Salinas de Añana/Ayala. El pasado fin de semana Salinas de Añana estaba inmersa en la celebración de sus fiestas patronales y, salvo la txosna que se habilitó para la ocasión, no había ni un solo establecimiento abierto en todo el casco urbano donde tomar un simple café -salvo el local de las piscinas-, pese a que se esperaba la llegada de alrededor de 500 visitantes. Este hecho fue, precisamente, lo que animó a Andrés Angulo Ortiz de Zárate a ceder un antiguo almacén de sal de su propiedad a dos viejas amigas del Valle de Ayala para que éstas pudieran instalar en él sus puestos de venta de productos caseros aprovechando los festejos. El citado, además de juez de paz del lugar, es una de las personas que más luchó por mantener vivas, en su época de decadencia, las salinas que esperan en 2014 ser declaradas por la Unesco Patrimonio Mundial, dentro de la categoría de Paisaje Cultural.

Las emprendedoras son la pastora de la quesería Izoria de Ayala, Leire Ibarrola, y la txakolinera de la bodega Beldui de Llodio, Rosa Segurola. Ambas, y nada más poner los pies en la añeja estancia de 125 metros cuadrados, se dieron cuenta del fuerte potencial turístico que encerraban sus muros. Con un poco de imaginación y mucho trabajo aquello podía convertirse en la futura despensa de los productores artesanos de todo el Valle de Añana. Así que no quedaba otra que ponerse manos a la obra y poner a prueba una idea que, al final de la jornada, resultó todo un acierto y la punta de lanza de un proyecto que ha despertado el espíritu emprendedor de todo un pueblo.

"Hicimos un gran esfuerzo por recuperar este antiguo almacén, cuya estructura de madera se conserva en perfecto estado gracias al poder de la sal. Incluso ha salido a la luz el solado pétreo con sus irregularidades y, si se mira con detenimiento, el entramado estructural brilla debido a las partículas salinas. Es un auténtico museo en sí mismo, que da a dos calles en diferentes alturas. La puerta de acceso en la calle inferior, y otro hueco, de menores dimensiones que da a la fachada de la calle superior, y que es por donde se vertía la sal directamente", explica Ibarrola. Ésta añade que en la época de mayor esplendor estos almacenes albergaban la sal de las 5.000 terrazas o eras que existían en el Valle Salado. Se conocían como El Grande, El Torco, Santa Ana y El Almacenillo del Campo, y en ellos se guardaba al final de cada temporada el conjunto de la producción que podía alcanzar unas 110.113 fanegas (el equivalente a unos 5.681.830 kilogramos). "Teníamos que recuperarlo y hacer algo con él, de manera que pudiera servir de complemento a las visitas al Valle Salado, porque los 40.000 turistas que reciben al año, luego se marchan, ya que en Salinas de Añana no tienen ningún servicio. Los vecinos recuerdan con tristeza la existencia de 14 bares en el pueblo", subraya la pastora ayalesa, a la que tampoco le pasa inadvertido el fuerte incremento de visitantes que experimentará esta comarca de conseguirse el título de Patrimonio Mundial de la Unesco.

Pasados los primeros inconvenientes que supone la puesta en marcha de una novedad en un pueblo pequeño de manos de extraños, y tras acondicionar el local, Andrés, Rosa y Leire lograron la colaboración de la Fundación Valle Salado, cuyas guías les facilitaron un muestrario de los diferentes tipos de sal, para ser expuestos en el almacén, así como los folletos turísticos y el cartel de la entrada. Así que los tres protagonistas de esta historia abrieron al público su iniciativa y, de paso, los ojos a todo un pueblo. "Hemos demostrado que con ilusión se puede. Hay necesidad de revitalizar el casco con urgencia, para abrir las puertas al visitante y ofrecerle una estancia inolvidable", subraya Leire, que admite con orgullo que "el queso de Izoria se elabora con sal de Añana, al igual que el chocolate Alma de cacao, sin olvidar los pescados sazonados, o la patata y alubia pinta alavesa. Una gran riqueza que, acompañada con esta sal potencia sus sabores. Esperamos en un futuro próximo crear un local en el que tengamos como bandera la sal y todo lo que le rodea. En definitiva, un escaparate de toda la riqueza productiva relevante en la zona y aquellos productos de calidad que los acompañen para, al final, generar una pequeña feria del baserritarra para las gentes del pueblo y para el turista que les visita".

El propietario del almacén, Andrés Angulo, se muestra francamente ilusionado. "Conozco a Leire desde hace diez años y, dado el éxito de la iniciativa cosechado en las fiestas, ya no nos podemos echar atrás. Voy a rehabilitar el tejado porque hay problemas de humedades y he dejado en sus manos la elaboración del proyecto para convertir este almacén en una despensa del productor local. No me he marcado plazos, pero confío en ella".

Apuesta de futuro Leire lo corrobora, "sin ninguna ambición y poco a poco, pero me he comprometido a ayudarles y lo voy a hacer. Ya me estoy imaginando hasta un mirador con vistas al Valle Salado, y un local preparado para ofrecer catas de productos de la zona, similar al de la tienda que levanté en Orduña dentro de la Ruta del Txakoli de Aiaraldea. Si crees en algo hay que apostar por ello. Ha sido todo un acontecimiento en el pueblo y el turista lo pedía. Tienen mucha materia prima en la comarca y me duele verla así", asegura. Al tiempo adelanta que "ya tengo previsto con la gerencia del Valle Salado reunirnos con productores de la zona para que tengan un punto de venta del productor artesano, como hacemos en Ayala. A ver si logramos crear entre todos la Ruta de la Sal y que el turista se quede en el valle más allá de los 25 minutos de la visita a las salinas".

La pastora ayalesa hace referencia a Roberto López de Eguílaz, el director-gerente de la Fundación Valle Salado que, tras ver lo hecho por estos emprendedores en el antiguo almacén de sal, no ha dudado en prestarles su ayuda. "Hay que aprovechar el momento porque si conseguimos que la Unesco nos acepte la candidatura, para 2014 va a llegar al valle una ingente cantidad de turistas que van a demandarnos infraestructuras y servicios. Por eso es más que interesante que se sume a nosotros la iniciativa privada y se abran negocios y se cree empleo. Hay que hacer una lectura positiva de esta crisis. No hay dinero para viajar a China, y la gente esta apostando por lo cercano, lo rural y ahí esta nuestra oportunidad. La iniciativa de Leire y Andrés es más que interesante y el otro día fue la prueba de que el turista quiere estas cosas. Ojalá hubiera más emprendedores como ellos y se creen restaurantes, alojamientos y demás servicios gastronómico-culturales en torno al rico patrimonio del Valle Salado", sentencia. De momento, ellos se han propuesto "dar a Añana el salero que le falta".