Madrid. Esperadas al ser, dejando de lado las filias y las fobias que suscita, un personaje clave en la historia reciente del Estado, las memorias del ex presidente José María Aznar saldrán a la venta en breve. Antes, sin embargo, se han conocido las primeras pinceladas de las vivencias políticas del hombre que elevó al PP a sus mejores tiempos. Y, entre ellas, varios extractos confirman la conocida aversión que el ahora retirado político que se mantiene en la sombra como líder espiritual de la derecha española más recalcitrante sentía hacia las alianzas tejidas por los nacionalismos, sea vasco o catalán, con los partidos de izquierda.
Tanto que el libro de Aznar tilda a esa suma de fuerzas como "perjudicial para España porque la izquierda antepone a los objetivos comunes su pulsión de poder, y el nacionalismo, su pulsión disgregadora". Titulado 'Memorias I' y publicado por Planeta, esta primera pieza versa sobre las decisiones más controvertidas que el actual guía espiritual del PP más recalcitrante tomó durante los años (de 1996 a 2004) en los que dirigió España. Desde los nacionalismos a la elección a dedo de Rajoy como su delfín, desde los contactos con la izquierda abertzale a la "tregua-trampa" y el acoso de ETA, Aznar desvela detalles de una intensa actividad política.
Uno de ellos desvela los movimientos efectuados para acercar a esos nacionalismos "con pulsión disgregadora" hacia el PP en 1996. El dirigente popular asegura que, pese a contar con el apoyo de Coalición Canaria y CiU, se decidió en buscar el acercamiento al PNV "por una cuestión de conveniencia política. Queríamos romper el cerco nacionalista a escala nacional y ganar protagonismo en el País vasco".
Es más, un miembro del PP de la CAV siempre beligerante contra el nacionalismo vasco, como Jaime Mayor Oreja, era considerado por Aznar entonces como "el interlocutor natural con el PNV", un responsable que "se manifestó muy favorable", relatan sus vivencias, a las que ha tenido acceso EFE. Esa experiencia, sin embargo, se demostró poco fructífera desde el inicio.
Y lo fue porque, a juicio de Aznar, en los años precedentes a la elecciones vascas de 1998 fue tomando forma "un frente nacionalista" impulsado por el entonces presidente del EBB del PNV, Xabier Arzalluz. "Puso en marcha una estrategia de convergencia con el mundo de ETA", cuyo objetivo erqa "avanzar hacia la construcción nacional", remarca, negro sobre blanco, el responsable popular.
tregua y presos "El principal instrumento de esa estrategia conjunta" fue "la tregua que ETA declaró el 16 de septiembre de 1998, un mes antes de las elecciones" y pocas jornadas antes de que las formaciones nacionalistas escenificaran su apuesta por superar el marco político vasco. "La propia secuencia de los acontecimientos dejaba en evidencia la connivencia entre unos y otros, y el carácter meramente instrumental del anuncio de la banda: primero los nacionalistas firmaron con el brazo político de ETA el acuerdo para formar un frente común, y después ETA declaró la tregua", cita Aznar.
Con ese frente abierto en Euskadi, el PP tuvo que pilotar un proceso complejo. Hasta el punto de que, pocas semanas después, Aznar mencionó al MLNV (movimiento de liberación nacional vasco) en una frase que vino a confirmar que había autorizado los contactos.
Con intensas presiones para acercar a los presos de ETA, Aznar revela que miembros de Euskal Herritarrok -la marca de entonces de la izquierda abertzale- se reunieron con respresentantes del Gobierno español del PP -el secretario de Estado de Seguridad, Ricardo Martí Fluxá, Javier Zarzalejos y Pedro Arriola- en diciembre de 1998. Pero no fue hasta mayo de 1999 cuando la organización armada y Gobierno español se sientan en una mesa. Esa cita constató "la diferencia insalvable" entre ambos.
No se dieron pasos en materia penitenciaria, pese a que el PP "estaba dispuesto a tomar decisiones en el ámbito penitenciario con dos condiciones: que se mantuviera la política de dispersión y que no hubiera concentración de terroristas en unas pocas cárceles", recuerda. Unos traslados, por cierto, que han sido bandera popular para captar votos de la derecha más dura en los largos años que han estado fuera del poder en Moncloa.
Con la entrada en el nuevo milenio trató de diseñó una "maniobra política de envergadura". Se trataba de alcanzar el Gobierno vasco con un acuerdo con el PSE de Nicolás Redondo Terreros. "Jaime -Mayor Oreja- sería presidente del Gobierno vasco los dos primeros años y Nicolás, los dos últimos", desvela Aznar ahora, incluso marcando los tempos de aquella hipotética legislatura. No les salió la jugada tras la imponente victoria de Ibarretxe, pero los constitucionalistas lo lograron años después, en 2009, con López y Basagoiti.