Vitoria. Álava se enfrenta en los últimos años a múltiples desafíos desde el punto de vista medioambiental que obtienen mucha más respuesta en el mundo rural que en la ciudad. ¿El mensaje ecologista no cala en Vitoria?
Yo lo que he visto desde hace mucho tiempo es que la población en Euskal Herria en general, en comparación con el Estado y otros países, tiene un nivel de concienciación medioambiental alto. Eso se debe a que hay un tejido social muy activo y cuando hay amenazas medioambientales se activa. Es cierto que los urbanitas somos especiales en todo el mundo, a veces nos preocupamos de cosas que nos quedan muy lejos y no hacemos caso a las que nos quedan al lado. Sin embargo, cuando nos toca un problema de cerca la gente se moviliza en cualquier pueblo y ciudad. Es muy fácil activar esa conciencia, los ciudadanos se autoorganizan en plataformas que surgen de forma espontánea y eficaz. Ahora estas plataformas atraen a movimientos incluso institucionalizados, como partidos y sindicatos.
¿Podría arrojar alguna luz sobre las razones que han llevado a Nuclenor a renunciar a seguir con Garoña? ¿Se trata de dinero o de seguridad?
Soy cauto a la hora de celebrar el cierre, estamos acostumbrados a que la leyes en el Estado español se hagan y deshagan al antojo de la coyuntura y de los intereses empresariales del momento. Esperamos que se ratifique la fecha de cierre cuanto antes y de forma definitiva. Creo que hay dos puntos que están relacionados, no son independientes. Creo que Nuclenor tiene todos los datos de la situación actual y de lo que puede pasar en los siguientes meses o años, y por supuesto Endesa e Iberdrola -copropietarias de la empresa explotadora de Garoña- están ahí para maximizar sus beneficios. El pulso con el Gobierno es claro, creo que hacen un doble juego, aprovechándose de la situación precaria de la central podrían estar dispuestos a sacrificar un alfil en su tablero de ajedrez, porque Garoña no es un simple peón, para demostrar lo que son capaces de hacer si no se sientan a negociar, y a la vez se quitan un marrón de encima. Tepco quebró tras el accidente de Fukushima, para ellos fue la ruina como empresa, porque un problema de ese tipo puede suponer el final de un emporio industrial, por mucho que hablemos del poder del lobby eléctrico. Eso también lo tienen muy en cuenta. Ojalá sea así, que no quieren arriesgar y presionan así al Gobierno.
¿Por qué un partido que defiende abiertamente la energía nuclear, como el PP, de repente anuncia tasas a las nucleares y precipita el cierre de Garoña? ¿Quizá exigencias de Europa?
Por un lado se sabe que entre el Ministerio de Industria y el de Hacienda están a tortas. Por otro, el CSN lo componen personas que son más técnicas que políticas, y su trabajo también es de cara a Europa, traban contacto con sus colegas de Francia, Bélgica Italia, y les dirán que qué pasa con esta central. No creo que el CSN sólo responda a Madrid porque todos los países se mueven con las nucleares, también Alemania. Creo que el CSN se encuentra entre dos fuerzas, una que le presiona para decir que aquí no pasa nada y que se puede seguir sin problemas hasta 2019, pero viendo que no están dispuestos a invertir en seguridad desde Europa les dirán que esto no es serio.
¿Qué pasará con el polémico proyecto del 'fracking' en Álava si hay un cambio de Gobierno? ¿Cree que la presión popular en un contexto electoral puede parar la exploración, como ocurrió con la línea de alta tensión que iba a atravesar el territorio?
El contexto electoral será positivo. El PSE en el ámbito del Gobierno es adalid del proyecto, pero luego en la Diputación o en Vitoria hablan de que haya seguridad ambiental y técnica antes de seguir adelante. Creo que quieren ganar tiempo, que se hagan las exploraciones para demostrar desde su punto de vista que es viable ambiental y técnicamente, y una panacea económica, para tras las elecciones empezar con la explotación, que es el plan anunciado en Dallas. Al PNV le pasa un poco lo mismo. Ellos empezaron a mover el asunto, tienen una responsabilidad directa y nada transparente, y aunque hablan de zonas de exclusión, su ecologismo llega hasta ahí. El PNV tiene un conflicto de intereses, porque hay gente importante, la parte empresarial, que está muy a favor, porque hay millones y compromisos con empresas americanas. Otra parte del partido, más cercana al día a día, siente la preocupación de la población y trata de que esa población no ponga en duda el proyecto en sí, que haya una especie de moratoria. Los representantes de los partidos tienen que hablar con una sola voz, deben expresar bajo qué circunstancias están de acuerdo o no.
En campaña habrá oportunidad de saberlo.
Creo que los partidos políticos, y no hablo como político, desgraciadamente en este país y cada vez más, son expertos en el juego de malabares, en marear la perdiz y crear una confusión calculada para ganar tiempo, y mientras tanto en las cocinas que no se ven tratan de adelantar proyectos como este.
¿Sirve para algo el Plan Mugarri de la Diputación, alabado por la mayoría de las fuerzas políticas, y redactado con criterios medioambientales y no económicos, dado que el organismo competente en materia energética es el Gobierno Vasco?
La sociedad alavesa, y el País Vasco y Europa tienen dos maneras de entender el reto energético. Por un lado sabemos que la escasez energética es un escenario en el que ya vivimos, esto no es la crisis del 73, cuando había mucho petróleo por explotar. Ahora sólo se debate si hemos tocado techo en el 2005 o nos quedan dos años para hacerlo. La Agencia Internacional de la Energía declara que estamos en el techo del petróleo, pero ahora ha surgido una situación muy novedosa, que ha llegado casi por accidente; el fracking, la posibilidad de explotar gas no convencional. Se está dando la situación de que ese posible techo del petróleo se ha elevado por accidente, y ya no hay que replantearse el futuro energético. Esa revolución que era necesaria sí o sí se puede retrasar, y puede que por muchísimo tiempo. La coyuntura, y creo que Mugarri va por esa línea, nos obliga a elegir entre seguir con el modelo de los hidrocarburos, cuyas consecuencias están tan probadas como la relación entre el tabaco y el cáncer de pulmón, y perseguimos el golden rush, la carrera hacia el gas no convencional, o vamos a otra cosa. Debemos buscar una economía ecológica, alejada de la llamada economía verde. Estamos cavando nuestro propio hoyo con la energía nuclear y el fracking, la Administración Obama empieza a decir que el gas es verde, cuando nunca se había dicho. Por otro lado, el modelo energético actual está subvencionado, hace trampas con respecto a lo que podría venir y a lo que no se le da paso. Mugarri pretende dar un salto cualitativo, pero ante la situación de un accidente no previsto, como el poder sacar un montón de gas, y aunque muchas eléctricas y petroleras se están posicionando ante un posible cambio estructural, se prefiere seguir con el statu quo.
Las empresas se diversifican, es cierto, las firmas propietarias de Nuclenor son las mismas que ponen aerogeneradores en los montes.
Es una estrategia de diversificar riesgos y entrar en sectores punteros, sobre todo cuando hay subvenciones de por medio y una tecnología madura en este tipo de renovables.
Que también requieren su análisis. En Álava la oposición a los parques eólicos es muy fuerte.
El tema de la energía eólica es complicado, por un lado generas una renovable necesaria, y por otro hay una afección natural que está ahí, es hora de tener un consenso social al respecto, saber hasta dónde queremos llegar con este tipo de energía, y sobre todo no debemos obviar que cuando hablamos de cambio de modelo energético éste debe basarse en la reducción del consumo. Es imposible mantener la demanda de energía sólo con renovables. Muchas veces se habla de la eficiencia energética de forma muy fácil. Si supiéramos cuántas más bombillas de bajo consumo colocamos en las calles con respecto a las que se ponían antes, veríamos que el ahorro real no es tanto, se produce un efecto rebote. Infinidad de estudios científicos lo demuestran. La solución real, realista, es una disminución de la demanda de energía, y para eso la sociedad tiene que organizarse de otra manera. Hoy en día funcionamos como cuando la energía era muy barata, y ese contexto ha desaparecido.
Con el 'año green' cerca ya de tocar a su fin, ¿cómo valora el enfoque ha dado el Ayuntamiento de Vitoria a la capitalidad verde europea?
Vitoria ha hecho muchas cosas muy bien en comparación con otras ciudades de nuestro entorno. No voy a hablar tanto del Ayuntamiento en general como de los técnicos del CEA, eso lo reconoce todo el mundo. La ciudad debería aprovechar este galardón para repensar cómo situarse en el ámbito internacional como un ejemplo de buenas prácticas, que es por donde va el galardón. Desgraciadamente, gran parte de lo que se ha hecho ha ido encaminado al marketing, sin tratar de cambiar la concienciación ciudadana en ámbitos como los residuos, el transporte o el modelo energético, y tengo en ese sentido una sensación agridulce, a veces más agria que dulce. Hay que aprender a vivir por debajo de la capacidad biofísica del entorno.