanco débil tras dos años de recortes. Después de lograr adhesiones de sectores progresistas, no obstante, parece haber optado por rebajar la expectativa y por conformarse con no bajar de sus 62 escaños. Mas entiende que puede liderar el proceso con o sin mayoría.
El PP de Alicia Sánchez-Camacho, por su parte, se ha negado a la independencia y se ha decantado por una estrategia idéntica a la que no reportó ningún beneficio a los populares vascos. Sin embargo, en las últimas jornadas ha dedicado un guiño a los catalanes que temen a la independencia pero que creen que debe mejorar el sistema de financiación. Ministros de Madrid han alentado esa opción recientemente después de que Rajoy dejara claro que no hay dinero que repartir. El desgaste por los recortes del Gobierno español podría arañarle unos votos que podrían ir a parar a Ciutadans.
El PSC de Pere Navarro ha querido asumir una postura a medio camino entre CiU y PP, aun a costa de ofrecer una propuesta un tanto ambigua y poco definida. Su federalismo se ha antojado improvisado a ojos de buena parte de la sociedad, a la que tampoco ha pasado inadvertida la contradicción entre el PSOE y el PSC en lo referente a la consulta. Rubalcaba la rechaza, pero los socialistas catalanes la ven con buenos ojos, aunque advierten de que votarían que no a la independencia.
En las últimas jornadas, la campaña ha terminado encallando en terreno pantanoso. El Mundo filtró un supuesto informe, de autoría desconocida y del que nadie se responsabiliza, que apuntaría que Mas y Jordi Pujol poseen cuentas irregulares en Suiza. El ministro de Hacienda Cristóbal Montoro dio por buenos los presuntos informes, lo que desató la indignación de CiU, que pidió que él y su homólogo en Interior, Jorge Fernández Díaz, comparecieran en el Congreso antes de las elecciones. No ha sucedido. Mas, por su parte, insinuó que Rajoy estaría detrás de una presunta trama urdida para hundirlo.