Vitoria. El catedrático catalán Ferran Requejo recibe a DNA tras impartir una clase sobre las estructuras del Estado organizada por la UPV/EHU.
El pasado martes se vivió en Barcelona la demostración de un sentimiento independentista. ¿Qué factores han llevado a esta situación?
Yo diría que no es un sentimiento. Es un posicionamiento político, con mucha racionalidad. Razones para la independencia de Catalunya sobran. Razones culturales, lingüísticas, internacionales, económicas, fiscales... En todos los ámbitos hay razones para estar a favor de la independencia de Catalunya. El Estado español se ha convertido en un Estado hostil a lo que es la proyección de Catalunya.
Artur Mas aseguró el pasado jueves que no han conseguido hacer de España un Estado amable en el que encajara Catalunya. ¿La raíz de todo ello hay que buscarla en la Transición?
Se planteó mal en la Transición, y se ha solucionado peor con el tiempo. El Estado de las autonomías se hizo para acomodar a Euskadi y Catalunya dentro de una misma democracia liberal. Treinta y pico años después, ¿cuál es el resultado? Que con las autonomías solo están contentos aquellos territorios que nunca se habían planteado en su vida tener autogobierno político. En cambio, en Catalunya y Euskadi la mayoría de sus ciudadanos están decepcionados y descontentos con lo que ha venido a deparar el Estado de las autonomías, que se aleja mucho de lo que es un Estado plurinacional. Al final hemos pasado de un marco constitucional ambiguo a un marco constitucional hostil contra Catalunya y Euskadi.
Usted diferencia entre independentismo e independencia.
En Catalunya estamos todavía en la fase del independentismo, que es sumar voluntades de la ciudadanía. Para entrar en la fase de la independencia el cambio es el liderazgo. Cuando el liderazgo pase a ser un liderazgo político, es decir, que el proyecto de la independencia lo lideren las instituciones, fundamentalmente el Govern y su presidente como máxima referencia, entonces entraremos en la fase de la independencia. A partir de la manifestación del pasado martes estamos entrando en esa otra fase.
¿Los políticos se han visto superados por la sociedad catalana?
CiU siempre ha mantenido una cierta ambigüedad. Creo que esto es pasado y se acabó. Actualmente está girando el transatlántico de Catalunya, pero para que gire de verdad se tiene que hacer desde el puesto de mando, desde la presidencia. La cosa está suficientemente clara para que esto se pueda hacer desde el Govern sin muchos reparos de legitimidad interna. El mensaje de la manifestación fue inequívoco: la gente no se manifestó a favor del pacto fiscal, lo hizo a favor de una Catalunya independiente dentro de Europa.
Sin embargo, aunque tengan toda la legitimidad, se enfrentan a la legalidad de Madrid. ¿Qué pasos deben dar?
La legalidad española es hostil a la posibilidad de secesión. Habrá un momento en que se deberá actuar al margen de la legalidad española. Para eso hay que tener previamente la legitimidad internacional. Este proceso tiene que tener un paraguas en el marco internacional. No solo en Europa, sino en todos los continentes. Por lo menos que no se opongan. Y eso no se improvisa, hay que prepararlo muy bien. Hay cuatro condiciones para la independencia: además de la mayoría social, los apoyos internacionales, el acuerdo entre los partidos para ese punto, y tener un liderazgo reconocido y de prestigio internacional.
Otro de los argumentos que se exhiben es la negativa de Europa a los procesos de independencia. Amenazan con que quedarían excluidos del concierto europeo.
Las instituciones europeas no lo tienen claro. Por un lado los catalanes somos ciudadanos europeos, por lo tanto tenemos nuestros derechos como cualquier otro ciudadano europeo. ¿Si nos secesionamos vamos a ser dejar de ser europeos? Por otra parte, Europa es una unidad de estados y los actores son los estados. Aunque no hay posición clara, es algo que se debe estudiar a corto plazo. Está el caso catalán, el escocés, Flandes o Euskadi. Los estados europeos, en un principio, no estarán cómodos, pero a medio plazo me costaría imaginar que la Unión Europea mantuviera una posición contraria a los intereses de catalanes o vascos.
El portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso, ha advertido a Catalunya de que se fije en lo sucedido con el 'Plan Ibarretxe'.
De eso también se aprende. El error es ir a Madrid porque sabes lo que te vas a encontrar. La cultura política de los partidos mayoritarios, tanto el PP como el PSOE, es hipernacionalista, son más nacionalistas que CiU y el PNV y, además, de un nacionalismo casposo, de otros tiempos. Siempre se van a oponer y por eso es clave tener el paraguas internacional. Por ello, habrá que actuar fuera de la legalidad española, pero de forma inteligente. Para la independencia de Catalunya será clave el apoyo internacional.
¿Sería necesaria una acción conjunta de catalanes y vascos?
Siempre he preconizado estrategias coincidentes porque el interés es mutuo, y eso tiene mucha más fuerza de cara al entorno internacional. Si hay dos colectividades que plantean cosas a favor de su independencia, se ve desde fuera que es el sistema político español el que tiene un problema. A nivel europeo habría que buscar puntos en común con Escocia o Flandes, por ejemplo. Eso hay que hacerlo desde los propios gobiernos y tomarse en serio el tema de la emancipación.
El Estado español ha asociado el nacionalismo vasco con la violencia de ETA. ¿Es un argumento que se ha acabado?
Visto desde fuera, percibo la situación de Euskadi como que está todavía en un escenario de post-violencia, pero aún no ha roto con ese consciente colectivo. Sería conveniente pasar página y empezar a hacer estrategias y proyectos políticos dando carpetazo a esta cuestión. Euskadi, además, tiene una gran ventaja, su autonomía económica, que es algo que da tranquilidad. Estaremos expectantes a lo que suceda en las próximas elecciones vascas.